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Ha habido mucho robo de teléfonos móviles durante la Aste Nagusia. Las víctimas se habrán sentido muy desamparadas; el móvil se convierte con el uso en un extraño cómplice, alberga intimidad en su interior. Perderlo es un fastidio enorme. Y además te quedas arcaico de ... pronto; cualquier foto callejera es fácil de fechar en el tiempo según se vea a gente hablando por teléfono mientras camina. Un paisaje urbano sin móviles es como esas viejas fotos del Congreso con diputados que fuman: una rareza. (Por cierto: ¿será que la Transición española fue cosa de fumadores?: la cosa da que pensar.)
El móvil es una clase de Historia. No recuerdo en qué país del Golfo Pérsico salió, hace años, la imagen de unas mujeres que, rigurosamente cubiertas, filmaban con sus teléfonos móviles una ejecución. Era una lección muy impactante, y muy clara también: la tecnología corre mucho más deprisa que los derechos humanos. Ahora, cuando una parte de la atención veraniega se ha desplazado a un crimen en Tailandia, se ha hecho evidente que la crueldad entretiene tanto como horroriza. Mal asunto: debería sólo horrorizar. Pero el entretenimiento tiene leyes curiosas. Es obvio que, en lo que se refiere a mostrar cosas chocantes, la ficción no puede competir con la realidad. ¿Un ejemplo? No es fácil escribir un relato que supere la historia de un futbolista malcriado que viaja solo en un Boeing 747; de puro excesivo, suena un poco a realismo mágico.
Todo era distinto antes de los móviles. No te imaginas a Grace Kelly en 'Crimen perfecto' atendiendo a una llamada de móvil mientras un hombre se dispone a estrangularla (sin éxito, felizmente). Aquel 'riing' de aquel teléfono tan clásico era esencial para crear suspense. Y ahora es al revés; la comisaria Vera Stanhope resuelve sus casos mientras recorre los paisajes de Northumberland y fisgonea móviles ajenos en los que averigua quién hizo qué. Cómo echa uno de menos a Mark Knopfler, criado en Newcastle y autor de músicas tan atmosféricas, en la banda sonora de esa serie: habría quedado perfecto. Esa Inglaterra norteña, áspera y portuaria, está muy presente en los primeros discos de Dire Straits. Knopfler nació en Glasgow, pero bueno, en fin, ya saben, quizá los de Newcastle nacen donde les da la gana. Feliz septiembre.
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