Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
LUISA IDOATE
Sábado, 1 de junio 2019, 00:48
Promete la Luna a los estadounidenses en 1962. John F. Kennedy los enardece: «Hemos decidido ir a la Luna. Hemos decidido ir a la Luna en esta década». En 1957 la URSS ha puesto en órbita el primer satélite artificial, el Sputnik; y en 1961 ... Yuri Gagarin es el primer hombre en viajar al espacio con un vuelo de 108 minutos. Kennedy quiere devolver el golpe. «Es un desafío que estamos dispuestos a aceptar, uno que no estamos dispuestos a posponer, y uno que tenemos toda la intención de ganar, al igual que los otros». Comienza la carrera por la conquista de la Luna; una pugna entre dos irreconciliables bloques surgidos tras la Segunda Guerra Mundial: capitalismo y comunismo. Desde 1945, Washington y Moscú son dos machos alfa en lucha. Generan un clima de temor y amenaza y empujan al resto de países a alinearse en sus organismos defensivos: la OTAN, creada por EE UU en 1949, y el Pacto de Varsovia con que responde la URSS en 1955. Hacen equilibrios para evitar una guerra nuclear. Pelean a través de países que invaden, liberan, desestabilizan o apoyan según convenga. El espionaje y las 'operaciones negras' son lo habitual; al igual que la manipulación informativa, el control ideológico y la censura. Es la Guerra Fría, simbolizada por el Muro que, entre 1961 y 1989, parte en dos Berlín y el mundo entero.
Estados Unidos no quita ojo al bloque soviético. Para confrontarlo, todo vale. Con él se mide cada cuatro años en las Olimpiadas; el oro es para el país, y se glorifica a quien lo logra. También acoge, utiliza y rentabiliza mediáticamente a ingenieros de la Alemania nazi como Wernher von Braun, que trabajó para ella y ahora lo hace en el Saturno V de la NASA y es decisorio en el primer alunizaje. Ganar la carrera espacial es noquear al Kremlin. Cuando lo logra, Washington informa a lo grande: en directo, desde la Luna.
A mediados del siglo XX, EE UU respira prosperidad. Ha librado la Segunda Guerra Mundial fuera de casa, no necesita reconstruir el país. En 1948 impulsa el Plan Marshall con 13.000 millones de dólares para recomponer la devastada Europa y alejarla a cualquier precio –nunca mejor dicho– de los soviéticos. Para minarlos, combate a sus aliados y apoya a sus enemigos en zonas estratégicas en conflicto. Le suelen cuadrar las jugadas, pero dos le salen caras. El fallido intento de invadir Cuba en 1961 genera la 'crisis de los misiles' y el bloqueo económico de la isla en 1962. Lo decide el entonces presidente John F. Kennedy, asesinado un año después en Dallas. Sus sucesores Lyndon B. Johnson y Richard Nixon lidian con la derrota en la Guerra de Vietnam, cuya crueldad transmite al mundo la televisión.
En casa hay fuegos que apagar. Desde 1876 las leyes de Jim Crow imponen la segregación racial en lugares públicos. Hartos de su lema, 'separados pero iguales', los negros contraatacan. En 1955 boicotean a la compañía de autobuses Montgomery por el derecho al mismo asiento que los blancos. En agosto de 1963, 200.000 marchan sobre Washington encabezados por Martin Luther King. El pastor baptista lidera la lucha pacífica por la igualdad; en julio de 1964, el presidente Johnson lo invita a la firma de la Ley de Derechos Civiles que abole la discriminación en escuelas, parques, baños.… Es un paso, no la solución. El Ku Klux Klan sigue quemando cruces y los negros no tienen derecho al voto hasta 1965. Ese año los disturbios raciales dejan 34 muertos en Los Ángeles y en 1967 otros 43 en Detroit.
Ante la violencia racista solo cabe la autodefensa, arenga Malcolm X. Es un orador con tirón convertido al Islam, defiende la superioridad de los negros y su independencia. J. Edgar Hoover, director del FBI, lo considera «la mayor amenaza interna para la seguridad del país». Lo investiga, al igual que a Luther King. Si un incómodo líder mete demasiado ruido, se le desacredita por promiscuo o comunista. En su punto de mira también están los 'panteras negras', supremacistas negros de izquierdas que mantienen desde 1966 patrullas de defensa y vigilancia de los excesos policiales.
Asesinan a Malcolm X en febrero de 1965 y a Luther King en abril de 1968. Ese año EE UU ve al comunismo aplastar la Primavera de Praga y la apertura de Alexander Dubček; y a los estudiantes de París rebelarse y contagiar al mundo el subversivo y anticapitalista Mayo del 68. En junio matan a Robert Kennedy. En octubre, con el país aún conmocionado, el atleta afroamericano Tommie Smith sube al podio de la Olimpiada de México con el puño en alto; reivindica los derechos de los negros. Corre 200 metros en 19,83 prodigiosos segundos; no se supera en década y media. Lo condenan al ostracismo, empieza de cero y fuera del deporte. «Mi padre me decía que hiciera más que él. Y lo hice. No quería volver a los campos de algodón», declara.
