La imagen hostil de una comunidad
Legado ·
El arte y la política de la España Moderna se nutrieron de la persecución al judaísmo, que pese a todo demostró su talla cultural y afán de conocimientoSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
Legado ·
El arte y la política de la España Moderna se nutrieron de la persecución al judaísmo, que pese a todo demostró su talla cultural y afán de conocimientoCerraron la puerta y guardaron la llave, arrancaron de la fachada la mezuzá, el pergamino con dos versículos de la Torá que identificaba su fe, y partieron hacia el destierro en el breve plazo de cuatro meses. No llevaban consigo ni oro ni plata, prohibido ... por ley, y el penoso camino hacia los puertos de Barcelona, Cartagena o Sevilla estuvo jalonado de robos y tentaciones para que abandonaran su credo, tal y como habían hecho muchos de sus hermanos. La expulsión de los judíos que habitaban las tierras de la Corona de Castilla y la de Aragón fue la última medida de un largo proceso de acoso. La exposición 'El espejo perdido. Judíos y conversos en la España Medieval', que se inaugura el martes en el Museo del Prado, habla de imágenes y escenografías, propaganda y acusaciones en torno a la comunidad que en 1492 partió hacia el exilio.
El rabino, con los ojos vendados, no contempla las ostias que manan del caño y tampoco puede calmar a los suyos, que se estremecen envueltos, posiblemente, en la desorientación religiosa. La escena, situada en el plano bajo y derecho del lienzo 'La Fuente de la Gracia', procedente del Taller de Jan van Eyck y fechado entre 1430-1440, sintetiza esa ideología antijudía, una creciente animadversión hacia la fe y la raza que recurría a argumentos teológicos. Es una de las 71 pinturas, esculturas, grabados, miniaturas y otras piezas que se podrán contemplar en la muestra. Buena parte de ellas pertenecen a la iconografía desplegada por el arte religioso en su afán por desacreditar a la minoría, residente en la península desde, al menos, la colonización romana.
La ceguera del sacerdote, incapaz de reconocer al Mesías, se suma a otras inculpaciones, desde pretendidos crímenes rituales al cargo colectivo de deicidio. El arte y la literatura del siglo XV se impregnaron de ese espíritu belicoso. La partida tan solo fue el colofón de un clima de represión que alcanzó extrema violencia en la ola de asaltos, saqueos y matanzas de 1391. Nada fue igual desde entonces. La creación de la Inquisición en 1478 está relacionada con una presión, alentada por las elites, que generaba conversiones voluntarias y forzadas.
La presunta existencia de criptojudíos, conversos que mantenían en secreto su anterior credo, dio lugar a esta institución encargada de la represión sistemática. El poder recurrió a los creadores más reputados de su tiempo. Pedro Berruguete, maestro de la transición entre el gótico y el Renacimiento, decoró los retablos de la iglesia de Santo Tomás de Ávila y, entre sus obras, hallamos un 'Auto de Fe', en el que los condenados abjuraban de sus pecados antes de sufrir la pena capital.
La orden de expulsión, contenida en el Edicto de Granada, no fue una iniciativa original. Ya la habían aplicado anteriormente Inglaterra en 1290, Francia en 1394 y los reinos italianos. La concordancia se explica por la similitud de intereses. Los judíos también son un instrumento para crear una conciencia política en los albores del Estado moderno. La construcción de todo un imaginario del hebreo como el otro, tan ajeno, proporciona a los ciudadanos la conciencia de unidad frente al enemigo, que anticipa la pertenencia a un proyecto político común.
Ellos se van. La aljama o comunidad se disgrega, pero queda la judería, el barrio que habitaron. No eran guetos, aunque las medidas sobre sus pobladores cercenaron progresivamente su movilidad, y también albergaron a familias cristianas. «Desde el punto de vista arquitectónico, la cultura material es exactamente la misma que la de las sociedades en las que se integran», afirma Laura Martín Riesco, conservadora del Museo Sefardí de Toledo.
Las estrictas normas, sin embargo, condicionaron su desarrollo. «Es característico de las juderías que, al ser territorios estrictamente delimitados, la densidad de población aumentase a lo largo del tiempo dando lugar a un aprovechamiento extremo del espacio que se manifiesta en esas calles tan estrechas y tortuosas», indica. Asimismo, existió una riqueza arquitectónica y ornamental única, como las sinagogas del Tránsito y Santa María la Blanca en Toledo. «No se trata de una corriente diferenciada. Se encuadra dentro de las grandes tendencias de la época, como muestra el trabajo de las yeserías de clara filiación andalusí».
