Borrar

Los Juegos de los dioses

Lucha y desafío. Los atletas de la antigua Grecia competían para emular a sus divinidades, recibir honores y lograr cuantiosas recompensas

Luisa Idoate

Viernes, 12 de julio 2024, 19:11

Convergen y divergen. Están enraizadas y son diferentes. Las Olimpiadas modernas rinden tributo a las de la antigua Grecia. No las imitan, las reinventan. París las celebra por tercera vez entre el 26 de julio y el 11 de agosto. La muestra 'El Olimpismo: una invención moderna, un patrimonio antiguo', del Museo del Louvre, cuenta cuándo, cómo y por qué nacieron. A través de piezas arqueológicas bucea en sus raíces, en los torneos donde los griegos del siglo VI aC emulaban las proezas de los dioses y de los héroes de la 'Iliada' y la 'Odisea'. Les impulsaba la necesidad de luchar, rivalizar y combatir que les identificaba y determinaba su pertenencia a la comunidad. Ese espíritu de lucha y desafío está en el lema de los actuales Juegos Olímpicos: 'Citius, altius, fortius', más rápido, más alto, más fuerte.

Homero es el primer comentarista deportivo conocido. Narra los juegos que Aquiles dedica a su amante Patroclo, asesinado por Héctor en la guerra de Troya. Esos festivales, en origen funerarios, proliferan en Grecia entre 776 aC y el año 393, cuando el emperador romano Teodosio implanta el cristianismo y los prohíbe por paganos; aunque algunos retrasan la desaparición un siglo y la relacionan con la caída de Roma.

A la izquierda, Copia en bronce del 'Discóbolo' de Mirón realizada en el siglo II (el original es del 455 aC.). A la derecha arriba, Atleta entrenándose para el lanzamiento de jabalina y disco, kylix del pintor Onesimos (sigloV aC.). A la derecha abajo, Copa con figuras rojas. Escenas de palestra. Atenas, 490 aC. Atribuido a Antiphon. GLIPTOTECA DE MÚNICH, MUSEO DE BELLAS ARTES DE BOSTON y MUSEO DEL LOUVRE

Los festivales se celebran cada cuatro años. Se impone en Grecia una tregua inviolable, desde siete días antes de la inauguración a siete después de la clausura, para que todo hombre libre pueda participar. Cinco destacan sobre el resto. Los Olímpicos y los Nemeos, consagrados a Zeus, coronan a los ganadores con olivo y con apio; los Píticos de Delfos, dedicados a Apolo, premian con aros de laurel; los Ístmicos de Corinto se brindan a Poseidón y galardonan con tocados de pino; y los Panatenaicos de Atenas se ofrecen a Atenea y homenajean con diademas de olivo. De vuelta a casa, los premios se multiplican: atriles, cántaros, aceite, caballos, esclavos, comidas, dinero, asientos preferentes, exención de impuestos. Según Diodoro de Sicilia, a Exéneto de Acragante lo reciben sus vecinos con «300 carros tirados por caballos blancos» tras vencer en Olimpia en 412 aC.

Mezclan religión, deporte, arte, filosofía, música; ocio y negocio. El matemático Pitágoras (570-490 aC) los compara con la vida, porque en ambos casos hay personas que persiguen honores, codician dinero y ansían conocimiento. Su percepción encaja con el variopinto público: comerciantes, alcahuetes, actores, músicos, políticos, personalidades, acaudalados, videntes, prostitutas. Todos pululan por los santuarios donde se celebran, con una zona sagrada dedicada al dios correspondiente y otra profana para los atletas. Hay visitas guiadas para admirar las grandes esculturas de los templos, como el 'Hermes' de Praxíteles, el 'Zeus' de Fidias y el 'Auriga' de Delfos; y detallados textos para recorrerlos, como el de Pausanias que el arqueólogo Ernst Curtius usa al excavar Olimpia en 1875.

Detalle de la Crátera de Eufronio (515-510 aC.). Representa la lucha de Heracles con el gigante Antea. MUSEO DEL LOUVRE

Los intelectuales asisten porque no hay mejor altavoz ni promoción para sus obras. Hasta 60.000 personas se reúnen en Olimpia, entre ellos historiadores como Herodoto y filósofos como Platón, Empédocles y Quilón, que, cuentan, muere de alegría tras ver ganar a su hijo en lucha. Aunque, al parecer, ninguno levanta tantas pasiones como Apolonio de Tiana, 'el Jesús pagano', que, según Filóstrato de Atenas, era políglota, adivino, sanador y, para muchos, inmortal. Nada de esto convence a Diógenes el Cínico, para quien en Olimpia «había mucha gente, pero ningún ser humano».

