Varios niños y un monitor, durante una sesión de entrenamiento en Ermua. Ignacio Pérez
Lecturas

El fútbol compasivo

En una época el fútbol no estaba de moda. Los niños que habían soñado con jugar en el Athletic, y que sufrieron como una de las primeras decepciones gordas el incumplimiento de un sueño tan improbable (aprendieron que para llegar a algo no basta con ... tener ganas), debían defenderse o no inmutarse si les daba después por los libros, la música, el cine, asuntos de la modernidad.

Publicidad

Ahora lo raro es que no guste el fútbol. Lo mismo que en las novelas o en el cine nos metemos en los zapatos de los personajes, ya retirados del sueño primigenio, nos calzamos las botas de tacos imaginarias y nos sentimos partícipes de las jugadas, trazamos pases rectos y curvos, regates insólitos, remates inverosímiles, damos instrucciones mentales a los nuestros, aunque no siempre nos hagan caso los héroes de ahora, que ya no son aquellos personajes mitológicos de la infancia.

No hay mucha literatura relacionada con el fútbol, y es raro porque se presta a todo tipo de variantes narrativas. Hay partidos que son magros guiones imaginativos, carreras que parecen pensadas para el elogio de valores universales como la camaradería, la perseverancia, la deportividad, y contraejemplos con juguetes rotos por el dinero, los estragos de la fama, la vida desordenada: Garrincha, Best, Maradona... Hay historias tristes de futbolistas prometedores a quienes rompieron la pierna y ya no volvieron, tras desesperados intentos de recuperación.

El fútbol es metáfora y muestrario de la vida. Es extraño que no atraiga más a los escritores, cuando es un material literario de primera. Todos conocemos a narradores extraordinarios que no han pasado de las barras de los bares, pero da gusto escucharlos. El relato puede ser épico y lírico, da para los himnos exaltados y para ponerse sentimental acordándose de las viejas glorias y los partidos inolvidables, que es otra manera de recordar la infancia, y a quienes ya no están a nuestro lado. Quien escribe puede ser contenido o soltarse el pelo a ratos, hay una infinidad de registros. El fútbol produce alegrías y tristezas inexplicables pero ciertas. Pocas alegrías de mayor fundamento provocan un entusiasmo tan fulminante como el gol.

El fútbol es el sueño de los niños y una modesta expectativa para los mayores. Como mínimo entretiene y además es compasivo, da vidilla semanal a quienes no van sobrados de emociones personales.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad