Un ideólogo «con puño de hierro»
El partido en vanguardia ·
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El partido en vanguardia ·
Reinterpretó los fundamentos filosóficos marxistas y defendió la dictadura del proletariado, siempre guiado por un selecto grupo de revolucionariosEl marxismo fue introducido y difundido en Rusia por Georgi Plejánov, quien, inicialmente formó parte de la organización populista 'Tierra y Libertad' a la que, después de haber estudiado a Marx, se dedicó a combatir desde la óptica del marxismo ortodoxo ('Cuestiones fundamentales del marxismo', 1908). Los fundamentos ideológicos y filosóficos marxistas fueron reinterpretados posteriormente por Vladimir Ilich Uliánov (Lenin).
Nacido en 1870 en Simbirsk, fue el tercero de una familia con seis hijos. Después de acabar sus estudios universitarios, Lenin se dedicó a analizar los problemas económicos de Rusia y comenzó a leer las obras de Marx y Engels. Persuadido de que éstos se hallaban en lo cierto, luchó contra los «populistas» y después de una breve temporada en Suiza (1895), donde entró en contacto con algunos exiliados entre los que se encontraba Plejánov, volvió a Rusia con el propósito de crear el partido socialdemócrata ruso, adherido a la Segunda Internacional. Sin embargo, fue arrestado y deportado a Siberia durante tres años, hasta que en 1900 logró expatriarse, permaneciendo en Europa Occidental cinco años.
En este período el partido socialdemócrata ruso celebró un congreso en Bruselas (1903) en el que la «línea ideológica» de Lenin se impuso por un escaso margen. Dicha «línea» recibió el nombre de «bolchevique» frente a la contraria denominada «menchevique». El fracaso de la Revolución de 1905 le obligó a huir nuevamente de Rusia, adonde había regresado poco antes, y en 1917 se convirtió en protagonista de primera fila en la Revolución de Octubre al ser elegido presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo. Cinco años más tarde, en 1922, enfermó y murió el 21 de enero de 1924.
Los populistas sostenían que en Rusia se podía hacer la revolución con base en las estructuras comunitarias rurales, sin pasar por la fase capitalista que, según la ortodoxia marxista, es necesaria para la génesis de la revolución. En 'Desarrollo del capitalismo en Rusia' (1899), Lenin refuta a los populistas, al igual que había hecho Plejánov, basándose en que su análisis estaba equivocado, ya que se podía demostrar que la economía de mercado ya se encontraba muy arraigada en Rusia.
En 1902 publicó el tratado político '¿Qué hacer?', certificado de nacimiento del bolchevismo, atacando por un lado al «revisionismo» del alemán Eduard Bernstein (que «no es más que oportunismo, eclecticismo y carencia de principios») y, por otro, a los teóricos de la espontaneidad revolucionaria de la clase obrera. Estos, ortodoxos seguidores del materialismo histórico, reducían la política a mero reflejo de la economía, y por lo tanto sostenían que la conciencia de clase y la revolución serían un producto espontáneo del desarrollo del capitalismo. Lenin se rebela contra esta idea y afirma que la historia muestra que el proletariado plantea reivindicaciones, pero no está en condiciones de madurar por sí solo una adecuada conciencia política revolucionaria. Piensa que eso sólo puede llegarle al obrero «desde el exterior de la esfera de las relaciones entre obreros y patrones».
¿Quién tendría que llevar esta conciencia política al proletariado? Lenin considera que los intelectuales burgueses que poseen una clara visión del marxismo y que son conscientes del fin supremo hacia el cual tiende la humanidad: la sociedad comunista. Ahora es Lenin el que revisa el marxismo clásico, ya que tanto Marx como Engels habían afirmado lo contrario, «sin teoría revolucionaria no puede existir movimiento revolucionario». Y el proletariado la recibe de una «aristocrática vanguardia de intelectuales burgueses que saben, y que, por saber, tienen el derecho y el deber de actuar como guías de la humanidad en el proceso de su liberación final». En su opinión, sólo así puede convertirse el «movimiento obrero» en un «movimiento invencible».
