Manuel Rivas y el 'noir' poético
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Potencial lírico ·
Recientemente reconocido con el Premio Nacional de las Letras, el autor nos brinda una trama criminal aliñada con metáforasEl fanático auge de la novela negra en nuestra novelística ha propiciado, entre sus crecientes cultivadores, una búsqueda de fórmulas eclécticas o mestizas que ensanchen las fronteras del género. Y, de este modo, hemos acabado teniendo 'noir' histórico, 'noir' gótico y 'noir' político; 'noir' nortepeninsular, ... mediterráneo y mesetario; 'noir' rosa, erótico, bélico, ibérico, distópico… Lo que no habíamos tenido hasta la fecha es un 'noir' poético. A esa temeraria combinación se ha atrevido, ni más ni menos, el escritor coruñés Manuel Rivas con 'Detrás del cielo', una novela que tiene como escenario una recóndita aldea imaginaria, cuyo nombre -Tras do Ceo- coincide con el título del libro en la versión original de lengua gallega y ya nos adelanta ese fuerte potencial lírico del texto que, por otra parte, viene siendo habitual en la trayectoria narrativa del autor; una genuina marca de la casa, como si dijéramos.
En las primeras páginas, nos topamos con un grupo de lugareños de esa aislada localidad que se disponen a dar caza al Solitario, un voluminoso y peligroso jabalí albino al que se le atribuyen las muertes de dos personas. Antes de morir, el veterano cazador Roi Vello, que es una de esas víctimas, contribuye a apuntalar la leyenda sobre la extraordinaria inteligencia del animal. No era una bestia cualquiera: era un ser astuto, un asesino, un «guerrillero» al que ese grupo no deseaba abatir exactamente por venganza sino más bien porque sería el trofeo de sus vidas.
Ya en esa escena comparecen algunos de los personajes de la trama, desde el doctor Muriel al notario Estanis, pasando por el taxista Meco, el constructor Amadeo, el cabo Bruno y Dombo, el narrador en primera persona, que hace un papel casi demiúrgico dentro de la malla argumental porque pasa por un ser apocado, inocente, incluso disminuido, pero los observa a todos; tiene una opinión de todos; acumula, no sin resentimiento, las afrentas de todos y al mismo tiempo calla como una tumba fingiendo no enterarse de nada, movido principalmente por el afán de supervivencia y por el miedo. De uno de ellos dice: «No es el único imbécil que me considera un imbécil». En realidad, ese jabalí al que persiguen es eso que, en el arte cinematográfico, Alfred Hitchcock bautizó como 'Macguffin' y que cumple una función narrativa que, aunque no resulte esencial en la intriga, sirve para atraer el interés del lector, estimular su emoción y calentar motores antes de entrar en harina. La harina es, por supuesto, el asesinato.
Dombo somete al lector a idas y venidas temporales que arrojan determinada luz sobre los personajes y situaciones que confluyen en el verdadero nudo argumental del libro, al cual no es ajeno en absoluto un burdel llamado El Edén y el trato de esclavitud que recibe un colectivo de mujeres forzadas a prostituirse. Estamos ante una intriga criminal constituida con unos materiales agrios, duros, inhóspitos, pero, sin embargo, modulados por un depurado estilo poético y hasta cantarín en algún momento que evoca, gracias a la sonoridad metafórica y a la vivacidad de los diálogos, los ecos de gaita galaica de la celiana 'Mazurca para dos muertos'. Las metáforas de Rivas, así como el humor que asoma en instantes cruciales, suavizan la brutalidad de ese material con el que ha trabajado estas páginas y sus personajes malencarados. Estamos ante un autor que va de autóctono, bucólico y telúrico, pero que es quizá el más elaborado, calculador y sigiloso de nuestra narrativa.