La identificación y delimitación de estos territorios urbanos constituye uno de los retos de la arqueología hispanojudía. Los restos conservados suponen un pálido testimonio de un fenómeno alentado por los fueros concedidos por los reinos castellanos. Se calcula que, a mediados del siglo XIII, existían medio millar de juderías en poblaciones de toda condición. La toledana ocupaba el 10% de la superficie amurallada y estaba habitada por entre 1.000 y 4.000 personas. Poseía 10 sinagogas y cinco casas de estudio, mansiones señoriales y zocos, escuelas, tiendas y carnicerías que vendían según la regla 'kosher'.
Su decadencia comenzó durante los pogromos de 1391 y se extendió durante el siguiente siglo. La conquense reunía a unas 100 familias antes de aquel calamitoso episodio. Muchos de sus vecinos perecieron en el asalto de las hordas inflamadas por el odio, el resto fue convertido a la fuerza y la sinagoga se convirtió en la iglesia de Santa María la Nueva. En 1441, cuando la Corona de Castilla pretendió cobrar el impuesto cabeza de pecho que recaía sobre los hebreos, el concejo local contestó que ya no quedaban judíos en la localidad.
El peligro condujo a muchos de sus habitantes al campo, lejos de las muchedumbres exaltadas. La judería de Hervás (Cáceres) constituye la mejor muestra de esa vertiente rural con un conjunto excepcional formado por casas apretadas en calles estrechas que abundan en voladizos y balconadas, construidas con materiales locales como la madera de castaño, el adobe y el granito.
La intolerancia quebró la aportación de un colectivo que nunca fue abundante, pero sí polifacético. Se calcula que los irreductibles, aquellos que optaron por el abandono de Sefarad, no superaron los 50.000 y otras estimaciones son aún más bajas. En cualquier caso, hubo tiempos más felices que demostraron la talla cultural de una comunidad en la que concurrían consejeros reales, comerciantes internacionales, arrendadores de rentas, artesanos y hombres de ciencias y letras. «Aportaron una gran intelectualidad a través de los centros culturales que florecen en contextos de convivencia como la Escuela de Traductores», señala Martín Riesco. «Por otra parte, son cauces para la transmisión del conocimiento científico árabe».
Sus sucesores mantuvieron ese espíritu. «Es importante tener en cuenta la pervivencia del espíritu sefardí en las poblaciones de conversos. El sentimiento místico de personajes fundamentales como San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús conecta íntimamente con la sensibilidad judía de sus predecesores. No se podría entender la brillantez del Siglo de Oro sin la aportación del legado judío», defiende.
La figura del pensamiento judío es R. Moisés ben Maimón, conocido como Maimónides, médico y astrónomo, rabino y filósofo humanista. Este exiliado cordobés radicado en Egipto intentó establecer puentes entre la razón y la fe en periodos de desastres. El 'Misné Torah', su gran obra, es un código jurídico de referencia en la interpretación del corpus legislativo judaico.
Además, destacan otros investigadores como el sevillano Antonio de Nebrija, autor de la primera gramática castellana e hijo de conversos, según tesis de Américo Castro, el malagueño Selomó ibn Gabirol, conocido por los cristianos como Avicebron y una de las cumbres de la poesía medieval, o el astrónomo e historiador salmantino Abraham Zacut. Este último huyó a Portugal tras la orden de expulsión y, posteriormente, tras el decreto luso del mismo signo, se afincó en Túnez y ejerció la enseñanza. También tuvo que abandonar la plaza norteafricana ante la posibilidad de la conquista española. Sefarad, su tierra, se había convertido en el gran enemigo.
La edición es una de esas áreas donde la plástica establece una conexión excepcional entre la tradición cristiana y la judía. La iluminación u ornamentación de libros y manuscritos de unos y otros alentó el intercambio de artesanos. Las imágenes henchidas de odio y desprecio dejaban paso a una práctica derivada de la demanda de las clases más cultivadas, conectadas por prácticas y gustos similares con independencia de su fe.
La elite judía demandaba 'hagadás', narración del Éxodo que se lee durante la comida ritual de la Pascua judía. Estas obras se asemejaban en su factura ornamentada a los códices cristianos. Los artistas se valían de su conocimiento del imaginario hebreo, tan cercano, para ilustrarlas con imágenes de carácter costumbrista y se han convertido en una fuente excepcional para conocer los modos de vida de la comunidad. Por su parte, algunas de las Biblias más bellas, como la de Burgos del siglo XIII o la de Soria, del XIV, evidencian influencias orientales en sus motivos florales y geométricos, que remiten a autores hebreos.
La expulsión provocó la dispersión de esta biblioteca por Europa, principalmente los Países Bajos, uno de los destinos preferidos de los exiliados, el norte de África, Turquía y Yemen. La influencia de la cultura hispano-judía se diseminó por los lugares de la diáspora como sucedió con el ladino, la lengua de los sefardíes heredera del castellano medieval.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.