El Homero de los mitos del siglo XX
Corrupción y violencia ·
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Corrupción y violencia ·
Ellroy regresa con 'Los seductores', una novela sobre la muerte de Marilyn Monroe en la que despliega un universo enfermizo e inmoral narrado a un ritmo eléctricoLeer un libro de Ellroy es como haber pasado un fin de semana salvaje. El lunes te despiertas preguntándote dónde has aparcado el coche, con una cazadora de cuero que no es tuya y atemorizado por algo indefinido, una sensación de estar en peligro sin ... saber por qué. 'Los seductores', su última novela, que se pondrá a la venta el 6 de febrero y contiene una dosis de 500 páginas vertiginosas, produce ese efecto de haber sobrevivido a uno de esos líos descomunales y tener que recapitular. Al terminar el libro crees que tienes algo que ver con la muerte de Marilyn Monroe, el personaje al que este autor dedica su creación más reciente.
Soy un fanático de Ellroy desde hace décadas. En mi opinión, no hay otro autor que haya revolucionado el género de una forma tan radical. En 1987 publicó 'La Dalia Negra' y con ese libro le dio una patada al canon de la novela negra. Su superpoder reside en que ha sabido dibujar a los personajes más peligrosos que puedes imaginar -policías corruptos, fiscales prevaricadores, asesinos, psicópatas, mujeres fatales, gogós de discoteca en busca del gran golpe, actrices politoxicómanas- y colocarlos en el centro de una trama desesperada. Sus historias van de cómo los canallas sobreviven en un mundo violento y, si no son asesinados, quizás consigan una redención. No se trata de resolver un crimen porque lo más probable es que lo haya cometido el héroe. De lo que habla Ellroy es de 'La Vida'.
'La Vida', con mayúsculas, es un término que acuñó en su trilogía sobre Estados Unidos en los años 60 -'América', 'Seis de los grandes' y 'Sangre vagabunda'-. En esos tres libros ficciona la historia de USA desde el punto de vista de los asesinos de John Fitzgerald Kennedy, a partir de las clásicas teorías de la conspiración. Sus protagonistas hablan una y otra vez de 'La Vida', la forma de aludir a un momento vital en el que hay que buscar un desafío imposible para ponerse a prueba. En 2010 di la turra en este periódico para que me dejasen entrevistar a Ellroy y le pregunté qué era 'La Vida'. Su respuesta es mejor que mi resumen . «Cuando la gente compra una novela quiere grandes aventuras, grandes ideas, grandes amores. Eso es 'La Vida'. Como dice una de mis protagonistas: tu opción es ir a por todas o no hacer nada. Esa es mi máxima».
Pero Ellroy tiene otras virtudes. Su obra más canónica es el cuarteto de Los Ángeles -'La Dalia Negra', 'L.A. Confidential', 'El gran desierto' y 'Jazz blanco'- una crónica de la ciudad californiana en los años 40. A partir de esos cuatro libros, Ellroy renegó del presente y decidió ambientar todas sus historias en esa época y esa ciudad. Y en Hollywood, la gran fábrica de sueños del mundo occidental. Allí, directores de cine, estrellas del celuloide y millonarios como Howard Hughes convivieron con el hampa y psicópatas varios. Los cotilleos de alcoba se mezclaron con los intentos de matar a Fidel Castro y las amantes de Kennedy traficaban con droga desde Vietnam.
Para mí, lo que hizo el escritor fue convertirse en el Homero de la mitología del siglo XX. Cogió a todas las figuras que han marcado la cultura popular del siglo XX -desde Frank Sinatra a Martin Luther King- y las colocó en el centro de una lucha por la supervivencia sin límites morales. Al igual que los dioses griegos, el elenco de Ellroy es venal, sexoadicto y violento. El episodio de la Odisea que podría haber escrito Ellroy es ese en el que Hefesto -el dios del fuego, la tecnología, etc…- pilla a su esposa, Afrodita, encamada con Ares, el dios de la guerra. Hefesto ha atrapado a los adúlteros con una red de oro e invita a los otros habitantes del Olimpo a que contemplen a los amantes en su pecado para humillarlos. Entonces Hermes, al ver el cuerpo de la diosa, le da un codazo a Apolo y le susurra: «Ya me podían haber atrapado a mí en esa red». Puro Ellroy.