Mirar atrás y avanzar

Púgil en reposo' (IV-II aC) Un boxeador descansa tras un combate, con guantes y heridas en la cabeza. MUSEO NACIONAL ROMANO DEL PALACIO MÁXIMO

«Desde la Antigüedad pretendemos restablecer una sola cosa, la tregua, ¡la santa tregua!... que las naciones griegas acordaron para contemplar la juventud y el futuro». Es la meta del barón Pierre de Coubertin (1863-1937) al refundar los Juegos Olímpicos a finales del siglo XIX. Quiere recuperar su antiguo armisticio. Unir con el deporte a las naciones enfrentadas por las disputas coloniales, la esclavitud, las hambrunas, las migraciones y los cambios socioeconómicos generados por la máquina de vapor. En junio de 1894, se reúne en París con los representantes deportivos de once países y crea el Comité Olímpico Internacional. Lo preside Dimitrios Vikélas.

Para Pitágoras los Juegos eran una metáfora de la vida. Gente que ansiaba prestigio, dinero y conocimiento

Todo está por hacer. El proyecto olímpico aúna historia, arqueología y arte. Pasado y presente. Necesita recuperar, documentar, inventar. Crear su iconografía. Se encarga de ella Émile Guilliéron, el artista oficial de los juegos, responsable de los afiches, los sellos, las medallas y los trofeos. Los inspira en esculturas famosas como 'Los luchadores' de Philippe Magnier (1688) y la 'Victoria alada de Samotracia' (190 aC).

La bandera, idea de Coubertin, es un canto a la paz tras la Primera Guerra Mundial. Un aro por continente: azul (Europa), rojo (América), verde (Oceanía), amarillo (Asia) y negro (África). La exposición del Louvre resalta sus coincidencias con la estela de Timarchidès Lysistratou (II aC), un palmarés en mármol con 33 coronas y los nombres y premios de los ganadores en los juegos de Heracles, en Chalcis.

De izquierda a derecha, 'Diadúdemo' se ciñe la corona. Copia en mármol del original en bronce de Policleto (475-415 aC.), 'Auriga de Delfos' (474 aC.) y 'Apoxiómeno' de Lisipo, copia en mármol de un bronce del IV aC. MUSEO BRITÁNICO, MUSEO DE DELFOS y MUSEO PIO CLEMENTINO

El profesor Michael Bréal (1832-1915) es el padre de la Maratón. Repite la carrera del griego Filípides entre Maratón y Atenas para anunciar la victoria contra el rey persa Darío I en la primera guerra médica (490 aC). Según Plutarco, se llamaba en realidad Eukles y «corriendo con su armadura caliente desde la batalla... sólo pudo decir «¡Sed felices! Hemos vencido' e inmediatamente expiró». Bréal diseña la copa de la prueba, que lleva su nombre y gana en 1896 el atleta griego Spyros Louis. Su nieto la vende en 2012 por 661.000 euros a la Fundación Stravros Niarchos, que la ha cedido para la muestra parisina.

Mujeres relegadas

Los primeros Juegos modernos se celebran en Atenas en 1896, con nueve disciplinas y 311 atletas. Medallas de plata y un ramo de olivo al ganador, cobre y laurel para el segundo y diplomas para todos. No hay oros, por economía. Y tampoco mujeres. «Son la solemne y periódica exaltación del deporte masculino, con el aplauso de las mujeres como recompensa», explica Coubertin. Arguyendo que no practicaban deporte en la antigua Grecia, las relega a encarnar a la Victoria o Niké. Ante las protestas, las incorpora en 1900 en París en deportes «de naturaleza femenina», como el golf, el croquet, el tenis, la esgrima. En Londres en 2012, el 40% de atletas son mujeres, compiten en todas las categorías y están presentes en todas las delegaciones.

