Néstor es de constitución atlética. Alto, altísimo. Americana sport, impecable camisa blanca, sin corbata: un vascote. Cordial, afable». Gorka y Jonan Basterretxea, dos de los cinco hijos que tuvo el artista con María Isabel Irurzun, se enfrentan a estas líneas, que describen a su padre ... como ellos ya apenas lo recuerdan. «Tenemos a aita en la cabeza con 90 años, pero él hizo muchísimas cosas, era... un activista cultural», dicen los hermanos mellizos, que se muestran cómplices. Uno termina las frases del otro.
El texto que abre este reportaje es de una entrevista de la revista 'El Bidasoa' amarilleada por el paso del tiempo, y pertenece al legado de 5.000 documentos que la familia del artista bermeano donó en diciembre al Museo Vasco de Arte Contemporáneo, Artium. Forma parte de una colección que se abrirá al público el próximo viernes. Atentos, revisan lo escrito por el periodista Javier Aramburu en 1959, cuando ellos todavía no habían nacido. Y, de repente, se encuentran. «Tengo tres hijos y medio», leen. ¿Cómo? «Somos mellizos. Cuando aita se enteró, se desmayó. Mi madre ya decía que venían dos y no le creía ni el ginecólogo», ríen mientras empiezan a desempolvar sus recuerdos.
«En casa siempre había gente. Menos mal que nunca faltaba pollo», recuerda Jonan. «¡Podías traer dos pollos asados, que no sé quiénes van a venir a comer!», reproducía Néstor como parte de una conversación con su mujer en su autobiografía 'Crónica errante y una miscelánea' (2006). Tenía asumido que «en nuestra casa -la de Hondarribia en aquel momento- a veces no sabemos los que vamos a sentarnos a la mesa». «Aita pronto decía 'prepara una picadita (argentina), negri'. Porque ama era muy morena. Él era Tor», apostilla Gorka introduciendo la jerga familiar en la que también cabía el 'tío Jorge'; Oteiza, para el resto.
Los descendientes del escultor, cineasta, pintor y diseñador de muebles dan rienda suelta a la memoria en un año maratoniano de recuerdo a su padre por los actos conmemorativos que distintas instituciones y entidades culturales han organizado para celebrar los 100 años de su nacimiento. La efeméride -«intensa», advierten- les obliga a fijar su atención de vez en cuando en un período u obra en particular. «Arte puro», lanza Jonan cuando atisba en un libro la escultura realizada en acero sobre peana de madera 'Nueva Espiral Creciente' (1960). «¿En qué faceta fijarse? Es tan complejo...», hojea entre catálogos Gorka, que atribuye esa pieza a la época de vanguardia en la que cristalizó la 'Escuela Vasca', y que reflejó cambios importantes en su obra. «Se asustó después de que le anunciaran que venían mellizos y dijo que tenía que evolucionar», bromean.
Una vida delante del papel
En las reminiscencias de los sucesores de Néstor, su vida artística y personal se entrelazan de tal forma que resulta extremadamente difícil despegar una de la otra. «Hasta los píxeles de la tele, cuando se cortaba la conexión, le valían. 'No lo arregléis', decía». Y los fotografiaba para sus exposiciones. «Él trabajaba cerca de nosotros. Estabas horas y horas. Necesitaba mucho espacio. Lo ocupaba todo. Menos la cocina, todo se convertía en estudio», relata Gorka. «De pequeños no nos hacía ni caso», difiere un momento del relato su mellizo Jonan. «Aunque yo sí me metía en el laboratorio de fotografía. Era un sitio mágico. Cuando descubres que hay unos papeles, unos líquidos, y de repente empieza a aparecer una imagen en el papel... O cuando hacía las fotos sin película con luces o poniendo objetos entre la luz y el papel...», continúa. «Yo siempre lo he conocido delante de un papel dibujando. Era tremendo», interviene Gorka.
Contemplan su ingente obra con un punto de admiración y otro tanto de conocimiento artístico. Porque es difícil no ligarse a este oficio cuando te has criado en una casa en la que hasta los muebles se inspiran en la Escuela de la Bauhaus. «En esta familia, todos entienden de arte, hasta las empleadas del hogar», aseguraba Basterretxea en una de las últimas entrevistas que concedió a este periódico meses antes de morir.
«Mi hijo Jonan hace marionetas, tiene una tienda preciosa en Hondarribia y prepara una opereta basada en el gigante de Altzo», detallaba entonces. También Gorka abriría cuatro años más tarde en Vitoria la extinta galería 'Talka', con ese «espíritu multidisciplinar» de un Basterretxea que dejó su huella, además de en Europa, en Nevada, Chile y Buenos Aires. Su repentina muerte trajo el debate de qué hacer con su obra. De puertas para fuera, claro. «Nosotros no tuvimos duda. No nos íbamos a repartir su legado artístico. Él tenía la vocación de que la cultura llegara a todos lados».
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