Leo Strauss en el imaginario político
Apropiación conservadora ·
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Apropiación conservadora ·
Junto a la 'mentira noble', admisible para lograr un bien mayor, uno de sus planteamientos de más éxito fue el elitismo intelectualEl conservadurismo más rancio estadounidense venera la figura de un filósofo alemán de origen judío que, huyendo del nazismo, se trasladó al «país de las oportunidades» en 1937 y cuyos escritos y legado generaron siempre una gran controversia y tensión intelectual. Nos referimos a Leo ... Strauss, escritor y filósofo difícil en sus planteamientos y recuperador de textos y pensadores olvidados como el más que célebre caso de Jenofonte en su versión socrática y en la hierónica. Sus ideas se han utilizado, al igual que la de otros filósofos, con fines políticos, pero es mucho más interesante contemplarlo desde la perspectiva del pensador constructivo de la historia de la filosofía moderna. Claro que, en este caso, fue mucho más notoria esta apropiación tergiversada al convertirse de forma involuntaria en «corpus especulativo» de la administración de Bush y de la invasión norteamericana de Irak.
Nacido en 1899, estudió en Marburgo y se doctoró en la Universidad de Hamburgo con una tesis sobre el problema del conocimiento en Jacobi. Más tarde, se trasladó a Friburgo para adentrarse en la fenomenología a través de las clases de Husserl. Allí estudiaba también Heidegger y en su órbita, futuros referentes como Hannah Arendt, Georg Gadamer, Karl Löwith, etc. Una recomendación de Carl Schmitt y el apoyo de la Fundación Rockefeller le permitió viajar a París en 1932, donde inició la obra 'Filosofía y derecho. Contribuciones para entender a Maimónides y sus predecesores' (1935), y dos años más tarde a Inglaterra donde elaboró su libro sobre la filosofía política de Hobbes.
En su etapa estadounidense (Columbia, Nueva York y Chicago) se centró en la figura de Platón y otros clásicos y se convirtió en un personaje atractivo intelectualmente entre varios estudiantes de Chicago que luego ocuparían cargos de responsabilidad en los gobiernos estadounidenses (Abram Schulsky, Paul Wolfowitz, Dick Cheney, Richard Perle, Donald Rumsfeld, Condoleezza Rice y Karl Rove). Estos, junto con académicos, periodistas e intelectuales (Harvey Mansfield, William Kristol, Francis Fukuyama, etc.), trenzaron un armazón intelectual que ratificaba esta fascinación, saltando sus ideas de la Universidad a la Casa Blanca. Una noble mentira es admisible para justificar y alcanzar un bien mayor y esto hizo que de la recuperación del valor de las estructuras políticas premodernas se llegara a la luminaria política estadounidense y al «gobierno de los escogidos».
Junto a la recuperación de la «mentira noble», uno de los planteamientos straussianos más exitosos entre los neoconservadores sería precisamente esa especie de elitismo intelectual que se desliza detrás la tesis de la escritura esotérica: la verdad es para unos cuantos y a las masas es mejor dosificársela ('Sobre la tiranía', 1948). Censurado, incomprendido y denigrado, a la par que estimado y respetado, es una rara avis al proponer la vuelta al pensamiento político clásico en un contexto histórico en el que en EE UU triunfa la revolución conductista, la que considera que los asuntos políticos deben tratarse desde una perspectiva empírica y conductual. Strauss manifiesta que la crisis de su época, que incluye la de Occidente y la de la filosofía política moderna, es una crisis de la razón, tal y como pone de manifiesto al estudiar el nihilismo alemán. El corazón de la crisis contemporánea de Occidente radica en que la filosofía política es reemplazada por la ideología y se trata de ajustar, revitalizar y aplicar la tradición filosófica socrática a las circunstancias de un contexto contemporáneo ('Sobre una nueva interpretación de la filosofía política de Platón', 1946; 'Sobre el Simposio de Platón', 1959; 'Sócrates y Aristóteles', 1966; etc.).
Todo su pensamiento está marcado por lo que denominó «la crisis de nuestro tiempo», atribuible a una crisis filosófica que ha llevado a la filosofía política a una fase de decadencia donde la intolerancia, la irresponsabilidad, el fanatismo y el nihilismo campan a sus anchas ('Derecho natural e historia', 1953; 'La crisis de nuestro tiempo', 1964; 'Las tres olas de la modernidad', 1965). Plasma su ideario escribiendo entre líneas e interconectando filosofía, política y fe y concede la máxima importancia al pensamiento como timón de los rumbos de las sociedades y como elemento central para mejorarlas ('Enseñanza esotérica', 1930; 'Persecución y el arte de escribir', 1952, etc.).
Recordemos que junto a la 'mentira noble', uno de sus planteamientos de más éxito fue el elitismo intelectual que se esconde detrás de la tesis de la escritura esotérica y de una aristocracia enmascarada en democracia. Todo ello bajo la idea de recuperar la racionalidad política clásica. El cuidado discreto de una aristocracia educada liberalmente no genera sombra suficiente que cuestione el amor por la democracia de Strauss. En ello se refleja también la filosofía desafiante de un autor imprescindible.
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