Irune ha aprendido a bailar (y yo de cine)
'Los últimos románticos' ·
La adaptación de la novela, que ya está en las salas, asume riesgos, es poética y cruda. Mi escena favorita no está en el libroSecciones
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'Los últimos románticos' ·
La adaptación de la novela, que ya está en las salas, asume riesgos, es poética y cruda. Mi escena favorita no está en el libroHan pasado cuatro años desde que Oskar Belategui escribió un tuit en el que decía que si fuera productor compraría los derechos audiovisuales de 'Los últimos románticos'. Se dieron entonces dos circunstancias fortuitas, pero importantes: que ese tuit lo leyera el productor de La Claqueta ... Olmo Figueredo y que él estuviera en esos momentos leyendo un libro que no le entusiasmaba. El caso es que Olmo decidió hacerse con un ejemplar de la novela; después fue todo más o menos rápido: la negociación con Planeta, la llegada de la guionista Marina Parés, del director David Pérez Sañudo y de la productora Irusoin.
Yo he vivido el proceso desde fuera, pero de manera cercana porque siempre me han mantenido informada de los avances. Me ofrecieron, de hecho, leer el guion de la película, pero decidí que era mejor no hacerlo. Confiaba en ellos, y no me importaba que llevaran la historia a otra parte siempre que el espíritu del libro se mantuviera.
Tras la larga etapa de preproducción, en febrero de este mismo año, comenzó el rodaje, que incluyó a Llodio entre sus localizaciones. El día en el que el equipo de la película se desplazó a mi pueblo fue muy especial para mí. Yo no había estado nunca en las tripas de una película y me impresionó la cantidad de medios técnicos y la enormidad del equipo humano que mueven. Rodaron en las inmediaciones de la estación del tren y en un par de calles céntricas. Cortaron calles, echaron humo, mojaron el suelo. Algunos amigos participaron como figurantes y mis alumnos de las clases de escritura pasaron conmigo aquella tarde. Confesaré que al ver a tantas personas trabajando en la película, me sentí humildemente orgullosa de mí. Yo había escrito la novela en un cuarto que da a un patio de luces situado a unos metros del rodaje, y de, alguna manera, aquella historia había empleado a toda esa gente. Al final todas las escenas que rodaron en Llodio se cayeron del montaje, lo que contribuirá a que ese día siempre tenga para mí algo de ensoñación, de irrealidad.
El rodaje me deparó otra experiencia inolvidable: la de mi participación en la película. Un cameo, vaya. Me divierte recordar que durante varias horas estuve dada de alta como actriz en la Seguridad Social. Mi carrera, pues, fue breve, pero intensa, y sobre todo, me sirvió para confirmar algo que ya intuía: que es muy dificil interpretar. Yo debía decir dos o tres frases. Me las había aprendido de memoria, y había reducido todo a eso. Cuando empezaron los ensayos, fui consciente de algo que les parecerá una obviedad: se actúa con todo el cuerpo, con cada gesto, con cada inflexión de la voz. Es como lanzarse en ala delta desde la Sierra Salvada. Frente a mí tenía a la actriz protagonista, a Miren Gaztañaga. Créanme que me pregunté varias veces qué estaba haciendo yo allí delante de esa intérprete extraordinaria. Hice lo que pude, después medio me arrepentí de haber aceptado el cameo porque me pareció que verme en la pantalla me iba a sacar del largometraje cuando lo viera.
El rodaje pasó, llegó la postproducción y un día me mandaron un link para que viera la película en el ordenador, si quería. Por supuesto, no pude resistirme a la tentación. Reconocí la novela, a pesar de que habían llevado el mundo interior de Irune a un plano más físico, más dinámico, más cinematográfico. Me encantó. Mi escena favorita, es curioso, no está en el libro. Y respiré, por cierto, aliviada: descubrí que salgo de espaldas.
Fue en el Zinemaldia cuando pude disfrutar de la película en pantalla grande, en una sala abarrotada. Me impresionó, mucho más que en el ordenador, claro. De todas formas, como esos días del festival fueron para mí de gran ajetreo interior, volveré al cine estos días para verla con tranquilidad.
Ahora, como sucede con los libros, la película pasa a ser del público. Yo la recomiendo: es audaz, asume riesgos, es poética, cruda, emocionante y cuenta con una banda sonora genial. La tienen estos días en las salas de cine. Es el comienzo de un recorrido que espero que sea largo, pero para mí es también un final. No debo ponerme melancólica porque ha sido un viaje precioso, pero echaré de menos el chisporroteo del proceso y el contacto con algunas de las personas que he conocido. Sé que con David seguiré hablando de ciclismo y con Olmo, de la vida. Y lo que venga. Irune, la protagonista del libro, ha aprendido a bailar gracias a la película, y yo he aprendido mucho de cine gracias a la generosidad del equipo. Si a ustedes 'Los últimos románticos' les gusta, ese final del que hablaba será redondo.
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