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Dolores Redondo, durante la presentación de la novela en Bilbao. M. LÓPEZ
Qué leer: Dolores Redondo y el 'noir' húmedo

Qué leer: Dolores Redondo y el 'noir' húmedo

La pista de un asesino de mujeres en período de menstruación lleva al héroe de Glasgow a Bilbao

Iñaki Ezkerra

Sábado, 19 de noviembre 2022, 00:05

La novela negra podría catalogarse por el paisaje y por el clima. Podría, así, hablarse de 'noir' soleado cuando la acción transcurre en una ciudad luminosa como Los Ángeles, o de 'noir' nublado cuando sus protagonistas se mueven entre las nieblas londinenses; de 'noir' nevado cuando nos topamos con la novela criminal nórdica, o de 'noir' mediterráneo ante unos escenarios de la costa levantina como el de 'Lo que esconde tu nombre', con el que Clara Sánchez ganó el Nadal en 2010, o como el de 'Muerte en Santa Rita', que Elia Barceló ha publicado en este mismo año. Atendiendo a esa clasificación paisajística y climática, 'Esperando al diluvio', la última novela de Dolores Redondo, podría entrar con todo derecho en la categoría de 'novela húmeda', pues ella misma se define como «una escritora de tormentas» en la introducción de carácter personal y autobiográfica que abre el libro. Nada más entrar en las primeras páginas de este, el agua adquiere una amenazante presencia sobre un niño, Johnny, que vive en las cercanías de un lago escocés, el Katrine -el mismo que inspiró el poema 'La dama del lago' a Walter Scott-, y al que los mayores imponen la dura obligación de lavar la ropa en un pilón helado y sórdido.

Ed. Destino. 578 páginas. Precio: 22,90 euros (ebook 10,99).
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En el segundo capítulo, ya se nos muestra al autor de los asesinatos que constituyen el argumento de la novela en plena acción, buscando en una discoteca a su próxima víctima. Su 'modus operandi' consiste en mostrarse encantador y en ofrecerse para llevarla en coche a su casa, a la que no llegará nunca. Dos datos se nos brindan que resultarán cruciales en el texto: la fobia patológica y fanático-religiosa que en ese personaje despiertan las mujeres menstruantes, más aún si se ofrecen sexualmente a un hombre en esa fisiológica circunstancia, así como el nombre de pila y el apodo con el que se refiere al psicópata la Policía.

John Biblia, el asesino de chicas de Glasgow, ya nos ha sido presentado. Por la coincidencia de ese nombre con el del niño del lavadero del capítulo anterior podemos deducir que la voz narrativa de tercera persona nos ha estado hablando del mismo individuo mediante la técnica novelesca de la analepsis, que será un recurso habitual a lo largo de todo un texto que se explaya en crímenes del pasado y del presente. De este modo ya tenemos dos tópicos del género: la niñez traumática de maltrato que tuvo el psicópata y el cariz bíblico-ritual de sus crímenes.

Dolores Redondo renuncia, con este planteamiento inicial, al clásico 'quién es el asesino'. El gancho narrativo no va a consistir en este caso en averiguar la enigmática identidad del criminal cuyos asesinatos se remontan a finales de los años sesenta, sino en los pasos que da después este, y en los que va a dar el defensor del orden para capturarlo en la década de los ochenta, cuando ya se supone que lleva mucho tiempo sin actuar. Ese defensor del orden no es otro que Noah Scott Sherrington, el protagonista del libro, un policía que en la comisaría de Glasgow no cae demasiado bien gracias a su estilo londinense y a un modo diferente de trabajar que sus compañeros identifican con las técnicas de Scotland Yard.

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Contra el criterio de esos colegas que dan por muerto al asesino, Noah sigue escrupulosamente su pista fijándose en los casos de muchachas desaparecidas que podrían ser víctimas no contabilizadas del tenebroso historial de este. Sus sospechas le llevarán a las orillas del lago Katrine, donde el asesino tiene su cementerio particular, y a una escena dantesca en la que los cadáveres emergen de la tierra empantanada, que es puro efectismo novelesco y una insistencia en el referente acuático.

Cuando, por fin, está a punto de detener al depredador y ha descubierto su identidad, Noah sufre un infarto del que logrará reponerse para continuar sus pesquisas y que estas le lleven al Bilbao de 1983 y a las vísperas de las graves inundaciones que sufrió la Villa del Nervión en aquel año, y que se cobraron más de una treintena de muertos. En medio de ese diluvio se precipitarán una serie de acontecimientos dispares de un modo melodramático y que, si antes contradecía la clásica economía técnica del género negro, ralentizando la acción, ahora la acelera en torno a la persecución del asesino y en torno a Noah, su perseguidor, un héroe sumido en un papel de Noé anglosajón sin arca, que lucha por cumplir su misión, por poner a salvo a los inocentes y cerrar el círculo literario y criminológico de la humedad.

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