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Estos arquitectos se llaman utópicos porque la mayoría de ellos jamás llegaron a levantar un edificio de verdad, sino que se contentaban con imaginarlos sobre el papel. Ledoux inventó una salina en forma de poliedro de sal; los pabellones de recreo de Lequeu estaban custodiados ... por esfinges y extrañas jirafas decapitadas; en el cenotafio que Boullée dedicó a Newton había una cúpula monstruosa donde era eternamente de noche, salvo por un óculo, en lo alto, que rompía la oscuridad con una barra amarilla; Malastre diseñó un edificio entero de cristal, que debía ser emplazado en lo alto de un cerro desde el que se divisara una ciudad.
Los manuscritos en que Malastre detalla su plan pueden consultarse en la Bibliothèque Nationale si uno sabe sobornar al bedel (sus devociones: los bombones de licor y las novelas eróticas). Es difícil esquivar los manchurrones con formas de países que salpican las páginas, pero el ojo entrenado sabrá retener lo esencial: la Torre de Cristal de Malastre era una máquina de mirar, o, por usar su propio esdrújulo, un Panóptico. Tenía tres cuerpos, diversos en altura, y estaba distribuida sobre una planta en rombo en la cima de una colina. Los cristales de la planta inferior debían ser más gruesos, con colores casi alcohólicos, que variaban del verde profundo al rojo del delirio: el inquilino debía contemplar la ciudad desde ahí en las tardes de apatía, principalmente los domingos. En la planta de arriba los cristales eran más leves, aunque no transparentes del todo, y se accedía a ellos a través de una dificultosa escalera en espiral, reservada a los momentos de euforia: desde allí la ciudad era una minúscula cosa de juguete que podía desaparecer en un estornudo. El cristal de la linterna superior había que traerlo del Beluchistán y poseía unas características especiales que yo no entendí, porque una mancha con las fronteras de Eslovaquia tapaba los adjetivos.
Había una habitación en el sótano, que no era de cristal. Malastre recomendaba confiar la llave de esta habitación a alguien que se encontrara lejos, que no respondiera al primer recadero que llegue, al telegrama urgente, a la llamada de teléfono intempestiva a las tantas de la madrugada.
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