En realidad, no es el de la poesía el único género que Rivas ha mezclado en esta novela con el policíaco. A este ha sumado asimismo, ocupando un espacio parejo, el ideológico. Y es que, a un idéntico nivel que las metáforas, flota aquí de un modo demasiado detectable el repertorio de las referencias de la ultracorrección política: el capitalismo depredador, la defensa del medioambiente natural, la España vacía o vaciada, la causa amimalista, el machismo con filiación sociopolítica, el maltrato a la inmigración… Dicho sesgo doctrinal, que resulta excesivamente reconocible, desluce un tanto los logros; resta brillo a los hallazgos estilísticos y disminuye los efectos de lo que se revela como una cosmética imaginista y un manierismo que esconde el dogma. Paradójicamente, es más eficaz la denuncia sanitaria que subyace de manera no tan explícita en el caso de ese cazador que, después de ser capaz de sobrevivir y reponerse a la embestida del jabalí, así como a los cosidos que le hicieron en el quirófano, «se lo lleva por delante en pocos días una fulminante infección hospitalaria».
Iñigo Linaje
Truman Capote llegó a la Costa Brava con su pareja en abril de 1960. La localidad de Palamós primero, y después Saniá, fueron los lugares en los que el escritor vivió -intermitentemente- a lo largo de tres años y donde se refugió para escribir la que sería su obra maestra: 'A sangre fría', una novela de no ficción donde reconstruye el juicio a dos asesinos y su posterior ejecución. En ese periodo de la vida del escritor norteamericano se adentró la periodista Leila Guerriero (Buenos Aires, 1967) cuando, en 2023, fue invitada por la Residencia Finestres (erigida hace dos años en la antigua casona donde vivió Capote) para escribir un reportaje. El resultado es literariamente brillante, se titula 'La dificultad del fantasma' y lo ha editado Anagrama.
Guerriero, con un saber hacer y un estilo impecable, articula su relato en dos planos: por un lado, el libro es el dietario de su estancia en la residencia y, por otro, la reconstrucción de los días del escritor en España y su posterior declive personal. La periodista se entrevista con las pocas personas vivas que lo conocieron, rastrea su paso por cafés y librerías, indaga en su biografía y en su correspondencia y lo que encuentra -precisamente- es el rastro de un fantasma que apenas dejó memoria de sus días allí. Tal vez, como escribió el propio Capote, «porque la felicidad deja muy tenues huellas; son los días negros los que están prolijamente documentados».
Iñaki Ezkerra
Alfonso Sierra Garrido (Madrid, 1975) es un novelista versátil que ha pasado de la intriga policíaca al género distópico. En 'La paz de la niebla' da un salto al tema de la Guerra Civil, que trata mediante el recurso literario de la analepsis. El texto discurre en dos planos temporales paralelos. Por un lado, está el que se desarrolla en Madrid entre enero de 2000 y enero de 2001. Su héroe es Simón, un empleado de la recogida de basuras que, tras su divorcio, volvió al viejo piso de sus padres, en el que vive solo ya que su progenitor dejó el hogar hace años y su madre se halla en una residencia aquejada de alzhéimer. Una revisión en el añoso contador de la luz le permite dar con una extraña nota escrita antes del alzamiento del 36. Su desciframiento, que da cuerpo argumental al libro, le conduce a la figura de su abuelo, desaparecido con la guerra del que nunca se habló en su casa y del que acabará averiguando que fue un miembro de la Guardia de Asalto durante la República.
El otro plano temporal discurre entre la primavera de 1936 y la de 1939. Sus escenarios van del municipio toledano de Calera y Chozas a la capital de España. En ellos se mueve una amplia galería de personajes sujetos al clima de resentimiento social y de tensión política y más tarde a los avatares atroces de la contienda por parte de uno y otro bando. El excelente fresco sociológico, en el que comparecen fenómenos como el del chabolismo, es uno de los aciertos de una trama que nos lleva a otra guerra, la de los Balcanes, donde el amor vuelve a poner su bello contrapunto.
