Una honda huella
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Algunos autores posteriores no solo recogieron su testigo, sino que lo han llevado más lejoseduardo laporte
Viernes, 16 de octubre 2020, 22:04
Un paisaje de cadáveres de ciervos de ojos inexpresivamente dolientes. La atmósfera de 'Los Caín', la novela con la que debutó Enrique Llamas (Zamora, 1989) en 2018, se intensifica con el recurso a la fauna. Animales muertos que se unen a unas muertes, humanas, igual ... de misteriosas e inquietantes y que evocan al Delibes más áspero, el de la novela sociorrural de 'Las ratas' o 'Los santos inocentes'.
«Me reconozco en Delibes, así como otros autores de su generación, como Aldecoa, Martín Gaite, etc. Gracias a él descubrí que se podía hacer literatura con y desde el paisaje castellano», explica Llamas. Fue por Delibes que Llamas empezó a fijarse en las noticias que concernían a Castilla y a buscarles la vuelta literaria. «Descubrí que se podía hacer literatura desde el paisaje castellano», comenta.
La huella del escritor caló, de manera intermitente pero también honda, en otros autores nacidos en los setenta. Uno de ellos es Sergio del Molino (Madrid, 1979), que reconoce haber bebido desde joven de las fuentes delibesianas de una manera natural, inconsciente. «Algo que, curiosamente, no he apreciado en muchos escritores de mi generación», constata. A diferencia de otros colegas, y especialmente los de las generaciones anteriores, él se enorgullece de tenerle como referente, en un esfuerzo de vindicación posterior ya consciente, y de haber recurrido más a Delibes que a David Foster Wallace.
En su opinión, los nacidos en los cincuenta denostaban ese realismo a lo Juan Benet, y dejaron de lado esa vinculación, sin tener en cuenta lo audaz, incluso vanguardista, que fue Delibes. Eso explicaría, a su entender, la buena acogida de 'La España vacía', obra que recoge el prolongado lamento de Delibes por la extinción y maltrato de aquel universo, como dejaría claro en su discurso de ingreso en la RAE, editado bajo el elocuente título de 'Un mundo que agoniza'.
«Los nacidos fuera del franquismo no tenemos esos complejos con la tradición», concluye Sergio del Molino, volviendo a la cuestión del legado literario. Algo de eso reconoce Jesús Marchamalo (Madrid, 1960), al referirse al caso de Luis Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948), cuya mirada empática y honesta podría recordar a la de Delibes, cuando reconocía que fueron sus alumnos quienes le acercaron a él. Profesor de instituto durante años, le contó a Marchamalo que fue tanta la insistencia de los jóvenes en leer libros como 'El camino' que finalmente cedió, para asumir después el magisterio literario de Delibes. Recuerda también Marchamalo que Bernardo Atxaga le confesó que descubrió el paisaje de Euskadi, sus posibilidades literarias, leyendo a Delibes. Algo que a buen seguro suscribiría el Julio Llamazares de 'La lluvia amarilla'.
No le duelen prendas tampoco a Andrés Trapiello (Manzaneda de Torío, León, 1953) en reconocer su deuda con el autor de 'El hereje': «'La hoja roja' fue una de las primeras novelas españolas que leí dignas de ese nombre. Fue en un ejemplar de una colección de quiosco, y la leí antes incluso que a algunos de los maestros de Delibes, como Baroja. Me impresionó mucho. Inmediatamente después vinieron los libros de caza y del campo. Si te gustan esos asuntos de la naturaleza, Delibes acaba siendo un maestro, porque te enseña sobre todo más que a escribir, a mirar».
Óscar Esquivias (Burgos, 1972) también siente como un regalo esa herencia literaria y considera que es un autor que siempre ha gozado de respeto y admiración de sus pares. Reconoce que 'El camino' le cambió ya que le hizo consciente de que «cualquier vida podía ser un asunto novelero y que para contarla no había que buscar palabras especiales». ¿Más continuadores? «El tristemente fallecido José Manuel de la Huerga era muy delibesiano, como escritor y como persona. También me parece que le deben algo Alberto Olmos y Alberto Luque Cortina, un excelente narrador casi secreto», sostiene Esquivias.
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