Aunque no participaban ni asistían a los juegos masculinos, las mujeres celebraban en Olimpia los Hereos, en honor a Hera, esposa de Zeus. Con una túnica hasta la rodilla y el hombro derecho desnudo, disputaban pruebas por edades. Destacaban las espartanas, mejor adiestradas, según Jenofonte, porque el legislador Licurgo, «considerando que para las mujeres libres lo más importante era la procreación de hijos», mandó ejercitar su cuerpo «no menos que el masculino». Al finalizar la época clásica, gracias a la influencia romana, compiten junto a los hombres, como evidencian las inscripciones del estadio de Delfos.

'Las chicas en bikini' (siglo IV aC). Mosaico de la Villa de Casale en Piazza Armenia (Sicilia) VILLA ROMANA DE CASALE

La mujer aparece vinculada al deporte en el arte y la literatura grecorromanos. Los frescos del palacio de Cnosos (Creta) la muestran ejecutando el salto del toro en tiempos minoicos (2000 aC). En 'La República' de Platón, la mitológica cazadora «Atalanta, cuando vio los grandes honores de un atleta, no pudo pasar de largo y los tomó para sí», convirtiéndose en uno de ellos. Y, en la '0disea' de Homero, la princesa Nausica juega a la pelota, uno de los deportes favoritos de las romanas, como muestran 'Las mujeres en bikini' (IV aC) de la Villa del Casale, en Piazza Armerina (Sicilia).

'Los púgiles de Akrotiri' (1500 aC.) MUSEO DE ATENAS

Idolatrados, envidiados, criticados

Los atletas monopolizan el arte griego durante siglos. Se exhiben desnudos con orgullo. En palestras, gimnasios, hipódromos, estadios. En reposo, en movimiento. Entrenando, compitiendo. Con ellos se modelan las estatuas de los dioses y los héroes. El 'Doríforo' (440 aC) de Policleto de Argos es Aquiles con el cuerpo de un lanzador de jabalina y fija el canon del hombre perfecto. Inicialmente se les idealiza, sobrios y serenos como el 'Discóbolo' de Mirón ( 455 aC). Con los años, las obras cobran realismo y reflejan el esfuerzo y el dolor, como el 'Sátiro de Élide' (328 aC) de Silanión, marcado con los puñetazos del adversario.

En vasijas, frisos y esculturas, los vemos protegerse con aceite, tomar masajes, correr, saltar, conducir carros. Descubrimos cómo lanzan el disco y la jabalina, y las llaves de lucha, pugilato y pancracio. Comprobamos que el 'Apoxiómeno' de Lisipo de Cisión se rasca la suciedad tras la competición. Leemos los poéticos cantos a la belleza del ganador, equiparándola a sus obras y comportamiento. Así ensalza Píndaro al luchador Efarmosto de Opunte: «¡Entre qué clamor recorrió el círculo de los espectadores el hermoso joven en la flor de la edad, que hermosísimas acciones había llevado a cabo!».

Adiestrar el cuerpo y la mente y formar ciudadanos beneficiosos para la sociedad. Esa es la educación griega que defienden Platón y Aristóteles. Por eso denuncian el endiosamiento y los desorbitados reconocimientos, halagos y recompensas de los atletas profesionales que ejercen el deporte como un rentable oficio; y sus insanos atracones de carne y ejercicio contrarios a un cuerpo armónico. Los honores deben ser para los pensadores que procuran el bien a la ciudad, dicen, y ellos no cultivan el intelecto. «De los innumerables males que hay en Grecia, ninguno es peor que la raza de los atletas», escribe Eurípides en 'Autólico' (420 aC). Los cree inútiles «adornos de la ciudad» que, en la vejez, «desaparecen como mantos raídos que han perdido el pelo». Y pregunta: «¿Acaso lucharán contra los enemigos llevando discos en las manos?».

Para saber más

El deporte en la grecia antigua
Fernando García Romero, Síntesis, 2019

El deporte en la grecia antigua

El helenista Fernando García Romero, partiendo del estudio directo de las fuentes, describe la práctica del deporte y su papel social, político y cultural en la antigua Grecia.

Las olimpiadas en la historia
Conrado Durántez, Edaf, 2012

Las olimpiadas en la historia

Arranca con los antiguos Juegos Olímpicos, analiza los que funda el barón Pierre de Coubertin en Atenas en 1896 y recorre las posteriores citas hasta la de Londres en 2012.

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo Los Juegos de los dioses