Julio Arrieta
¿Cómo es que la Wehrmacht perdió Francia? A responder a ese 'cómo' «y, específicamente ese 'cómo' a los ojos de los soldados, marineros y aviadores alemanes» que se enfrentaron a los aliados en los arenales normandos hace 80 años, dedica el historiador militar británico Jonathan Rigg 'El Día D: La batalla de Normandía vista por los alemanes'. Como el autor señala, aquel episodio ha generado bibliografía suficiente como para empapelar la superficie de las cinco playas en las que transcurrió. Sin embargo, «se han escrito muy pocas cosas relevantes desde la perspectiva alemana y todavía menos desde la de los hombres que participaron en los combates».
Trigg no se refiere a los grandes personajes, «los Rommel o los Von Rundstedt, sino el modesto soldado alemán, el Landser, y los oficiales y suboficiales que los dirigieron y compartieron sus raciones, sus peligros y sus miedos». Sorprendentementa, buena parte de aquellos cerca de 10.000 hombres no eran alemanes. Entre ellos había rusos, polacos, georgianos, turcos y checos. Voluntarios o prisioneros de guerra vestidos de 'Feldgrau', el color gris básico oficial de uniforme militar alemán, mal equipados y peor alimentados, y enviados a defender el Muro del Atlántico o Atlantikwall. Los recuerdos y relatos de todos ellos conforman una crónica magnífica, durísima y terrible que podría dar lugar a una versión 'desde el otro lado' pero igual de dura de la célebre escena incial de 'Salvar al Soldado Ryan', de Steven Spielberg.
J. Ernesto Ayala-Dip
Michael Connelly reúne en 'La espera' a la detective Ballard y la hija de Harry Bosch, tan rigurosa como su padre, tras la pista de un asesino en serie
Se publica estos días una nueva novela del gran Michael Connelly, 'La espera'. Yo le llamo el «gran» con la seguridad del que sabe que no se equivoca. Reconozco un cierto aire imperativo en esta sentencia, pero juro que no quiero resultar petulante. Cualquiera que conozca el género sabe de qué hablo cuando me rindo ante un nuevo 'Connelly'. La novela que ahora comento nos devuelve la ocasión de disfrutar con el retorno de sus reconocidas investigadoras: la detective Renée Ballard (no sería nada extraño que su nombre fuera un homenaje al gran maestro inglés de la novela de ciencia de ficción y de antelación, J. G. Ballard) y Maddie Bosch, hija del detective Harry Bosch.
Al padre de Maddie lo hemos visto ejercer su oficio con un rigor casi cartesiano. Pues ese mismo rigor ha heredado su hija. Cuando se habla de Bosch se habla de una de las novelas policíacas que más me han impresionado, me refiero a 'El eco negro' (1992). Allí aparece en toda su amplitud moral y de lucidez social la figura de Bosch, allí también conocemos su vida y el pesar que arrastra desde su infancia, con algunas reminiscencias de otro grande del género: James Ellroy. También sabemos de su mujer, la madre de Maddie, de la que se divorcia. Pero en 'La espera' la reina de la trama es Renée Ballard.
En esta novela Michael Connelly vuelve con sus milimétricas tramas. Recorre las calles un asesino en serie. Connelly no permite nunca espacios sin llenar, lagunas inapropiadas, paisajes físicos y humanos sin sentido. Cuando sus detectives terminan sus casos, siempre victoriosos, el sabor que dejan en sus lectores es el de algunos dolores incurables. En sus novelas ganar deja secuelas tan hondas como si hubieras perdido.
Hay un tema que no es menor, parece una cuestión azarosa pero en el fondo es el que dispara la intriga, junto con la conexión entre un despiadado asesino en serie y un joven al que hacía poco habían detenido. A Renée Ballard le roban su arma reglamentaria y los documentos que acreditan su condición de detective. Aquí Connelly aporta su granito de arena para defender la condición femenina de su heroína. Ese desgraciado accidente la pondrá en la picota ante sus superiores, agravando su situación solo por ser mujer. Por cierto, Harry Bosch hace una fugaz aparición.
