Un inquisidor víctima de los afrancesados
Tomás de Torquemada ·
No fue un criminal sino el ejecutor de las órdenes de los Reyes Católicos, un erudito insobornable, mecenas, y nunca exterminador de miles de judíosTomás de Torquemada ·
No fue un criminal sino el ejecutor de las órdenes de los Reyes Católicos, un erudito insobornable, mecenas, y nunca exterminador de miles de judíosIsabel la Católica pasó a la historia como una reina poco amiga del aseo personal. Juana la Loca como ninfómana. Boabdil, como femenino llorón de lo que no supo defender como hombre. Magallanes, como un gran navegante y héroe. Ninguna de estas afirmaciones es cierta. ¿ ... Cuantas deformaciones de la Historia nos tragamos sin rechistar?
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Por ejemplo, la de Tomás de Torquemada (Ávila 1420-1498), Primer Inquisidor General de Castilla y Aragón, y confesor de la Reina Católica. Ha llegado hasta nuestros días como uno de los mayores criminales y torturadores de España, un personaje malvado, cruel y fanático -sin escrúpulos ni miramientos hacia sus semejantes-, maquiavélico responsable de las muertes de miles de musulmanes, moriscos, marranos, cristianos nuevos y falsos conversos, aunque aseguran que él mismo descendía de los criptojudíos que abrazaron el cristianismo para no ser expulsados de España. Su patronímico se ha convertido en un adjetivo para definir a intolerantes y fanáticos.
¿Fue en realidad el ser perverso, brutal y sanguinario que se ha pintado? Pocos podrían defender que hablamos de un santo varón, pero tampoco de un brutal genocida. Ha sido víctima de algunos historiadores torticeros al servicio de ideologías e intereses políticos ajenos al siglo XV en que vivió, forjando para él una leyenda negra, el perfil deformado de un fiel presbítero dominico que no fue el exterminador terrible sino la mano ejecutora de los intereses de los Reyes Católicos. En realidad fue fiel servidor, hasta el paroxismo, de sus hermanos dominicos, quienes, a los 24 años de edad, lo eligieron prior del convento de Santa Cruz la Real de Segovia, donde destacó, a pesar de su juventud, por su inteligencia y celo organizativo. Su fama de monje erudito le valió el nombramiento de confesor y persona de confianza de los Reyes Católicos, muy lejos del cliché de que se trataba de un hombre rudo, tosco e insensible. Fue una persona reconocida por sus contemporáneos como íntegra, trabajadora y, sobre todo, insobornable.
Razones de su mala fama
Inquisidor. Fue inquisidor general de Castilla de 1478 a 1498, y deAragón de 1483 a 1498, año de su muerte.
Sin piedad. Se le acusó de haber ejecutado a 32.000 judíos mientras estuvo al frente de la Inquisición.
Sadismo. Fue señalado también como un sádico torturador y así figura en numerosas novelas y películas.
Provecho personal. Fue acusado por algunos biógrafos e historiadores de haberse beneficiado de los bienes de los judíos.
Origen de las acusaciones. Los afrancesados lo utilizaron para desprestigiar la monarquía hispana.
Dar nombre a la intolerancia. Su apellido es usado como sinónimo de intolerancia y fanatismo.
Piadoso y austero, no acumuló para sí las inmensas riquezas que pasaron por sus manos, sobre todo tras la toma de Granada por los Reyes Católicos, y aunque recibió dádivas, las destinó siempre a los conventos dominicos a los que llenó de riquezas artísticas y magníficos cenobios. A pesar de ser un hombre con una gran influencia personal y religiosa sobre los poderosos Isabel y Fernando, rehusó honores, como el nombramiento de arzobispo de Sevilla. No comía carne, vestía con sencillez y rigor -sus proverbiales vestiduras negras-, ni usaba lino como ropa de cama, aunque vivía en palacios atendido por criados. El teólogo y jesuita Juan de Mariana (1536-1624), ilustre miembro de la congregación adversaria a los dominicos, lo definió en el siglo XVI como una persona prudente y con 'mucha mano', influencia que solo utilizó en favor de su congregación.
Los bienes que les fueron confiscados a los herejes perseguidos por la Inquisición los gastó en ampliar el monasterio de la Santa Cruz de Segovia y en erigir en Ávila el magnífico cenobio dedicado a Santo Tomás de Aquino. Tras la toma de Granada, los Reyes Católicos le hicieron una importantísima donación: dos extensas fincas, las Almanjarras mayor y menor, sobre las que construyó el convento de Santiago, varias manzanas de casas, la iglesia de Santo Domingo, y su enorme complejo monacal, obras que estructuraron urbanísticamente Granada y que pudieron ejecutarse gracias a las ingentes rentas obtenidas, y mejor administradas, por el fraile inquisidor, según detalla la historiadora Sonia Caballero Escamilla.
