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Piazzolla toca el bandoneón, instrumento que universalizó junto al tango. e. c.
El magnicida del tango
Música

El magnicida del tango

Aniversario ·

Astor Piazzolla, que cumpliría cien años el próximo jueves, mezcló la tradición con la música clásica y el jazz para dar un impulso nuevo al género

Sábado, 6 de marzo 2021, 00:16

Los orígenes de la palabra 'tango' se vinculan tanto a un término propio de las lenguas africanas llegadas al Río de la Plata a través de los esclavos negros, y cuyo significado sería 'lugar cerrado', como a un vocablo de origen portugués introducido en América a través del dialecto criollo afroportugués. Fue su transformación en baile lo que lo asoció a las casas de los suburbios bonaerenses donde los negros se juntaban para bailar y olvidar sus penurias.

Poseedor de un lenguaje particular y con unos códigos muy cerrados, el tango fluía en las boleras, en los edificios grandes y humildes con cuartos pequeños de los arrabales y en las casas de baile. De aquí pasaría a teatros, academias y lugares como el Almacén de la Milonga, el Café Sabatino y el Viejo Bailetín del Palomar. La música animada, jovial, golfa y descarada del ritmo del dos por cuatro, ejecutada por precursores como Eduardo Arolas, Enrique Saborido o Rosendo Mendizábal, sonaba en todos ellos, y su esencia proveniente del candombe, la milonga, la habanera, el tango andaluz, el chotis, el cuplé, etc., se fue convirtiendo en referente de la construcción nacional de la Argentina moderna.

En la primera década del siglo XX, el bandoneón se convierte en el instrumento emblemático del tango (Arturo Bernstein, Eduardo Arolas, etc.) y en la segunda, el contrabajo (Francisco Canaro) y el piano (Roberto Firpo) lideran las grandes orquestas. Se inicia la época en que Carlos Gardel comienza a modular, a 'frasear', y Pedro Maffia hace lo propio con el bandoneón, logrando un sonido más intimista y nostálgico del instrumento. Los conjuntos de la denominada 'guardia nueva' o 'escuela decareana' se transforman en sextetos instrumentales con dos bandoneones, dos violines, piano y contrabajo. La época dorada del tango coincide con la posguerra europea, tras el conflicto de 1914-1918, y dura hasta la crisis que se inicia en 1955.

Curiosamente, en este período comienza a destacar su gran renovador, Astor Piazzolla, de cuyo nacimiento se cumplen cien años el próximo día 11. Abandonando la generación del cuarenta, busca nuevos horizontes con agrupaciones y composiciones que rompen con los convencionalismos tradicionales, eleva el tango a música de concierto o música culta y la universaliza a la par que hace lo propio con su instrumento, el bandoneón.

A pesar de las críticas fue un innovador revolucionario que se adelantó a su época

Nacido en Mar del Plata y criado en Nueva York, la dureza de la vida en esta última ciudad conformó su carácter pétreo y agresivo. Fue también donde recibió influencias de músicos como Gershwin. Allí comenzó a tocar el bandoneón que le regaló su padre, aprendió a amar a Johann Sebastian Bach a través de las clases de Bela Wilda y se empapó de innovadores del tango como Julio del Caro y Elvito Valdaro y adoró a Eduardo Arolas y Agustín Bardi. Posteriormente, y ya en Argentina, siguió su aprendizaje. Primero con Alberto Ginastera, al que llegó a través del pianista Arthur Rubinstein, y luego con Juan José Castro, que le dio clases hasta 1945, a la par que le aconsejaba asistir a los ensayos de las orquestas sinfónicas y tocaba en el grupo de Aníbal Troilo. Cuando lo abandonó, en 1944, se fue al del vocalista Francisco Florentino, que ya podemos denominar la orquesta típica de Astor Piazzolla. Después trabajó para el sello Odeón (1946-1949); disolvió el grupo; se convirtió en 'compositor a medida' de las grandes orquestas y compuso música para películas, a la par que aumentaban las críticas a sus creaciones; ganó con la obra 'Buenos Aires' el Concurso Fabien Sevizky de composición en una época ominosa en la que se censuraba a Borges, Lamarque, Pugliese o Yupanqui; cambió su estilo y lo dotó de sentimiento después de las clases en París con Nadia Boulanger, aprendiendo de Bartók, Ravel, Stravinsky y Prokofief, y convirtiéndolo en tango y música clásica; creó, al mismo tiempo que estudiaba en la capital francesa, una orquesta de cuerdas con músicos de la Ópera de París como Lalo Schifrin y Martial Solal; y compuso tangos afrancesados como 'Río Sena', 'Picasso, Marrón y azul', 'Luz y sombra', etc.

