Las 'Iluminaciones' de Rimbaud
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La reedición de esta obra nos devuelve siglo y medio después el genio y la insolencia del poeta malditoGolpe a golpe ·
La reedición de esta obra nos devuelve siglo y medio después el genio y la insolencia del poeta malditoCarlos Aganzo
Sábado, 9 de diciembre 2023, 00:03
En julio de 1869, cuando tenía catorce años, se presentó a un concurso de composición en latín y lo ganó sin oposición. El director de su colegio dijo entonces de él: «Nada ordinario germina en esa cabeza; será un genio del mal o un genio ... del bien». No sabemos si del mal o del bien, porque al final de una vida por completo irredenta, poco antes de morir en Marsella, su hermana Isabelle escribió a su madre sobre él: «Ya no es un pobre réprobo el que morirá cerca de mí. Es un justo, un santo, un mártir, un elegido». Con toda seguridad, un genio. En el sentido más excesivo del término.
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La obra de Arthur Rimbaud (Charleville, 1854-Marsella, 1891), abarca apenas cinco años de escritura, antes de cumplir los veinte. Y se condensa en dos libros: 'Una temporada en el infierno', publicado por él mismo en 1873, e 'Iluminaciones', escrito antes pero aparecido más tarde, en 1886, cuando el poeta hacía tiempo que había renunciado a la literatura. Y que ahora se reedita de la mano de Galaxia Gutenberg, en una extraordinaria edición que cuenta con la traducción de Miguel Casado y las ilustraciones del artista plástico Frederic Amat. Una pequeña joya que, siglo y medio después, vuelve a traer a su máximo nivel de expresión al maldito entre los malditos de la poesía.
Rimbaud escribió 'Iluminaciones' entre 1873 y 1875, a partir de dos estancias distintas en Londres. La primera de ellas comenzó en septiembre de 1872, cuando viajó a la capital de Inglaterra con Verlaine, para entonces convertido en su amante. Un año antes le había enviado algunos de sus poemas. Y como respuesta, había recibido una carta en la que Verlaine le decía: «Ven, querida gran alma. Te esperamos, te queremos», acompañada de un billete de tren para París. Viviendo en casa de Verlaine, con su esposa Mathilde, Rimbaud protagonizó entonces una vida salvaje y escandalosa, hasta convertirse en el auténtico enfant terrible de la ciudad.
Después del incidente con el fotógrafo Étienne Cariat, al que Rimbaud hirió con un bastón-espada, Verlaine decidió devolverle a casa. Pero el poeta tardó poco en regresar. La borrascosa relación amorosa que se desencadenó entre los dos a partir de ese momento propició que ambos acabaran escapándose a Londres, contando apenas para la aventura con el peculio de unas clases de francés y con una pequeña aportación de la madre deVerlaine, lo que les llevó a malvivir. Para combatir el frío y la humedad del invierno, Rimbaud se pasaba los días en el Museo Británico, donde «la calefacción, la iluminación, las plumas y la tinta eran gratis». En este ambiente de radical bohemia nacieron los primeros textos de 'Iluminaciones'.
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A principios del año 1873, Verlaine se marchó a Bruselas, donde Rimbaud le siguió, y donde se produjo el conocido incidente del disparo, por el que Verlaine resultó condenado a dos años de prisión. A su regreso a casa de su madre, Rimbaud aceptó recluirse hasta terminar 'Una temporada en el infierno'. Al año siguiente volvería a Londres, esta vez acompañado del poeta Germain Nouveau, para acabar el libro. La última vez que se vieron Rimbaud y Verlaine fue en Alemania, en 1875. El segundo ya había salido de la cárcel, y el primero le llevó el manuscrito de 'Iluminaciones'.
Se trataba de la materialización de lo que Rimbaud ya había expuesto en algunas de sus 'Cartas del vidente' de 1871, destinadas a su amigo Paul Demeny o a su profesor, Georges Izambard. Misivas en las que hablaba de ese «yo es otro», en el que el poeta se convertía en augur, o en oráculo, a partir de un «largo, inmenso y racional desarreglo de todos los sentidos». La otredad del escritor maldito que reseña en sus 'Iluminaciones': «Que me alquilen de una vez esta tumba, blanqueada de cal con las líneas de cemento en relieve -muy lejos bajo tierra». Sus visiones apocalípticas cuando dice: «El aire está inmóvil. Qué lejos quedan los pájaros y los manantiales. Esto solo puede ser el fin del mundo que se acerca». Y también el culmen de la insolencia, la libertad, la frescura y la irredención del mito del poeta adolescente.
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Lo que vino después de aquella entrega, que no se convirtió en publicación hasta 1886, cuando hacía ya mucho tiempo que Rimbaud vivía apartado del mundo literario, es ya biografía pura y dura: los viajes por Europa; la deserción del ejército colonial neerlandés justo después de enrolarse como soldado para Java; el viaje a Chipre, la estancia en Yemen y, finalmente, el establecimiento en Harar (Etiopía) como traficante de armas y de café. Antes de la detección del carcinoma por el que terminó perdiendo la pierna derecha. Y después la vida.
Iluminaciones, visiones, alucinaciones, relámpagos, espejismos, imaginaciones, vislumbres, calambres… Un prodigio de escritura onírica, libérrima, que ponía a la prosa poética en su tensión absoluta, y que inauguraba el verso libre en Europa, casi al tiempo de Laforgue o Mallarmé. Y que se convertiría en la clave para comprender no pocos movimientos posteriores como el decadentismo, el primer surrealismo y hasta los orígenes de la generación Beat. Hasta hoy mismo.
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