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En su tiempo, gozó Torquemada de buena reputación como hombre severo pero cabal, hasta que en el siglo XVIII, y sobre todo en el XIX, se empezó a cuestionar y maltratar al personaje con datos no siempre correctos, e incluso, inciertos. Gran parte de la leyenda negra que le persigue se debe a un clérigo, también inquisidor, llamado Juan Antonio Llorente (1756-1823), un afrancesado, eclesiástico, político y erudito, autor de 'Historia de la Inquisición' (1817), que escribió durante su exilio en Francia, y que aprovechó esta institución, y en especial la figura de Tomás de Torquemada, para cargar sobre él las tintas e intentar el descrédito de España, que había expulsado a los invasores franceses, algo que fue bien aprovechado por los tradicionales enemigos de la monarquía hispana, dejando de paso una pátina de desprestigio de los Reyes Católicos y de su unificación política y religiosa.
La imagen de Torquemada fue deformada y puesta en entredicho por el citado Llorente que en esa obra asegura que 32.000 personas fueron ejecutadas durante la Inquisición, y en especial en el periodo de quince años que estuvo al frente el fraile dominico. Este dato lo contradicen varios historiadores del siglo XX, como el británico Henry Kamen (1936), que en su obra 'La Inquisición española, una revisión histórica' (1977), rebaja esta cifra a 2.000 víctimas desde su creación, en 1478, hasta 1530.
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El historiador español Jaime Contreras, uno de los más conspicuos investigadores sobre la Inquisición, sitúa los ejecutados hasta 1700, en 1.346 personas, y el hispanista estadounidense Stanley Payne (Texas, 1934), en su obra 'La España imperial', determina que fueron 3.000 las ejecuciones en tres siglos -equivaldrían a diez ejecuciones al año-, desde luego en absoluto justificables, pero muy lejos de las denunciadas por Llorente.
Para tener una idea del objetivo tremendista con que se manipularon las ejecuciones durante los trescientos años que duró la Inquisición en España, y especialmente las imputadas a Torquemada, se podría recordar, por ejemplo, la Matanza de San Bartolomé, en la noche del 23 al 24 de agosto de 1572, cuando fueron asesinados en París 12.000 hugonotes durante las guerras de religión de Francia del siglo XVI. Más víctimas en una sola noche que en todo el tiempo que estuvo vigente la Inquisición española.
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Crear una leyenda negra para fray Tomás de Torquemada interesaba mucho a los tradicionales enemigos de España en los Países Bajos, Inglaterra o Francia, pero especialmente a los afrancesados, que exiliados en el país galo laboraron para dañar todo lo posible a la monarquía española. Una monarquía no muy ejemplar, especialmente la del felón Fernando VII, empeñado en restablecer a la fuerza una Inquisición ya decadente y obsoleta que finalizaría en 1834.
Sobre el inquisidor ha recaído la fama de 'martillo de herejes', término acuñado por su coetáneo, el cronista Sebastián de Olmedo, quien lo describió como «relámpago de España, protector de su país, del honor y del orden», llegando a nuestros días, casi, como el único progromador de judíos, olvidando, por ejemplo, que una de las persecuciones más crueles contra los circuncisos ya se había producido en la Hispania visigoda tras la conversión del rey Recaredo al catolicismo en 587, desplegando una serie de medidas contra los judíos y su fe, que han sido calificadas como «vejatorias» y «salvajes». De Torquemada se contaba que utilizaba torturas que nunca se usaron en España, como la famosa Dama de Hierro de Núremberg, afirmación del historiador conquense Iván Vélez (1972). Aquí se utilizaban otros métodos menos mortales como el potro, 'la toca', la exposición pública con azotes, peleles, sambenitos o capirotes.
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Fue una persona insobornable, íntegra, que aplicaba la ley a rajatabla, quizás un tanto talibán de la ortodoxia católica, pero en aquel momento fue lo que le tocó hacer, también, para corregir las arbitrariedades de sus antecesores en 1480, los primeros inquisidores fray Miguel Morillo y fray Juan de San Martín. Férreo en su actitud, considerado por sus coetáneos como eficiente administrador, trabajador pulcro y hombre imposible de corromper, no se plegó ni ante sus reyes cuando el egregio y rico judío Isaac Abravanel ofreció a Fernando el Católico 30.000 ducados para que retrasara cuatro meses su expulsión de España. Enterado Torquemada, se personó ante el rey, airado, y blandiendo una cruz, que lanzó a los pies del monarca, le espetó: «Judas vendió a Jesucristo por 30 monedas de plata. Su Majestad está dispuesto a venderlo de nuevo por 30.000».
Convirtió la iglesia del convento de Santo Tomás en Ávila en una de las principales sedes de la Inquisición, contando con la inestimable colaboración del pintor Pedro Berruguete, quien entre 1491 y 1499 realizó diversas obras para la decoración de la iglesia conventual, como los tres retablos del presbiterio dedicados a santo Tomás de Aquino, santo Domingo y san Pedro Mártir, un conjunto de cuatro sargas con la Adoración de los Reyes Magos y las imágenes de san Pedro y san Pablo, así como otras de menor tamaño como el Auto de Fe o la Virgen de los Reyes Católicos. Se ocupó de recuperar la Santa Cueva, extramuros de Segovia, donde supuestamente había sido mortificado Santo Domingo de Guzmán. Fue responsable de nuevas obras arquitectónicas, convirtiéndose así en mecenas de artistas.
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