Manuel Vicent o un rebelde con causa
Memorias ·
Un libro en que el escritor valenciano nos brinda a los 88 años su autorretrato enmarcado en el devenir sociológico del paísMemorias ·
Un libro en que el escritor valenciano nos brinda a los 88 años su autorretrato enmarcado en el devenir sociológico del paísLos libros de memorias oscilan siempre entre lo personal y lo colectivo. En las memorias que Manuel Caballero Bonald publicó en dos entregas -'Tiempo de guerras perdidas' en 1995 y 'La costumbre de vivir' en 2001- pesaba, por ejemplo, el primer aspecto más que el ... segundo hasta el punto de que solo se salvaban de la quema general él y sus amigos. En el otro extremo, en el que priman los recuerdos de una experiencia de gestión política o las convicciones ideológicas sobre la vida privada, puede citarse un libro como 'Fe de vida', que el socialista José Ramón Recalde publicó en 2004 y en el que se observaba una actitud más humilde que llevaba a reconocer los errores propios.
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El libro que Manuel Vicent acaba de publicar con el título de 'Una historia particular' se puede ubicar en un terreno intermedio entre los dos citados porque nos brinda un autorretrato del escritor muy personal, pero a la vez enmarcado en el contexto de la España que le ha tocado vivir si bien hay que apuntar ciertas matizaciones. Por un lado, esa vertiente autobiográfica del libro excluye de manera total el chismorreo, la alusión personal y más aún el rencoroso ajuste de cuentas. Estamos ante un texto que nada en la interioridad lírica de su autor y que se desliza a veces hacia una contenida melancolía. Por otro lado, que nadie espere sesudos análisis políticos aunque la política esté presente en sus páginas, pero siempre a través de la sociología. En Manuel Vicent el análisis queda siempre sustituido o reducido a la intuitiva, aguda, elocuente y gráfica pincelada descriptiva.
Nacido en 1936 en Vilavella, un pueblo de la provincia de Castellón, la infancia que nos describe es la clásica de una posguerra donde la teatralidad ridícula de la Falange se cuela en todo -en la escuela, en la familia, en las festividades…- y se mezcla con la realidad sórdida de la cartilla de racionamiento que no fue suprimida hasta el 1 de abril de 1952, o sea, hasta que él cumplió los dieciséis años. Pero ya en esa niñez de la dictadura asoman signos de insubordinación espontánea unidos a saludables notas de humor cuando recibe un bofetón de su profesor por hacer el saludo del brazo en alto portando en la mano el bocadillo de atún en escabeche que le había preparado su madre para el recreo. La anécdota da fe de que la rebeldía, la irreverencia, la resistencia a la domesticación, el rechazo al rebaño es, en algunos seres humanos, algo innato, inocente, biológico. Manuel Vicent, que logró evitar en esos años afiliarse a los 'flechas', es en el fondo un rebelde con causa y un anarquista con cierta capacidad de disimulo que queda muy bien expresada en otro episodio infantil que es una lección existencial: ése en que reconoce en un rey mago a un jornalero que jugaba al tute en el bar del pueblo y se da cuenta de que puede optar entre desenmascarar al impostor o callarse, seguirle el juego de la ficción y hacer como que se lo cree ante sus mayores. Manuel Vicent ve en esa anécdota y en ese dilema un anticipo de su vocación literaria, pero quizá lo es también de todas las imposturas de la vida; del hartazgo que lleva a un espíritu crítico a cansarse de ellas y a desenmascarar a todos los falsos magos de Oriente que a lo largo de una vida se presentan. Quizá en ese episodio reside la clave de todas estas páginas.
'Una historia particular' es un libro que hace un recorrido por toda la biografía del escritor y también del propio país. De la niñez, en que aprovechaba sus oficios de monaguillo para robar el vino de las misas, el texto pasa a la experiencia en el servicio militar, a la llegada del Seat 600 y al BMW con el que recorrería toda España acompañado de su nieto; al felipismo, al aznarismo, a la acampada de Sol en 2011; a los perros que han tenido un importante papel en su vida… A menudo Manuel Vicent adoba los recuerdos y temas que aborda con referencias literarias y cinematográficas. Un viaje con Médicos Sin Fronteras a la Ruanda inmediatamente posterior al genocidio de 1994 le hace recordar 'El corazón de las tinieblas' de Conrad. La muerte de su amigo panadero con el que siguió en la infancia la construcción del cine del pueblo -Cinema Rialto- le lleva a evocar 'Cinema Paradiso', la película de Giuseppe Tornatore.