Con 'Los seductores', el escritor ha sublimado todo su mundo en 1962, un año antes de que el presidente Kennedy fuera asesinado. Marilyn Monroe le va a cantar el famoso 'Cumpleaños feliz' al presidente pero anda metida en extrañas conspiraciones. El ambiente es el de una pesadilla en el paraíso. Hollywood se representa como el gran burdel para personajes peligrosos. Por las páginas del libro pasean Marilyn y sus psiquiatras/camellos, Peter Lawford, cuñado de los Kennedy, secuaz de Frank Sinatra e inmoral de campeonato. También el jefe de la Policía de los Ángeles, William Parker, un alcohólico, católico y racista que aparece en gran parte de las novelas de Ellroy, además de Jimmy Hoffa y Orson Welles, entre otros. En todo el texto, la ficción se mezcla con la realidad porque al autor le gusta servirse de personajes que existieron y obligarlos a interactuar con seres ficticios que surgen de la mente más demoníaca de Ellroy.
Mencionaré un dato clave para entender ese universo, pero que me da vergüenza recordar porque es un tópico gastado. La madre del escritor fue asesinada en 1958 y su muerte nunca fue resuelta. Él se crió con su padre, un golfo, leyendo desde pequeño revistas de cotilleos de Hollywood y la Biblia. Fue un drogadicto que se redimió escribiendo novela negra y ganándose la vida como caddie en campos de golf de Los Ángeles. Esa biografía ha generado una visión del mundo muy cínica y pesimista.
En 'Los seductores', además, Ellroy brilla con su estilo único, esa escritura minimalista que provoca descargas eléctricas. Él ha contado cómo creó ese estilo por casualidad. Cuando entregó el manuscrito de 'L.A. Confidential' el editor se asustó ante las más de 800 páginas del texto y le pidió que lo cortase. Lo que hizo Ellroy fue revisar el original y eliminar todo lo que consideraba superfluo. Arrancó 300 páginas a base de retorcer la gramática y escribir párrafos de dos frases y frases de una sola palabra. Su prosa se convirtió en algo hipnótico, adictivo y revolucionario. Cuando he intentado leer en su lengua original algunas de las obras de Ellroy me ha resultado imposible porque otra de sus características es el uso del 'slang' delincuencial de los años 40 en Los Ángeles, un lenguaje olvidado. En ese sentido, el traductor de 'Los seductores', Carlos Milla Soler, ha realizado un trabajo descomunal para adaptar a Ellroy al castellano y que sea muy fácil acompañar a los personajes en 'La Vida'. En este caso, con el leitmotiv que Ellroy ha acuñado para este libro: «La oportunidad es amor».
El protagonista de 'Los seductores' es Freddy Otash, uno de esos personajes abyectos e inmorales que Ellroy convierte en individuos en busca de la ocasión que les redima de un pasado criminal. En cierta forma, lo emplea como un fantasma para hablar de sus propios pecados.
El auténtico Otash falleció en 1992. Había sido un miembro de la Unidad Antivicio de la policía de Los Ángeles que en los 50 se reconvirtió en buscador de chismes para una revista de escándalos -'Confidential'- y que trabajó como un sórdido detective privado en el mundo de Hollywood. Según la leyenda, su especialidad era colocar aparatos de escucha en picaderos y lugares de citas de homosexuales para chantajear a sus víctimas. Creo que una de las facetas que une al autor y al chantajista es el alma 'voyeur'. Ellroy ha reconocido que en sus años de confusión, tras el asesinato de su madre, se convirtió en un adicto a espiar a mujeres en sus casas. Otash hacía lo mismo pero por dinero.
El detective privado llegó a formar parte del círculo de amigos de Ellroy e incluso le propuso firmar un acuerdo para convertirlo en el protagonista de sus novelas mientras estaba vivo. Algo pasó y finalmente Ellroy no firmó el contrato. Lo que hizo fue esperar a que el expolicía falleciese para escribir sobre él sin tener que pagarle nada por los derechos de imagen.
En su anterior novela, 'Pánico', Otash era un protagonista salvaje, casi una parodia, como el propio autor ha reconocido. En 'Los seductores', la figura del huelebraguetas ha cambiado y, por primera vez, se muestra como un ser humano. Inmoral y detestable, pero humano. Ellroy lo ha utilizado para poder contar su versión del verano de 1962, cuando tenía 14 años y era un adolescente adicto a la novela negra y a las experiencias duras. En esa época comenzaron a expulsarlo de colegios, empezó su carrera delictiva y acabó en el reformatorio. Al hablar de esa época como forjadora de su mundo, Ellroy se define como «un niño tarado que lee» y confiesa: «Lo que he buscado con el libro es dar forma a todos mis deseos y mis miedos enterrados».
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