Guillermo Gómez Muñoz
Sábado, 9 de diciembre 2023, 00:03
Este acueducto prenavideño se sustenta, a un extremo, en una festividad vinculada a nuestro ordenamiento jurídico y, al otro, en un festivo de tradición católica. De esta nos viene la transformación por antonomasia del adjetivo 'inmaculado' en otro de los nombres de la Virgen.
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El ... adjetivo deriva directamente del latino 'immaculatus', formado por el prefijo negativo 'in', el sustantivo 'macula' y la terminación del participio. Su significado no ha variado ni un ápice desde su formación: sin mancha. Su origen, además, refleja un fenómeno frecuente en la evolución de las palabras del latín al castellano: los dobletes. Por un lado, el romance ha creado una variante patrimonial (mancha), con los cambios fonéticos habituales en la evolución. Por otro, el castellano conserva un cultismo (mácula), heredado intacto.
El significado de nuestro puente de la Inmaculada conecta con el verbo 'mancillar'. La mancha y la limpieza en ambos vocablos no son físicas, sino morales y, como es habitual en nuestra cultura occidental, lo moral se conecta con la sexualidad. Un ejemplo notorio de ello es el teatro del Siglo de Oro y su concepto del honor, una losa que sufren mujeres como Laurencia. Su grito desgarrado cierra hoy el Cajón: «¡Vive Dios, que he de trazar / que solas mujeres cobren / la honra de estos tiranos, / la sangre de estos traidores».
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