Incluye Borges un relato en su libro 'Los conjurados' en el que dos hombres nacidos en ciudades distintas y unidos, sin saberlo, por el amor a la literatura, acaban encontrándose y dándose muerte en la guerra por unas islas que el autor llama demasiado famosas; ... es fácil identificarlas como las Malvinas. El relato, como el libro en su conjunto, refleja el intento de abarcar el mundo entero en unas pocas líneas; eso es una constante en la obra de Borges. Dos o tres nombres le bastan para despertar una evocación de infinitud: un río, un libro de Chesterton, una calle.

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Impregna el libro un aliento de testamento; fue lo último que escribió. El prólogo está dictado en Ginebra, la ciudad que eligió para morir. Sabía que su país tiene una relación adictiva con las emociones -esa querencia se extiende hoy por otras muchas tierras y marca una política-. La muerte de los otros es una oscura tentación de fuerza y fisgoneo para el superviviente; Borges no quiso alimentar esa tentación. Su elección fue cuidadosa. Sus elogios a la Confederación Helvética en el texto que da título al libro son una exhortación al entendimiento entre quienes discrepan, un solemne reclamo de paz para todos en un mundo que razona. No es este su único mensaje explícito; en otro momento del libro dice: «Te incumben los deberes de todo hombre: ser justo y ser feliz». La densidad de esa frase es subversiva. El primero de esos dos deberes implica tener en cuenta a los otros, el segundo no tanto, o no tan claramente. El mundo actual da prioridad a ese segundo deber -es decir, lo malinterpreta- y desdeña y abotarga la conciencia social del individuo. Eso explica muchas cosas.

Si hubiera sido tan preciso en el tiempo de morir como en el espacio, y escogido un día concreto como escogió Ginebra, quizá le habría parecido una ironía hacerlo cuando la atención planetaria estaba concentrada en el Mundial de México. Ya llevábamos ocho días sin Borges -una especie de eternidad- cuando Maradona les metió a los ingleses un gol pícaro que los medios bautizaron con una fórmula exagerada. También lo llamaron revancha por Malvinas: otra exageración. Ese mismo día, los socialistas de la época ganaban las elecciones en España. En fin. Nos urge otra conjura, aunque ya no haya maestro que la invoque.

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