Formato francés

Cuando volvió de París, en 1955, formó el Octeto de Buenos Aires, con el que pretendió romper los esquemas musicales vigentes en Argentina. La fusión de Ginastera y Boulanger incorporó a sus composiciones el jazz, el swing y el contrapunto de la música clásica, e incorporó la guitarra eléctrica para conseguirlo mejor (Barney Kessel, Jimmy Raney). Del grupo nacieron dos álbumes, 'Tango progresivo' y 'Tango moderno', con pocas composiciones de Piazzolla. Poco después aparecen los dos discos más importantes de esta época, 'Lo que vendrá' y 'Tango en HI-FI', en los que repite el formato francés de bandoneón, cuerdas y piano. En el primero, encontramos rasgos que se convierten en permanentes en su producción futura (el papel de los solistas y las acentuaciones asimétricas con gran fuerza rítmica). En 1958 se marcha a EE UU y graba sus dos únicos discos de lo que denominó 'jazz-tango', dos años más tarde vuelve a Buenos Aires y crea el Quinteto Nuevo Tango, con el que define finalmente su estilo musical, y en 1963 forma el Nuevo Octeto y gana el Premio Hirsch por su serie de 'Tangos sinfónicos'.

A partir de aquí van apareciendo 'El tango' (1965), con letras de Borges; 'María de Buenos Aires' (1967) y 'Balada para un loco' (1969), con el poeta Horacio Ferrer; 'El pueblo joven' (1970) en París; 'Concierto de Nácar, para nueve tanguistas y orquesta filarmónica' (1972); 'Summit' (1974) y 'Libertango' (1974) ya en Italia tras haber sufrido en infarto; 'Suite Troileana' (1975); 'Quinientas motivaciones' (1976); 'Le Grand Tango' (1982) dedicado a Rostropóvich; etc. En 1988 crea su último conjunto, el Sexteto Nuevo Tango, después de una operación de corazón, hasta que tres años más tarde sufre una trombosis cerebral en París y muere en Buenos Aires en 1992.

El 'asesino', el 'maldito', el 'bastardo', el 'magnicida' del tango, que de todas esas formas le llamaron, fue a pesar de críticas y desprecios un innovador revolucionario que se adelantó a su época y un teórico que introdujo un sistema de lectura nuevo, más emparentado con su aprendizaje neoyorquino que con el propio género, en una música en la que conviven el género tradicional, la música clásica y el jazz y en la que se entremezclan estilos, tecnicas y lenguajes. Innovaciones armónicas, rítmicas y tímbricas hacen que su música suene a tango, jazz, psicodelia, flamenco, fado, chanson o tonadas genovesas. Por eso encontramos desplazamientos del acento en el interior de la milonga, con un efecto de síncopa (8 pulsos agrupados en 3+3+2), vinculado a Bela Bartók, que potencia la ambigüedad en la cerrada métrica del tango; por eso vislumbramos el carácter de urgencia de su música y esa ejecución al límite de las posibilidades técnicas y por eso reconocemos a Bach, al citado Bartók, a Gershwin, etc., en sus composiciones. Más de medio millar de obras y casi cincuenta bandas sonoras así lo corroboran. Piazzolla simboliza la ruptura del paradigma del tango.

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