Les puedo asegurar, queridos lectores, que con esta novela van a disfrutar de un género que siempre se renueva hasta la excelencia literaria. Y van a disfrutar nada menos que con la reaparición de Ballard y la fascinante Maddie Bosch. Algún día, espero tener la oportunidad de preguntar a Pierre Lemaitre por qué insoportable razón no ha incluido a Michael Connelly en su diccionario de la novela negra.
Pablo Martínez Zarracina
Cuarta entrega del ciclo de Antonio Scurati sobre Mussolini, un proyecto literario que aúna de un modo infrecuente la ambición con la elipsis, el detalle con la gran perspectiva, la monumentalidad con el ritmo. La fórmula funciona una vez más y la historia se pone en marcha a toda máquina.
Al comienzo del libro -verano de 1940-, el Duce cree firmemente que la guerra terminará pronto con la victoria del Eje sobre Inglaterra; setecientas páginas después -julio de 1943-, Alemania está atrapada en el frente oriental y Mussolini, tras ser apartado del poder por el Gran Consejo Fascista, comprende que Víctor Manuel III no lo ha sacado del Palacio Venecia para protegerlo, sino para encerrarlo.
Entre ambos momentos, tres años decisivos de la Guerra Mundial y la caída del fascismo italiano en una deriva fatal e incompetente que tiene consecuencias trágicas y alcanza cotas ridículas. En párrafos de una fisicidad de creciente simbolismo, Scurati enlaza la decadencia de Mussolini, la corrosión de su mito, con los problemas estomacales que le paralizan y encogen. El derrumbe del delirio fascista implica un nuevo delirio: el de redoblar la violencia (en esta entrega se habla de los campos de Rab y Gonars), también dentro de las propias filas.
Los fracasos en el frente hacen que Mussolini termine despreciando a los italianos, «sentimentales excitables» incapaces de comportarse como guerreros. «Aquí se mata demasiado poco», le dice el Duce nervioso y avejentado al general Roatta en Gorizia, con los Balcanes ardiendo, en 1942.
Los sucesivos encuentros entre Hitler y Mussolini funcionan en estas páginas de un modo similar, mostrando a dos megalómanos cada vez más recelosos, obsesivos y deteriorados; cada vez, por tanto, más peligrosos.
Siempre capaz de describir con agudeza el juego político y la intimidad de los despachos -cada diálogo en este ciclo, recuérdenlo, es en teoría documentable-, con la guerra alcanzando dimensiones nunca vistas Antonio Scurati se mueve con brillantez en el escenario descomunal del campo de batalla.
A través de capítulos que funcionan como fogonazos, el lector se asoma en estas páginas a la Batalla de Inglaterra, ve a los euzones griegos parando a las tropas alpinas italianas en Metsovo, sobrevuela el fuego de la Noche de Tarento o acompaña al Africa Korps en su desembarco en Trípoli.
La eficacia del autor es enorme y su acercamiento a la historia es tan personal que el lector termina 'La hora del destino' pensando en términos narrativos que lo que le queda a Mussolini por delante -la Operación Roble, la República de Saló, el fusilamiento y el epílogo salvaje en la Plaza Loreto de Milán- es un material perfecto para que Scurati cierre su proyecto por todo lo alto.
Mariano Villarreal
Crononauta es una editorial consagrada a la publicación de libros de género fantástico (fantasía, ciencia ficción y terror) desde una perspectiva de género, que solo publica a autoras o autores no binarios. Tras la pandemia, decidió adentrarse en la ficción corta a través de relatos online en una plataforma de suscripción, un proyecto necesario para visibilizar diferentes sensibilidades, mundos y situaciones que, de otra manera, permanecerían relegados en las sombras.