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Hay un momento en el libro en que la conciencia del paso del tiempo adopta un tono de elegía manriqueña: «¿Qué fue de aquellos políticos que durante un tiempo acapararon todos los titulares de los periódicos? ¿Quién se acuerda de ellos?» Son preguntas que despiertan nostalgia. Pero también esperanza.
Iñigo Linaje
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Perderse, sin rumbo premeditado, por las calles de una ciudad, es la mejor manera de conocerla. Lo decía Walter Benjamin. Lo decía, también, Sergio Chejfec. Ambos escritores hicieron del paseo desinteresado y arbitrario un arte: el arte de deambular y observar. Ese mismo arte es el que practica en su último libro Miguel Ángel Ortiz Alvero (Zaragoza, 1968). El creador aragonés, que ha publicado novelas, libros de poemas y los últimos años se ha decantado por el ensayo (hay que destacar 'Variaciones sobre el naufragio' y su reciente homenaje a Kafka en el centenario de su muerte, 'Por el camino de Kafka'), toma elementos de todos los géneros que ha cultivado en 'Deambulatorio', un relato fragmentario que no se adscribe del todo a ninguno de ellos, pero que contiene grandes dosis de lirismo, una pulsión inequívocamente memorística y evidentes trazos de una escritura ensayística y autobiográfica.
Las calles que recorre Albero en su deambular no son otras que las del barrio zaragozano en el que nació. Sin embargo, no por conocidas dejan de deparar hallazgos y deslumbramientos al paseante, que rehúye la nostalgia en favor de la inmediatez del presente observado. Y es que «es preferible pasear y no pensar en lo que fue sino en lo que es», escribe. Dividido en dos bloques, 'Deambulatorio' incluye un extraordinario apéndice en el que el autor alumbra sus meditaciones al hilo de las de otros ilustres 'flâneurs' urbanos como George Perec, Apollinaire o Rober Walser. Y lo hace con una prosa precisa y despaciosa que reclama la atención de un lector que, a buen seguro, encontrará aquí las propias huellas de sus vagabundeos vitales.
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Elena Sierra
No debe de ser fácil, pero para Claire Fuller pareciera que sí lo es. En esta novela consigue contar una historia distópica, de posapocalipsis -todo ocurre tras un extraño virus que acaba con casi toda la población- al mismo tiempo que bucea en el pasado íntimo y personal de uno de los personajes para ir narrando cómo ha podido llegar a encontrarse en el punto en el que está, aislada en un centro médico porque es voluntaria en el ensayo de una vacuna. De paso explica en otra de las tramas, con otro recurso, la vida fascinante de los pulpos -cómo se relacionan con el medio, cómo aprenden y sienten y otras cosas que desconocemos absolutamente-. El nexo de todo es Neffy, la voluntaria, de la que conoceremos su historia familiar y sus muchos fracasos en todos los ámbitos; ella está fascinada por los pulpos.
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'La memoria de los animales' es una novela que mezcla géneros para exponer, entre otras cosas, la extrema vulnerabilidad de los seres humanos. Capaces de desarrollar tecnologías alucinantes como esta que en la trama hace posible que, desde su aislamiento actual, Neffy se pasee por sus recuerdos sintiéndolo todo como aquella primera vez que lo vivió, y a la vez están tan expuestos a la enfermedad, el dolor y la destrucción de su estructura social que es muy posible que sean los otros animales quienes tengan más papeletas para sobrevivir. Una historia que nos deja varias reflexiones, Qué difícil es vivir en sociedad, y qué difícil a solas. Cuántas decisiones, cuánto cálculo, cuántos errores. Y cuánta memoria hace falta para seguir adelante, y para poder entender y enseñar algo.
