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Resulta casi imposible citar a Poison Ivy sin mencionar un momento después a Lux Interior, y viceversa. Los fundadores de The Cramps, una de las bandas más singulares e impactantes de la historia del rock, formaban una unidad indivisible, una fusión nuclear en lo sentimental y lo artístico, una alianza tan estrecha que parecía eliminar toda posibilidad de experiencias por separado. Con la muerte de Lux en 2009 no solo desapareció el grupo, sino en cierto modo también la propia Ivy, que se despidió de su pareja en una ceremonia inequívocamente 'crampiana' (a la que acudió ataviada con ceñidos estampados de leopardo) y después se esfumó de la vida pública, como en un truco de ilusionismo de alguna de esas antiguallas de terror que tanto les gustaban. Ella fue quien definió los Cramps como «una 'folie à deux'», es decir, uno de esos trastornos psicóticos que comparten dos personas.
Lo de 'hechos el uno para el otro' pocas veces suena tan atinado como con los líderes de los Cramps. A los fans siempre les maravilló esa comunidad de intereses que convertía a la pareja en un vistoso monstruo de dos cabezas, y de ahí brotó la curiosidad por el momento en el que se conocieron. Ellos mismos lo relataron en 1998 para el periódico británico 'The Independent'. Corría 1972, Lux Interior seguía usando su nombre civil, Erick Lee Purkhiser, y se había trasladado de su Ohio natal a California para estudiar en la Universidad de Sacramento. Allí se había matriculado también Kristy Marlana Wallis, que procedía de la propia ciudad y solía presentarse ya como Poison Ivy, 'hiedra venenosa', una identidad que se le había aparecido en sueños y venía de una canción de los Coasters.
Un día, Ivy hacía autostop para volver a casa y la recogieron Erick y un amigo. «Yo ya lo había visto por el campus y pensaba que era extremadamente exótico: se ponía pantalones con una pernera de cada color», evocó Ivy. «Ella llevaba un top con la espalda al aire y pantalones cortos con un gran agujero en el culo que dejaba ver las bragas rojas. Paramos el coche y creo que ya tenía una erección tres segundos después de verla», detalló Lux, que sacó el nombre artístico, pese a su aire latinizante, del 'interior deluxe' que prometían los anuncios de coches. Se sentaron juntos en una clase de Arte y Chamanismo, que era una asignatura real aunque parezca inventada para esta historia, y ya no se separaron. «Siempre estaban juntos y jamás les oí decir una mala palabra del otro», se admiraba el hermano de Lux.
Los dos eran entonces hippies o poshippies, como el 99% del alumnado. Les gustaba tomar ácido y escuchar a Alice Cooper, Iggy o T.Rex, pero, como esos discos de moda estaban caros, pronto se sumergieron juntos en los sencillos de doo wop que nadie entonces quería, adquiridos en tiendas de segunda mano y mercadillos de garaje, y comulgaron con el rockabilly más majara de los 50, los instrumentales de guitarra, la facción tosca del rock sesentero, el blues sin aguar... Y también con los cómics y el cine de terror en su vertiente más alucinada y psicotrónica, entre la serie B y la serie Z.
La estética hippie y la música glam quedaron atrás: la pareja se mudó primero a Akron y después a Nueva York y fundó The Cramps, es decir, los calambres, o también los dolores menstruales, una de las sensaciones de aquella escena que alumbró a los Ramones, Talking Heads o Television. Su apariencia (cuero, vinilo, lamé, 'animal print', tela de red, gafas oscuras, cierto grado de desnudez...) y su música (aquel rock primitivo y orate con letras de peli 'trash' que llamaron 'psychobilly') no pasaban desapercibidas, y su actitud sobre el escenario redondeaba el impacto: Ivy, reina desdeñosa, bailaba sinuosamente mientras descargaba rotundos acordes de guitarra; Lux, enajenado y eléctrico, se retorcía por el escenario mientras mil demonios cantaban y gritaban por su boca. Los dos a la par, igualmente esenciales.
En 'The Independent', Ivy reflexionó sobre las fuerzas misteriosas que se desencadenaron cuando cumplió su destino de encontrar a Lux: «No sé si son vidas pasadas o qué, pero tengo la sensación de haberle conocido toda la vida. En cierta astrología, hay cosas que dicen que Lux y yo no deberíamos estar juntos, y el motivo es que la función de la astrología es preservar el orden social (...). Con las combinaciones que van mal, lo que quieren decir es que empezarán una revolución, o causarán problemas, o prenderán fuego a las cosas. Creo que somos el tipo de pareja que habrían intentado mantener separada, porque provocamos un montón de trastornos. Nosotros lo llamamos crear».
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