Una obra al servicio de su pueblo
Juan Ignacio Vidarte
Director del Museo Guggenheim Bilbao
Sábado, 4 de mayo 2024, 00:11
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Juan Ignacio Vidarte
Director del Museo Guggenheim Bilbao
Sábado, 4 de mayo 2024, 00:11
Hace diez años falleció Néstor Basterretxea y en aquel instante dije que nos había dejado uno de los grandes artistas de nuestra época. Tal vez aquellas palabras respondieran a la emoción del momento; sin embargo, transcurrido ese tiempo, el comentario me parece aún más oportuno ... ahora que su obra está siendo revisitada desde diferentes ámbitos, con una mirada joven y contemporánea, y se puede constatar que sigue conservando la fuerza del principio, la que solo los grandes artistas pueden mantener.
La relación de Basterretxea con el Guggenheim Bilbao fue complicada en sus inicios; todavía recuerdo cómo en 1992 compareció acompañando a Jorge Oteiza en unas declaraciones en las que este solicitaba al Gobierno Vasco con vehemencia, como solía hacerlo Oteiza, «la anulación de todo compromiso pactado con el Museo Guggenheim». Aun así, Basterretxea se acercó pronto al Museo, pese a que jamás abandonó su espíritu crítico, una postura que caracterizó a toda una generación, que ha influido en todos los ámbitos de nuestra cultura y puede aún hoy percibirse en nuestra cotidianidad.
Si pienso en una obra emblemática de Basterretxea, claramente destaco su 'Izaro', la colosal escultura de madera de roble maciza que preside las sesiones del Parlamento Vasco desde 1983. Esta pieza condensa la esencia de lo que es el arte de Basterretxea, que aúna tradición y ruptura: la tradición del roble de Gernika bajo el que se legislaba hace siglos como hoy sucede en el Parlamento de Gasteiz; o la de dar a su creación el nombre de la isla ubicada frente a su Bermeo natal; y la ruptura con la que descompone la naturaleza en monumentales volúmenes geométricos, pixelando el material en pequeños bloques. 'Izaro' se proyecta poderosamente sobre la mesa del Parlamento como un techo que cobija lo que allí sucede, como la teja que se deposita en Izaro para determinar que, hasta donde llega el tejado, llega la casa o la propiedad. Basterretxea supo combinar toda esa simbología, tradición y fuerza en una gran pieza cuyas volumetrías abstractas surgen de la pared como un altorrelieve para remitirnos a la figuración del árbol que nos cobija.
'Izaro' trasciende el ámbito escultórico al convertirse en el símbolo identitario de un pueblo y del lugar del que emanan sus leyes, pero también del futuro que anhelábamos entonces. Basterretxea fue un artista comprometido que puso su obra al servicio de su pueblo.
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