Este volumen sigue los pasos del anterior 'Abrazando la revolución' (2022) y recoge algunas de las mejores historias publicadas, tan crudas como 'Nosotras, las chicas que no sobrevivimos' de E. A. Petricone (premio Shirley Jackson 2022), tan sensibles como 'Reflexiones en lengua alienígena' de Vandana Singh o tan brutalmente realistas como la distópica 'El test de la coneja' de Samantha Mills (premios Hugo, Nebula, Locus y Sturgeon 2023).
Lectura como reflexión y reivindicación de la diversidad y los derechos sociales, que alza la voz por colectivos oprimidos y que permite descubrir nuevas e interesantes firmas. Trece relatos en los que se subvierten y reinterpretan los cuentos tradicionales, se defienden conquistas civiles y se tratan temas espinosos como el derecho al aborto, el anticapitalismo o la invisibilización de las mujeres en los movimientos artísticos a lo largo de la Historia. Una auténtica revolución capaz de alcanzarnos a todos.
Elena Sierra
El título es poético y trágico, y hay destellos poéticos por toda la primera novela del escritor mexicano Hiram Ruvalcaba aunque lo que predomina es la tragedia. Cómo llamar si no a la violencia que está en todas partes -en casa, en la escuela, en la calle, en el bar, en el trabajo- y que no se queda en una amenaza o en una paliza o en el miedo, sino que conlleva la muerte. Y cómo llamar a la realidad de un país en el que el 90% de los casos de asesinato quedan impunes y solo el 5% acaba con un culpable preso. Cien asesinatos cada día en el país. Miles de mujeres torturadas, violadas, asesinadas y tiradas en la calle desde que se lleva la cuenta (no hace mucho). El problema es grave y Ruvalcaba cuenta aquí, moviéndose entre la verdad -a su tío lo mató un desconocido, a su vecina el exmarido-, la ficción y la crónica periodística, ese ascenso de la violencia desde que él escuchó los primeros disparos en la puerta de al lado a los 8 años.
En 'Todo pueblo es cicatriz' el autor se pregunta si allá, cerca del escenario creado por Juan Rulfo en sus ficciones, no estarán todos muertos; estar muerto es vivir en un riesgo constante y, sobre todo, continuar con una educación y una convivencia violentas porque es lo que se ha heredado. ¿Pegar a la mujer? ¿Abusar de la amiga? Para qué repensarlo. Ruvalcaba anima, mediante el análisis de su propio comportamiento, a rebelarse contra eso, a construir una nueva manera de relacionarse. Y lo hace muy bien.
Borja Crespo
Entre el maremágnum de novedades en cómic que asaltan semanalmente las librerías, cabe destacar el esfuerzo de algunas editoriales independientes con label nacional, pequeñas pero matonas, entre las que brilla especialmente Apa Apa Comics, que tiene muy clara su línea de trabajo. 'Todo mal' es una novela gráfica de mimado aspecto que firma una autora joven con varios galardones a sus espaldas, entre ellos un Eisner. Moa Romanova, nacida en 1992, publicó en 2018 en Suecia, su país de origen, un debut encomiable que por fin ve la luz en nuestro mercado. Una narrativa excéntrica y un poderío visual excepcional son las tarjetas de presentación de una propuesta que se sale de los cánones establecidos. La efervescencia de sus viñetas entronca con el empleo de formas geométricas y cuerpos exuberantes, una seña de identidad que eleva el resultado, muy marcado generacionalmente. Además, trata un tema de plena actualidad: la salud mental.
'Todo mal' presenta a una joven veinteañera sumida en una profunda crisis existencial. Cuando peor se siente, inmune a los fármacos, aparece un individuo en su vida que agita sus cimientos vitales sin remedio. Entre ataques de pánico va conociendo al sujeto, un tipo mayor que le dobla la edad e intenta embaucarla con la erótica del poder. En la obra, no exenta de humor, se aprecian trazas autobiográficas de la autora. Las relaciones tóxicas y la manipulación son objeto de disección.
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