La autora de 'La casa de las miniaturas', un éxito que le cambió la vida, regresa seis años después a los canales de Ámsterdam con 'La casa de la fortuna', para continuar la historia en el siglo XVIII
La cita con Jessie Burton para charlar sobre la publicación en español de 'La casa de la fortuna' (Ed. Salamandra) es en una cafetería cerca de su propio hogar, en el sudeste de Londres. Es una mujer simpática y amistosa que con el éxito de su primera novela, 'La casa de las miniaturas', sorteó las trabas que en la rígida sociedad inglesa pueden frenar el avance de la gente sin «padrino» o apellidos que le abran paso. También compensó su frustración por no haber cumplido su sueño de ser una estrella del teatro.
Publicada en 2014, aquella novela contaba la historia de dos hermanos, el aventurero comerciante Johannes Brandt y la exigente Marin, en la Ámsterdam de 1687. Se suma a ellos Petronella 'Nella' Oortman, de 18 años, inocente esposa del magnate, que la compró a sus padres a cambio del pago de sus deudas. Dos notables secundarios -Otto, asistente de Johannes, y Cornelia, más gobernanta que sirvienta- completan el retrato de familia.
Dos años después de su publicación, se habían vendido ya un millón de ejemplares. La novela se ha traducido a cuarenta idiomas. Las vicisitudes de una familia que navega por los mares del sur para comerciar con azúcar y trata de regatear en tierra el puritanismo religioso y las frágiles amistades entre los mercaderes que habitan la 'curva de oro' del canal Herengracht también inspiraron una serie de televisión.
Desde entonces, Burton ha publicado en inglés dos libros de literatura infantil y otras tres novelas -'The Muse'(La musa), con trama en parte española; 'The Confession'; y 'La casa de la fortuna'- que han sido también número uno en ventas en la lista que publica 'The Sunday Times'.
Los libros siempre han formado parte de su vida. «Mi madre me llevaba a la biblioteca los fines de semana y siempre podía convencerlos de que me comprasen un libro», recuerda. Hija única, devoraba los de Roald Dahl («ese hombre sabía contar una historia»). Alison Uttley y su 'Viajera en el tiempo' y Brian Jakes, creador de una saga con ratones que habitan una especie de abadía medieval, también han sido importantes en su educación.
Sus gustos literarios han dejado huella en la fantasía presente en las tramas eclécticas de sus novelas adultas, que combinan especulaciones mágicas con el suspense o el enfoque de cuestiones sociales. Entre ellas, las barreras construidas por las elites para preservar su estatus, la homosexualidad, el racismo o la condición de las mujeres.
Tenía un profesor de Inglés que se salía a menudo del programa oficial de lecturas y una profesora de Español que no les enseñaba gramática. Prefería sumergir a sus alumnas en la cultura del país, leyendo periódicos y viajando a puntos de la península. Burton era una excelente estudiante, delegada de la escuela junto a su mejor amiga.
Sentía fascinación por la dramaturgia: «Actuar era una manera de expresarme y de ser vista sin exponerme. Creo que es igual con la escritura». Estudió español e inglés en la Universidad de Oxford y pasó un año en Cádiz. «Fue duro porque, siendo una chica de la gran ciudad, me enviaron a Chiclana de la Frontera», cuenta. «Ninguno de los niños sabía una palabra de inglés, así que mi español, con acento andaluz, era muy bueno. Tenía un novillero en mi clase. Era un mundo agrícola y anticuado, pero la gente era muy agradable y acogedora».
Al acabar sus estudios descubrió que en Reino Unido «todo se basa en quién es tu padre o tu padrino»
En Oxford le sorprendió cuántos estudiantes se conocían entre ellos, porque habían compartido educación en los colegios privados. El suyo había sido un centro educativo integral, abierto a todos los niveles. En la universidad dejó de escribir y se inclinó hacia el teatro, porque le parecía más igualitario. «Pero hasta que terminé los estudios no entendí que el Reino Unido no era tan meritocrático como yo creía», explica. «Todos éramos más o menos iguales en la Universidad, pero, cuando nos fuimos, había gente que de pronto entraba en un periódico nacional o en la BBC, o trabajaba como asistente de un ministro. Y yo no pude porque todo se basaba en quiénes son tu padre y tu madre, o tu padrino».
Se ganaba la vida con «trabajos normales» y se sentía «muy frustrada» por no lograr el éxito artístico. Si Stendhal leía textos legales para depurar lo innecesario de su escritura, la autora de 'La casa de las miniaturas' es escueta sobre el tiempo que pasó como asistente personal de ejecutivos de la City de Londres: «Agudizó mi deseo de que aquello no fuese mi vida».
Anya Taylor-Joy y Alex Hassell, en la serie sobre 'La casa de las miniaturas'.| Canal Herengracht y Dam, dos de los escenarios de las novelas.
«Perseguir una carrera»
Debía abrirse paso en los escenarios. Encontró su primer trabajo profesional como actriz con 11 años y estudió en una de las grandes escuelas británicas de teatro. Ingresó en la compañía del Almacén Donmar, parte del Teatro Nacional. «Pero no podía alcanzar lo que quería. Había exceso de aspirantes, era demasiado competitivo, sexista, discriminatorio con las edades... Estaba cansada de esperar la llamada para un papel, casi siempre empleos temporales. Mi cerebro se pudría entre audiciones mientras yo sabía que podía hacer más. Mi deseo de perseguir esa carrera estaba dañando mis esperanzas en la vida real. Y entonces comencé a escribir de nuevo», relata. En el tren hacia el trabajo, en los descansos de los ensayos.