Iñaki Ezkerra
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En 'El Evangelio según Yong Sheng', el escritor chino Dai Sijie nos brinda la historia novelada de su propio abuelo, un hombre nacido en 1911, en un pueblo cercano a la ciudad costera de Putian, que llegó a convertirse en uno de los primeros pastores protestantes de ese país. Escrito con la voz de un narrador omnisciente, que sólo en el desenlace cede el paso a la primera persona, el texto narra los avatares de una vida azarosa en la que no se sabe dónde la realidad se confunde con la fantasía poetizante del estilo o de los sueños. El mismo trabajo de carpintero del padre de Yong Sheng, el protagonista, parece una alegoría oriental: se dedica a construir unos silbatos que producen bellas melodías una vez amarrados a las plumas de las palomas mensajeras. El propio apellido Sheng (que significa 'sonido') es un homenaje a ese raro oficio paterno y se lo va a adjudicar al héroe de la historia el pastor Gu, un evangelista americano que lo acoge en su casa-escuela a petición de la familia del niño cuando éste tiene cinco años.
Será en ese segundo hogar donde conocerá a Mary, la hija de Gu, que se convertirá en su profesora y en algo parecido al amor de su vida. La escena en que la chica vierte leche de sus pechos sobre un crucifijo dentro de una secreta capilla católica que hay en el domicilio es de una sensualidad onírica más propia de una fantasías erótica que de una conversión. A lo largo de su noventa años de vida, Yong tendrá tiempo de estudiar Teología, dirigir un orfanato, vivir la Revolución Cultural, apuntar a Mary con una escopeta y encubrir de poesía exótica y mística oriental unas pasiones básicas y comunes a todo el género humano.
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Elisabeth G. Iborra
En 'Bienvenido Mister Chaplin', Juan Francisco Fuentes es el primer historiador en profundizar sobre la inexplorada historia de cómo la cultura de masas estadounidense cautivó a la sociedad española en el período de entreguerras. A través de un exhaustivo análisis académico, sobre todo de las hemerotecas que conservan archivos de periódicos de aquellas décadas, este ensayo desgrana los diversos factores que propiciaron la «americanización» del ocio y la cultura en un país tan lejano, que a pesar del Desastre del 98, el nacionalismo y el puritanismo que imperaban de manera oficial, también sucumbió al hedonismo, la libertad y la modernidad que representaba el 'American way of life'. Dentro de sus posibilidades.
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Fuentes despliega ante el lector un amplio abanico de manifestaciones de esta influencia: desde el auge del charlestón y el jazz hasta la pasión por las estrellas del cine mudo como Chaplin y Keaton, pasando por la adopción entusiasta de marcas y productos estadounidenses, incluso en la izquierda española. Resulta especialmente revelador el análisis que realiza de cómo la estética y temática 'yanqui' permeó en las vanguardias artísticas y literarias españolas, con especial énfasis en la Generación del 27.
A pesar de que la maquetación no favorece la legibilidad, este libro merece la pena porque el autor aporta una perspectiva inédita a través de anécdotas y testimonios de aquellas décadas antes de la Guerra Civil, un tiempo más vibrante y optimista de lo que nuestra memoria colectiva ha retenido.
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María Bengoa
Esta pequeña joya literaria clama contra la guerra armando un artefacto preciso y precioso. A través de los ojos de un adolescente que trabaja de mensajero en una oficina de telégrafos, Saroyan nos pasea por la vida y la muerte. Su libro parece inaugurar un género entre la novela y los relatos encadenados, entre la ligereza y la profundidad. La historia -contada desde la perspectiva de los que esperan el regreso de los soldados- engarza escenas con talento magistral para seleccionar qué narrar.
Todo sucede en Ithaca (California) en plena Segunda Guerra Mundial. La comedia se edifica mientras el telégrafo no deja de zumbar y Homer, a sus 14 años, hace planes para el futuro (Y mientras entrega telegramas que traen noticias de la muerte). La magia de la estructura permite que cada uno de los 39 capítulos funcione como un relato, pero su suma alienta una novela de iniciación. Los nexos convierten las casualidades en causalidad narrativa. Y la prosa musical transforma personajes pequeños llenos de verdad en materia reveladora: muestran con hondura la sustancia de lo humano. Esta novela de 1943 ha resistido el paso del tiempo con elegancia, nos da algo nuevo en cada relectura.
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