El grito en la pantalla
Reportaje ·
Carlos Aguilar y Anita Haas firman 'Flamenco y cine', un meticuloso estudio sobre la relación entre ambos génerosReportaje ·
Carlos Aguilar y Anita Haas firman 'Flamenco y cine', un meticuloso estudio sobre la relación entre ambos génerosTXANI RODRÍGUEZ
Viernes, 20 de diciembre 2019
Es probable que nunca se logre establecer el momento exacto en el que surgió el flamenco, «la oscura raíz del grito», como escribió Lorca. La primera manifestación cultural en la que aparece este arte es 'La gitanilla', una de las Novelas Ejemplares (1613) de Miguel ... de Cervantes, que se llevó al cine en tres ocasiones, aunque no se conserva ninguna copia. Lo cierto es que tuvo que correr el siglo XVIII para que el flamenco germinara en Cádiz y en Sevilla. Menos sinuoso resulta rastrear los orígenes de su irrupción en la gran pantalla. Prácticamente, cine y flamenco eclosionaron al mismo tiempo, a comienzos del siglo XX. «Y obtuvieron la justa respetabilidad cultural también a la vez, en el comienzo de los años 60 del pasado siglo», apunta Carlos Aguilar, que llegó al flamenco a través del jazz y firma junto a Anita Haas 'Flamenco y cine' (Ed. Cátedra). Los cafés cantante, las tabernas, las corralas tomaron el mundo del celuloide, que trató de seguir su compás atávico, solo a veces con éxito. Las películas producidas tras instaurarse el cine sonoro plantearán una cuestión estética y formal insoslayable: «Estriba en valorar si la música desempeña un cometido expresivo consustancial a la dramaturgia o constituye un aditivo superficial, aunque sea notable dentro de los ingredientes». Lamentablemente, como señala Aguilar, predominan las películas donde la banda sonora o las intervenciones musicales «resultan epidérmicas antes que profundas, intrascendentes, meramente cosméticas antes que interesantemente jondas».
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En los albores ya de esta relación irrumpió el manoseado término 'españolada': «Es algo tan viejo como el propio cine. Y lo más curioso, y significativo, y hasta paradójico estriba en que se acuñó en Francia». En aquella época nació también, con 'La mujer y el pelele' y con 'Carmen', un arquetipo poco realista de la mujer gitana encarnado entonces por las actrices y bailarinas Pola Negri y Conchita Montenegro. Tras la década de los 30, en la que destaca 'María de la O' (Francisco Elías, 1936), que reunió a Pastora Imperio y Carmen Amaya «en un tortuoso melodrama, donde los ritos y especificidades de la etnia gitana revelan enjundia estética y estima social», el flamenco experimentó un receso porque la dictadura lo asociaba al periodo republicano, pero para compensar aquella travesía por el desierto hay que decir que fue también en esa década cuando Edgar Neville introduce el flamenco en su cine con cintas como 'El crimen de la calle Bordadores'. Este género vuelve a gozar del favor de la industria y del respaldo del público en los años 50. Los productores Cesáreo González y Benito Perojo fueron los responsables del fenómeno que protagonizaron Carmen Sevilla, Lola Flores y Paquita Rico. Asimismo, surgen nuevos ídolos de la canción como Antonio Molina, Juanito Valderrama o el niño Joselito. Y el flamenco se asoma también al cine extranjero.
Amparados por el surgimiento del denominado Nuevo Cine Español, en los años 60 debutan dos cineastas esenciales en «la vertiente grave y comprometida del género»: Carlos Saura y Julio Diamante, y se incorpora también Francisco Rovira Beleta, autor de la magnífica 'Los Tarantos' y 'El amor brujo'. Ambas cuentan con Antonio Gades en el reparto y ambas son nominadas al Oscar a la Mejor Película Extranjera, la constatación mediática del buen momento sociocultural que atravesaba el flamenco y que coincidió con la agonía del cine folclórico. Durante la década de los setenta, las producciones no se detuvieron y entre los estrenos se pudo ver a genios del cante participando en películas que Aguilar no duda en calificar como bodrios. Así, Ramón el Portugués aparece en 'Las colocadas' (Pedro Masó, 1972) y 'Camarón en Casa Flora' (Ramón Fernández, 1972). «Es un placer, en cambio, identificar a Paco de Lucía, por supuesto, tocando la guitarra en el fascinante western rodado en Almería, 'Ana Coulder' (Burt Kennedy, 1971)».
El cine de los 80 encuadra la trilogía 'Bodas de sangre' (1980), 'Carmen' (1983) y 'El amor brujo' (1985). Saura vertió su pasión por el flamenco sublimando esta música mediante una riqueza de medios insólita hasta entonces. En estas películas, se aprecia el arte de Antonio Gades, de Cristina Hoyos o de Pepa Flores.
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El tiempo avanza y con el nuevo milenio llega la película 'Vengo', dirigida por Tony Gatlif, de etnia gitana, nacionalidad francesa y argelino de nacimiento, a quien Aguilar describe como «antitético de todo punto». Gatlif, que contó con David Trueba para la realización del guión, coordinó la banda sonora, que compaginaba el flamenco con ritmos árabes y norteafricanos. La cinta está protagonizada por un Antonio Canales que no baila, pero que brinda una interpretación verosímil. Las escenas musicales de esta coproducción hispano-franco-germano-japonesa fueron elegidas para clausurar el Festival de Venecia.
La fértil historia del flamenco y el cine se puede consultar en este libro con facilidad porque la información se ha organizado por orden alfabético y reúne largometrajes, cineastas, letristas, compositores, instrumentistas, bailaores y bailaoras, cantaores y cantaoras, como resultado de un ingente trabajo que no pretende ser exhaustivo, pero que sí resulta representativo y didáctico. Toda esa información se complementa además con un material gráfico copioso, variado y, en gran medida, inédito.
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Del futuro poco se sabe, y las entradas a los nuevos diccionarios están por escribir, pero habría que mirar hacia la fusión dentro del género, ya que la sobriedad de los palos tradicionales alcanza a un público limitado. Edgar Neville afirmó que el flamenco no fue un espectáculo, ni nació para serlo, sino que se trataba «de la forma de expresión de un pueblo más bien inarticulado, eran poemas dichos a gritos de llanto», pero el espectáculo sí entendió al flamenco como propio.
De momento, el cine no se ha adentrado en esos terrenos mestizos con decisión. «Por el momento, –explica Aguilar– tan solo el documental 'Guitarra de palo', producido, escrito y realizado por Andrea Zapata-Girau en 2012. En él aparecen genios del mestizaje musical como Jerry González, Javier Colina, Caramelo, Antonio Serrano, Raimundo Amador y Jorge Pardo».
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