Un viaje a Ámsterdam cambió su vida. En el Rijksmuseum se sintió «completamente cautivada» por la casa de muñecas de la verdadera Petronella Oortman, segunda esposa de Johannes Brandt, mercader de sedas. Su belleza, su extraordinario coste, la psicología de quien emplea 26 años para reproducir con miniaturas la vida de la señora de la casa, fascinaron a Burton.
Tiró a la basura dos borradores de 'La casa de la fortuna' antes de escribir sin parar durante el primer trimestre de embarazo
Imaginó a dos mujeres, Nella y Marin, que se enfrentaban y necesitaban apoyarse. Descubrió que en aquel tiempo se castigaba a los homosexuales ahogándolos en el canal. Los grandes maestros holandeses habían plasmado la riqueza paisajística de una ciudad que conserva sus edificios históricos. Encontró el libro de un inglés que anotó asuntos cotidianos en la ciudad de aquel tiempo. Jessie Burton tenía una historia y un escenario.
Tras el éxito de un libro escrito «como un torrente, como si escribiera un ensayo para el profesor de Inglés», no lo releyó durante seis años. «No podía ni abrir las tapas. Era muy crítica con el libro y conmigo misma. Pero algo comenzó a burbujear. Sabía que Nella -su gran personaje, con el que tiene una relación más intensa- tendría 37 años y estaría de nuevo en un punto crítico de su vida. Viuda y sin hijos, se empeña en guiar a una adolescente por las peligrosas estrategias sociales que la decaída casa de los Brandt emprende para preservar su estatus entre los burgueses de Ámsterdam.
«Escribir 'La casa de la fortuna' fue muy difícil», afirma Burton. Tiró a la basura dos borradores, 300.000 palabras. En la Nochevieja de 2021, recibió la confirmación de su embarazo y tuvo que llamar a su editor para que no leyese el borrador que le había enviado, porque había caído en la cuenta de que no podía publicarse así. «Entonces se aclaró todo. De enero a marzo, escribí sin parar. Si hace cinco años me dicen que escribir un libro es parecido a tener un bebé, hubiese dicho que no. Pero siento que, si eres una escritora con una idea creciendo en tu mente, finalmente empujándola al mundo exterior, sin control, la analogía es buena», concluye. «Es asombroso y doloroso, es agotador. Pero fue una experiencia muy bella que mi embarazo coincidiese con escribir sobre un personaje que no tiene hijos. Asumí ese papel. Yo tuve el bebé en lugar de Nella. Y entregué el borrador dos semanas y media antes del nacimiento. Fue un bebé muy decente. Esperó».
La autora se quedó fascinada en el Rijksmuseum por la casa de muñecas de Petronella Oortman, que inspiró el personaje de Nella.
Marc Driessen
«A veces hay en mí una ambición feroz»
Aunque se muestra orgullosa del éxito de ventas de sus libros, Jessie Burton puntualiza que «vivir con éxito es distinto a ser exitosa», y lo que marca la diferencia es el sufrimiento de los artistas. «Ahora me alegro de que mi trabajo no se publicase cuando tenía 23 o 24 años, de tener esa década para mí», afirma. «Pienso en Zadie Smith (autora juvenil del best-seller publicado en el año 2000 'Dientes blancos'). Ya no vive en el Reino Unido. Se marchó a América. No dejó de escribir, pero creo que no quería que la encasillasen con ese nombre y esa personalidad, porque puede dañar la capacidad de producir algo nuevo».
A partir de ahí, comenta que tras la reciente muerte de la cantante Tina Turner, ha «leído a todo el mundo escribiendo que era asombrosa y una fuerza de la naturaleza. Pero tuvo una vida muy dura y no pudo disfrutarla mucho», subraya. «Creo que es difícil tener talento artístico y disfrutarlo, y eso es lo que estoy intentando aprender. Parece que se nos enseña a no aceptar límites, aunque sería en realidad una extraña liberación», asegura.
«Si sabes que no vas a ganar el Booker (el premio de literatura para un solo libro más importante del Reino Unido), el Turner (de artes plásticas) o un Oscar, ¿puedes tener una buena vida y producir buenas obras?», se pregunta. «Yo creo que esa cuestión devora a muchos escritores, que quieren ser los mejores. Yo trabajé como actriz. El teatro es colaboración, un trabajo colectivo, y podíamos terminarlo en una noche. Si hacías algo mal, intentábamos algo diferente la siguiente noche. Pero ahora trabajo sola. Llevo diez años trabajando sola con mis personajes y mis palabras, como una niña jugando con sus muñecas».
Durante el confinamiento, «la gente lamentaba tener que vivir como yo vivo, sentada todo el día, sin hablar con nadie salvo las voces en mi cabeza. Creo que eso tiene un efecto psicológico», confiesa la escritora. «No hay límites a la creatividad, pero a veces hay en mí una ambición feroz. Si leo a alguien que admiro, me pregunto por qué no puedo yo escribir así. Estoy mejorando mucho, pero observo que ahí sigue estando la vieja niña competitiva».
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