Para Lenin, la conciencia política se identifica con la ideología marxiana. Esta es la doctrina oficial del partido revolucionario; en el artículo 'Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo' (1913), escribe que dicha doctrina es «omnipotente porque es justa». Instituye el partido, y el partido se transforma en guardián de su pureza. No hay que criticarla, porque «todo menosprecio de la ideología socialista, todo alejamiento de ella implica necesariamente el fortalecimiento de la ideología burguesa» y ello equivaldría a abdicar del objetivo de fondo, consistente en eliminar la burguesía.
Para lograrlo, la clase obrera debe tener una guía, que hay que confiar a un conjunto seleccionado de hombres cuya profesión, tal y como señala en '¿Qué hacer?', es la acción revolucionaria. Este selecto conjunto de revolucionarios de profesión es el partido comunista, entendido como estado mayor del ejército proletario, como vanguardia armada del proletariado. En consecuencia, la clase obrera no es el partido, ya que el proletariado, en la mayoría de los casos, se muestra desorganizado e ignorante. El partido está organizado y es consciente y organiza y vuelve consciente a la clase obrera.
Lenin escribió 'Estado y revolución' en 1917, haciendo suya la teoría de Marx de que el Estado es «el instrumento de explotación de la clase oprimida, utilizado por la clase dominante». El Estado de derecho es el gendarme de la propiedad privada y la policía personal de la clase poseedora. Los análisis históricos y sociales llevaron a Lenin a la conclusión de que la burguesía, por medio del Estado, ejercía un total control económico y social sobre el proletariado. Este no tenía medios económicos, ni cultura, ni organización política. A este respecto, rechaza la tesis marxiana de la inevitabilidad del hundimiento del capitalismo y de la revolución espontánea de las masas oprimidas.
En este mismo libro escribe lo siguiente: «Para obtener su emancipación el proletariado debe derrocar a la burguesía, conquistar el poder político e instaurar su dictadura revolucionaria», y más tarde, en 'La revolución proletaria y el renegado Kautsky' (1918), manifiesta que «el proletariado no puede vencer sin hacer añicos la resistencia de la burguesía, sin reprimir por la fuerza a sus adversarios».
La democracia burguesa es opresión siempre y en todos los casos, el Estado es una fuerza opresiva y sólo la revolución puede abolirlo instaurando «la dictadura del proletariado». El poder político, la organización de la violencia, la organización centralizada de la fuerza son elementos necesarios para que el proletariado reprima la resistencia de los explotadores. La «dictadura del proletariado» será la que ejercerá, «con puño de hierro», el partido en nombre de los trabajadores.
El dogmatismo ideológico de Lenin, su «fe» que no admite discusión de ningún género y que prohíbe todo desacuerdo, así como su noción de partido y su concepción de Estado, son ideas que desde el comienzo hallaron la oposición más radical, incluso entre sus compañeros de lucha. Con respecto al primero, se ha afirmado que «elevando el marxismo a ideología oficial del partido comunista, lo substrajo a toda forma de crítica, discusión o debate libre». El marxismo como credo o símbolo religioso, objeto de una creencia no sujeta a ninguna duda, y, por tanto, un dogma. Así lo plasmó en las obras anteriormente citadas y en otras como 'A qué herencia renunciamos' (1897), 'Materialismo y empiriocriticismo' (1908), 'Notas críticas sobre la cuestión nacional' (1913), 'Karl Marx' (1914), 'El derecho de las naciones a la autodeterminación' (1914), 'El imperialismo, fase superior del capitalismo' (1916), 'La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo' (1920), etc.
Los marxistas rusos más autorizados (Akselrod, Plejánov, Protesov, Trotski, Vera Zasulic, etc.) fueron los que más rechazaron el dogmatismo/centralismo propuesto por Lenin como ideología liberticida y contraria al socialismo. Plejánov señaló que, si se llevaba a la práctica, un hombre concentraría todos los poderes en su persona, y Trotski manifestó que seguiría un itinerario en el que el partido sería sustituido por la organización, la organización por el comité central, y el comité central, por un dictador. Y así fue cuando alcanzó el poder Iósif Stalin.
Lenin fue un ideólogo estricto e inflexible, pero también un oportunista que no dudaba en actuar al margen de la ortodoxia doctrinal. Su deseo de cambiar el mundo bebía no sólo de la ideología, sino también de la emoción. Producto de su tiempo, su legado sigue presente en un mundo que ha cambiado mucho, pero en el que los problemas que se plantean generan las mismas preguntas que él intentó responder.
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