
La librería espiritista de Arthur Conan Doyle
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En 1925 abrió una tienda y un museo con los que esperaba convencer a los escépticos de la realidad de la vida después de la muerteSecciones
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Londres ·
En 1925 abrió una tienda y un museo con los que esperaba convencer a los escépticos de la realidad de la vida después de la muerteSiento debilidad por las librerías de viejo. Mi preferida es Atlantis Bookshop. Se encuentra a dos pasos del Museo Británico y está especializada en lo ... paranormal. Desde que en 1990 entré en ella por primera vez, no hay viaje a Londres que no la visite. En sus estanterías he encontrado primeras ediciones de Ignatius de Loyola Donnelly, George Adamski y otros autores. Atlantis abrió sus puertas en el 49A de Museum Street en 1922, tres años antes de que Arthur Conan Doyle inaugurara su propia librería esotérica, The Psychic Bookshop, en el 2 de Victoria Street, cerca de la abadía de Westminster.
Tras la Primera Guerra Mundial, el padre de Sherlock Holmes se volcó en el apostolado espiritista. Hizo giras internacionales de conferencias y publicó obras como 'La nueva revelación' (1918), 'El mensaje vital' (1919) y 'El caso de la fotografía de espíritus' (1922), además de dos gruesos volúmenes sobre 'Historia del espiritismo' (1926). Devoto creyente desde su juventud, se había casado en segundas nupcias con la médium Jean Leckie en 1907, un año después de la muerte de su primera esposa por tuberculosis. Cuando en enero de 1925 anunció en la revista espiritista 'Light' la apertura de The Psychic Bookshop, aseguró que solo vendería títulos sobre esa fe y que iba a disponer de un gran inventario.
La inauguración de la librería el 9 de febrero atrajo a «un grupo constante de personas durante todo el día, que compraron libros y folletos», según la crónica de 'Light'. El escritor y su esposa «visitaron la tienda por la mañana y por la tarde, y respondieron a muchas consultas». Doyle deseaba, además, crear en el local una biblioteca y había pedido en la revista ayuda a quienes quisieran desprenderse de libros viejos o duplicados. «Durante mucho tiempo me ha parecido que uno de los puntos débiles de nuestro movimiento psíquico es la completa desconexión entre nuestra espléndida literatura y el hombre de la calle», lamentaba.
Cinco meses después, abrió una exposición en el sótano de The Psychic Bookshop. «Mi museo puede ser el más pequeño de Londres, pero es tan grande como cualquier otro museo, porque el visitante tendrá que dedicar varias horas a sus exhibiciones si realmente desea examinarlo todo a fondo. Es también único. Podemos presentar la historia de cada objeto, y no creo que el escéptico más empedernido pueda recorrer nuestra exposición y mantener después duda alguna sobre la continuidad de nuestra vida después de la muerte física», aseguró a 'The Strand Magazine' en mayo de 1927. Las pruebas de la vida después de la vida eran fotos de espectros, muestras de escritura automática, objetos materializados en sesiones espiritistas y obras de arte de origen mediúmnico.
«Esta habitación está llena de cosas increíbles. Cosas que en otros tiempos se habrían llamado milagros o resultados de milagros. Un milagro, ahora y siempre, es simplemente la intrusión de alguna fuerza natural que aún no comprendemos. Por eso es incorrecto utilizar las expresiones sobrenatural o más allá de lo normal en relación con estas manifestaciones de poderes cuyos métodos todavía ignoramos. Todo en la Naturaleza es natural y normal, lo comprendamos o no», contó al periodista Leonard Crocombe. Allí estaban las fotos de las hadas de Cottingley, que Doyle consideraba una prueba de la existencia de esos seres y en realidad eran figuras de papel recortadas de un libro de cuentos. Les había dedicado una obra, 'El misterio de las hadas' (1922).
Aunque la librería tenía tres empleados, él también atendía el negocio. «Había ido a comprar un volumen recientemente publicado y encontré a sir Arthur sin el abrigo y con un gran paquete de libros en los brazos. Que un hombre cuyo tiempo era tan valioso se dedicara a la tarea manual de transportar fardos de libros, me parecía la prueba decisiva de su interés por la empresa. Salí de esa librería como un hombre humilde», recuerda John Lamond en 'Arthur Conan Doyle: a memoir' (1931). A pesar de toda esa actividad, el negocio no acabó de despegar. «La librería nunca tuvo beneficios reales», afirma Alexis Barquin en 'The Arthur Conan Doyle encyclopedia', donde añade que el escritor pagó siempre de su bolsillo el alquiler del local, 750 libras anuales.
En mayo de 1930, con la salud muy deteriorada tras un ataque al corazón, Doyle le dijo por carta a su amigo Harry Price -también investigador psíquico, aunque más escéptico que él- que quería convertir la librería en una empresa que le sobreviviera. No le dio tiempo. Murió el 7 de julio de un infarto en su casa de Crowborough. Dos años después, sus herederos se deshicieron de la librería-museo. Nadie sabe adónde fueron a parar los objetos que se exponían en Victoria Street. El espiritista Edwin Butler contó en 'The Book & Magazine Collector' en 1998 que había oído rumores de que resultaron destruidos durante los bombardeos nazis de Londres, pero también de que fueron vendidos a estadounidenses.
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