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Fue solo después de una larguísima insistencia que el doctor Kafka se dejó convencer para publicar en una revista. El pudor, la vergüenza, el pánico le habían impedido durante años tomar esa decisión: descubrir al mundo las cosas que sucedían en el interior de su ... libreta, que ocultaban más que revelar los aplicados renglones de letras en forma de hormiguero, le parecía como permitir que un cirujano fuera sacándole, uno a uno, el hígado, la vesícula y el páncreas y colocándolos en una palangana. No, él no quería. Pero Max fue tan persuasivo que, finalmente, se vio allí: en el interior de un folleto de papel verjurado, levemente rugoso al tacto, decorado con cenefas y grutescos, que apenas se atrevía a abrir con mano temblorosa cuando el correo lo depositó en el escritorio de su oficina.
Se arrepintió en el mismo momento de pasar la primera página. Y no solo porque la tipografía, el justificado, su nombre en lo alto, todos esos detalles administrativos le volvieran ajeno un texto que ya no era suyo, sino por algo muchísimo peor: había una errata. Leyó y releyó varias veces la misma línea, deseando equivocarse, en la esperanza de rectificar, con la sola fuerza de su mirada, el error que convertía una palabra en otra y, desde allí, convertía su prosa en una cosa distinta, lo convertía a él en una persona distinta. La vida se compone de fragmentos minúsculos, razonó cerrando la odiosa revista y reclinándose en su asiento: la posición de un protón convierte en magnesio el sodio, un gen decide el infarto y la melodía, el amor depende de torcer en la cuarta esquina en vez de la tercera al abandonar el umbral: parecía apropiado que toda su fortuna futura como escritor radicara en el intercambio de dos vocales. Él había escrito 'Lied', que significa canción, y la revista decía 'Leid', que es dolor. Una mañana de sol de hacía dos o tres meses había salido a pasear por la Ciudad Vieja y había visto a una muchacha detenida frente a un escaparate de mercería; el aire era transparente, sonaba un caramillo, la muchacha enseñaba la media al apoyarse en el tobillo: el universo le pareció compuesto de música. 'Das Leben ist ein langes Lied', había decidido su optimismo, pero ya no existía remedio. Entonces decidió que jamás publicaría nada más: todo es un malentendido.
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