El 21 de julio de 1969 Neil Armstrong pisa la Luna y Washington respira aliviado. Aun muerto, John F. Kennedy cumple su palabra: «Lograr el objetivo, antes de que acabe esta década, de llevar un hombre a la Luna y traerlo de vuelta sano y salvo». Los paseos lunares de Armstrong y otros once astronautas estadounidenses copan hasta finales de 1972 la época de oro de la carrera espacial. Harán falta cuatro décadas para que se cumpla el 'sueño' de Luther King y Barack Obama sea el primer presidente negro.
Los protagonistas
iratxe bernal
Neil Armstrong (Ohio, 1930-2012) era reconocido en la base aérea de Edwards por su carácter imperturbable y rapidez de reacción ante los imprevistos. Había sido el piloto que mejor había soportado la recién estrenada centrifugadora, el simulador que aún hoy expone a los astronautas a aceleraciones superiores a las de la gravedad terrestre. Solo dos finalizaron la prueba y él fue el único que lo hizo conservando el control de los mandos.
De crío su padre le llevó a ver unas acrobacias aéreas e incluso logró que subiera a una de las avionetas. Acababa de sellar el destino del chaval, que obtuvo la licencia de vuelo a los 16 años. Pronto, pero tarde. Ya habían pasado los años de las grandes hazañas de la aviación, así que estudió Ingeniería Aeronáutica.
La guerra de Corea le hizo aparcar la carrera. Casi 80 misiones como piloto de la Marina le animaron a terminar los estudios pero para ser piloto de pruebas del Centro de Vuelo de Alta Velocidad que hoy lleva su nombre. En 1962, tras la muerte de su hija de dos años, se ofrece para entrar en el Proyecto Gemini. Participa en el octavo vuelo. Su siguiente misión ya es como comandante del Apolo 11.
Pasó el resto de su vida huyendo de la fama, negándose a firmar autógrafos e incluso denunciando a su barbero por haber vendido un mechón de su pelo. Cuando dejó la NASA en 1971 compró una granja en su pueblo e impartió clases de Ingeniería Aeroespacial en la Universidad de Cincinnati.
Para cualquiera sería una faena ser 'el que no pisó la Luna'. Más aún, si el gran salto de la Humanidad te pilla absolutamente incomunicado orbitando en la cara oculta del satélite y no te enteras de lo que pasa. Pero Michael Collins (Roma, 1930) siempre se ha considerado afortunado. Y con razón, porque estaba allí por una doble carambola. Primera: una lesión cervical le impidió subir al Apolo 8 pasando a formar parte de la tripulación del 11. Segunda: la NASA tuvo que acelerar el paso y encargar el alunizaje a una misión que solo tenía que haber probado el módulo lunar. «Había treinta astronautas esperando ocupar mi asiento. Yo estaba preparado y me llamaron. ¿Creéis que además necesito caminar sobre la Luna para sentirme feliz?»
Él era, según los responsables del programa, el más apto de los tres para tripular el módulo en solitario. Durante casi 24 horas iba a estar «más solo que nadie desde Adán». Años después, reconoció que entonces creía que las probabilidades de éxito eran del 50% y le aterraba la idea de regresar abandonando allí a Armstrong y Aldrin después de que el mundo los viera dando el paseíllo triunfal. A duras penas logró controlar una claustrofobia que creía superada.
Tras aquella misión aceptó un puesto en el Departamento de Estado y un año más tarde fue nombrado director del Museo Nacional del Aire y el Espacio y después, vicepresidente del Smithsonian. Además, estudió Económicas en Harvard, trabajó para una empresa aeroespacial y ha escrito varios libros.
«Siempre se me presenta como el segundo hombre en pisar la Luna y eso es un poco degradante. Ni que Mike (Collins) y yo fuéramos los comparsas de Elvis». Edwin Eugene 'Buzz' Aldrin (Nueva Jersey, 1930) nunca ha llevado bien que le privaran de un protagonismo que, según el protocolo del programa espacial, le tendría que haber correspondido. Porque, hasta entonces, lo establecido era que el comandante permaneciera en la nave mientras el piloto del módulo realizaba las actividades extravehiculares encomendadas.
Graduado en Ingeniería Mecánica en West Point, doctorado en Astronáutica por el MIT y con experiencia como piloto de caza en Corea, su vuelo en el Gemini 12 lo capacitaba para ser el primero en pisar la Luna. Lo tenía todo... menos temple.
En público, los responsables del programa espacial alegaron que el diseño del Eagle (con la escotilla junto al asiento de comandante) no permitía seguir el protocolo, pero en privado reconocían que no sabían qué esperar del temperamental y competitivo Aldrin si se producía un imprevisto ni cómo llevaría la fama dados los antecedentes de depresión en su familia.
Pasadas las celebraciones, se dedicó a la venta de coches y sufrió una depresión agudizada por problemas con el alcohol. Una vez recuperado, ha escrito libros e impartido charlas. En 2002 fue noticia por pegar un puñetazo a Bart Sibrel, autor de documentales que aseguran que la llegada a la Luna fue un montaje.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
A la venta los vuelos de Santander a Ibiza, que aumentan este verano
El Diario Montañés
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.