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El sistema solar primitivo con los planetesimales colisionando entre sí y con los planetas en formación en una imagen portada de 'Scientific American' (2008).
El sistema solar primitivo con los planetesimales colisionando entre sí y con los planetas en formación en una imagen portada de 'Scientific American' (2008). Don Dixon

Maravillas del cosmos

El universo es el protagonista del arte espacial, desde su nacimiento hasta el futuro más lejano

Sábado, 12 de agosto 2023, 00:02

Caminamos con él por los rojos desiertos de Marte, el helado Plutón y la desolada grisura lunar antes de que nuestras sondas espaciales los fotografiaran. Chesley Bonestell (1888-1986) es el padre de un género artístico que aúna ciencia e imaginación, que ilustra las visiones más asombrosas del cosmos y los sueños humanos de exploración de la última frontera. Un arte al que recurren las agencias espaciales para vender al público sus proyectos más ambiciosos y que las revistas científicas utilizan para hacer visible lo invisible, como las ondas gravitacionales.

Apasionado por la pintura desde niño, Chesley Bonestell oyó la llamada del espacio a los 17 años, cuando vio Saturno a través de un telescopio en el observatorio Lick, en San José (California). En cuanto llegó a su casa de San Francisco, pintó una obra que se perdió en el incendio que siguió al terremoto de 1906. Tras casi cuatro décadas trabajando como diseñador para estudios de arquitectura –suyas son las águilas de acero del edificio Chrysler de Nueva York– y para Hollywood –a él debemos la mansión de Xanadú de 'Ciudadano Kane'–, volvió a salir de la Tierra en mayo de 1944: la revista 'Life' publicó seis vistas de Saturno de su creación.

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Aquella serie lanzó su carrera como artista espacial. «No supe cómo eran otros mundos hasta que vi las pinturas de Bonestell sobre el sistema solar», decía el astrofísico Carl Sagan. Firmó portadas de revistas de ciencia ficción, publicó en 1949 con Willy Ley el libro 'The conquest of space' y en los años 50 dibujó las naves que ideaba Werhner von Braun, el diseñador del cohete que llevó al ser humano a la Luna. «Las pinturas de Bonestell nos trasladaron a Marte y otros planetas cuando todavía no teníamos fotos de esos mundos. Se basaba en el conocimiento científico y adelantó lo que vimos décadas después gracias a las misiones espaciales», destaca Agustín Sánchez Lavega, director del Grupo de Ciencias Planetarias de la Universidad del País Vasco.

Arte inspirador

El astrofísico bilbaíno guarda como un tesoro su ejemplar de la edición española de la revista 'Life' del 17 de enero de 1955. Incluye varias obras de Bonestell. Llegó a los quioscos cuando Sánchez Lavega era un recién nacido. Su padre, «un hombre muy curioso», se lo regaló cuando, ya adolescente, empezó a interesarse por la Astronomía. «Me impactaron las imágenes de los planetas y la del sistema binario de la portada. Junto con la llegada del hombre a la Luna y el telescopio con el que miraba al cielo desde nuestro piso con vistas a San Mamés, fue uno de los elementos que me impulsó a convertirme en científico».

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'Saturno visto desde Titán' (1944)

Obra de Chesley Bonestell que publicó 'Life' y se dice que ha despertado numerosas vocaciones científicas. Cortesía de Bonestell LLC

AUX STEP FOR JS

«Las imágenes, sean obras de arte o fotografías, son esenciales. La sonda Juno estuvo a punto de volar sin cámara, pero sus espectaculares imágenes de los vastos paisajes nubosos de Júpiter han cautivado al público. El arte astronómico sigue desempeñando un papel importante al informar e inspirar a las personas», explica desde su estudio Don Dixon. Ha sido director artístico del Observatorio Griffith de Los Ángeles (1991-2021) y su web, Cosmographica, es una ventana a las maravillas del cosmos. «Mi primera influencia fue John Polgreen, que ilustró 'The golden book of astronomy' en 1955. Sus pinturas, coloristas y precisas, captaron la emoción de los albores de la era espacial y están en el origen de mi fascinación por la astronomía, que me ha acompañado toda la vida. Chesley Bonestell, Ludek Pesek y David Hardy también han influido mucho en mi estilo».

Hay científicos artistas o artistas científicos que han hecho importantes aportaciones a ambos campos

Dixon es uno de los grandes del género. Colabora en misiones de la NASA, dibuja portadas para revistas y libros de ciencia y de ciencia ficción, como la trilogía marciana de Kim Stanley Robinson. El arte espacial lo abarca todo, desde el nacimiento de estrellas hasta las fusiones de agujeros negros, pasando por los planetas extrasolares, las futuras colonias espaciales y misiones como la del telescopio James Webb. En ese cosmos de infinitas posibilidades desde el Big Bang hasta su posible final, Dixon siente querencia por el hogar. «Me encanta pintar la Tierra primitiva y la formación del sistema solar. La Tierra ha sido muchos mundos: ardiente, helada, estéril y verde. Me gusta contemplar las escarpadas montañas desérticas frente a mi estudio y pensar en las fuerzas que actuaron a lo largo del tiempo y que llevaron a cada roca a su lugar de reposo actual».

