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Pigmalión, o cómo los dioses nos castigan con lo que más deseamos
La mirada

Pigmalión, o cómo los dioses nos castigan con lo que más deseamos

Sábado, 17 de febrero 2024, 00:02

Fue por entonces cuando el desdichado comenzó a mirar de reojo la estatua de la doncella, y a preguntarse si el tacto de sus brazos sería más suave o más tibio que el de las esclavas que le habían consolado en las noches de invierno. ... A la pregunta siguió la obsesión: sin que pudiera explicarse por qué, se vio arrastrado hasta la habitación a horas en que ni siquiera arden las palmatorias, fue impulsado a escalar el plinto y, ya de puntillas sobre el reborde del pedestal, a abrazar los blancos costados allí donde la túnica de marfil comenzaba a curvarse. No había sangre dentro de la estatua, ni aire que templara el mármol de sus labios; sin importarle, él se estrujaba contra la doble hinchazón del pecho y se dañaba los dientes en busca de besos no correspondidos. El amor es estrecho y nada sabe de lo que sucede fuera de él: pronto todos los habitantes de Chipre lo observaban de soslayo al bajar la calzada de la muralla y lamentaban su forma extraviada de mirar o de elegir las palabras.

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