La nube de gas a partir de la que se formarán los planetas gira alrededor del Sol recién nacido. Don Dixon / cosmographica.com

Científicos y creadores

«Disfruto creando un paisaje mediante efectos 'accidentales' creados por una fina capa inicial de pintura sobre el lienzo y dejando vagar la imaginación, guiada por la ciencia. Quiero sorprenderme con la pintura que se desarrolla. Me resulta mucho más satisfactorio que trabajar a partir de un boceto detallado o de fotografías, como se requería durante la fase más comercial de mi carrera». Se asegura siempre de que «el cuadro final se base en la ciencia» y goza al colaborar con los astrofísicos. «Los científicos que trabajan principalmente con datos y gráficos suelen quedarse encantados cuando se les pide que piensen en el aspecto real de sus temas. ¿Las gotas de metano de Titán son aplanadas o redondas? ¿Podría haber cuevas? ¿Podría verse un arco iris en los chorros neblinosos de Encélado? ¿Qué ocurre con el hielo del fondo de la corteza de Europa? ¿Se vuelve viscoso o se rompe en icebergs? Los científicos suelen estar encantados de ayudar a los artistas espaciales a encontrar razones plausibles para incorporar elementos visualmente interesantes. A menudo me sugieren ideas en las que no había pensado».

Hábitat toroidal en construcción, con sus ríos, zonas verdes y viviendas (1975). Don Davis

Hay científicos artistas o artistas científicos que han hecho importantes aportaciones en ambos campos. Además de pintor y autor de una maravillosa 'Guía turística del sistema solar' con su colega Ron Miller, el veterano Willian K. Hartmann es un destacado científico planetario. En 1975, él y el astrofísico Donald Davis propusieron en la revista 'Icarus' que la Luna pudo haber nacido como consecuencia del impacto de un planeta contra la Tierra hace unos 4.500 millones de años, hipótesis que desde entonces ha acumulado sólidas pruebas a su favor. Otro científico, pionero del arte espacial, fue el astrónomo francés Lucien Rudaux (1874-1947). Director del observatorio de Donville (Normandía), pintó hace cien años un eclipse de Sol visto desde la Luna. Donde otros artistas habían dibujado escarpadas montañas, él puso colinas redondeadas por eones de impactos y erosión.

Las vistas lunares de Rudaux anticiparon lo que se encontraron los astronautas de las misiones Apolo entre 1969 y 1972. Sin embargo, quizá por su menor espectacularidad, su obra no tuvo el impacto de la de Bonestell, a quien Hereward Lester Cooke, conservador de pintura de la Galería Nacional de Arte de Washington entre 1961 y 1973, consideraba, por sus visiones de otros mundos, uno de los grandes paisajistas estadounidenses. Al igual que quienes han seguido sus pasos, Bonestell fue consciente de que somos actores diminutos en un escenario infinito porque, como dejó escrito Carl Sagan, «el cosmos es todo lo que es, todo lo que fue y todo lo que será».

  1. Amanecer en órbita

Era el 18 de marzo de 1965. Alekséi Leónov (1934-2019) acababa de completar el primer paseo espacial de la historia. Doce minutos flotando sobre la Tierra, unido a la Vosjod 2 por una correa de 5,35 metros. Iba a pasar horas en la cápsula junto a su compañero Pavel Belyayev antes de volver a casa. Se asomó por la ventanilla, vio que el Sol salía por detrás de la Tierra y abocetó la escena con sus lápices en una cuartilla. Su amanecer en órbita, unos trazos de colores en los límites del disco terrestre con un pequeño Sol rojo, es la primera obra de arte hecha en el espacio.

El amanecer de Alekséi Leónov de 1965

El cosmonauta soviético había solicitado con 19 años una plaza en la Academia de Arte de Riga (Letonia), pero el alto coste de la matrícula le había hecho desistir y alistarse como piloto de combate. La segunda vez que voló al espacio, en la misión Apolo-Soyuz en 1975, hizo retratos de sus colegas estadounidenses y, ya en la Tierra, fue autor de una extensa obra que incluye recreaciones de su paseo espacial y de una hipotética conquista de la Luna. Allí, en el satélite terrestre, fue donde surgió la vocación artística de Alan Bean (1932-2018).

Ingeniero aeronáutico y piloto de pruebas de la Marina estadounidense, Bean fue el cuarto ser humano que pisó la Luna, el 19 de noviembre de 1969 en el 'Apolo 12'. Viajó al espacio otra vez en 1973 en la misión Skylab 3 y, cuando se retiró de la NASA en 1985, se volcó en la pintura. Sus lienzos son la memoria a color de las misiones Apolo. «Si fuera un científico pintando la Luna, la pintaría gris. Soy un artista, así que puedo añadir colores a la Luna», decía el astronauta, que en 1999 empezó a incorporar a sus cuadros huellas de una bota lunar, raspaduras con un martillo de geólogo y polvo del satélite.

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