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Puente Glienicke, que une el distrito de Wannsee, en Berlín, con Potsdam, la antigua residencia de los reyes de Prusia.
Frontera entre dos mundos
Puentes con historia

Frontera entre dos mundos

En el de Glienicke, que unía ambas Alemanias, se intercambiaban los rehenes durante la Guerra Fría

iratxe bernal

Viernes, 27 de agosto 2021

El puente Glienicke cruza el río Havel conectando desde 1907 el distrito berlinés de Wannsee con la capital de Brandenburgo, Potsdam. Pese a tomar el nombre del cercano palacio neoclásico de inspiración italiana que sirvió de residencia al príncipe Carlos de Prusia, es un puente sin ningún encanto. Tan modesto que apenas un leve guiño en sus arcos nos recuerda que se construyó cuando el art nouveau obligaba a embellecer cada detalle. Nada acercaría hasta él a los turistas si no fuera porque durante cuarenta años en uno de sus extremos ondeaba la bandera de la República Federal Alemana mientras en el otro lo hacía la de la Democrática. Cruzar sus 128 metros era poco menos que cambiar de mundo.

Fue diseñado por el ingeniero Johann Caspar Harkort VI, pionero de la construcción de grandes puentes de hierro en Prusia y el imperio austrohúngaro.

puente glienicke | BERLÍN

Casi sale intacto de la Segunda Guerra Mundial, pero en abril de 1945 un proyectil dañó su estructura y obligó a una reconstrucción que no se completó hasta 1949, después de la creación de las dos Alemanias. El Gobierno prosoviético de la RDA lo llamó entonces 'el puente de la unidad' porque lo atravesaba el trazado de la nueva frontera. Si alguna vez hubo algo de cordialidad en el nombre ésta se transformó en cruel ironía en 1961 cuando, tras el levantamiento del Muro de Berlín, fue cerrado al público. Desde entonces su nombre pasó a ser 'el puente de los espías'.

Fue allí, como narra la película de Spierberg, donde el piloto estadounidense Francis Gary Powers, cuyo avión fue derribado sobre la Unión Soviética en 1960, fue intercambiado por el miembro de la KGB preso en Estados Unidos Rudolf Abel. Fue el primero de solo tres canjes -reales, dejemos a un lado los descritos las novelas de John le Carré- que vivieron su momento álgido el 11 de junio de 1985, cuatro meses después de que Mijail Gorbachov se convirtiera en el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética; con el puente engalanado de banderas soviéticas y estadounidenses, ante periodistas de todo el mundo y tras ocho años de negociaciones, cuatro espías de la Europa del Este y 23 de la CIA cruzaron las rayas blancas que marcaban la frontera entre Occidente y Oriente. La guerra fría tocaba a su fin y el deshielo empezaba en Glienicke, que un día después de la caída del muro, el 10 de noviembre de 1989, fue declarado libre y de nuevo abierto a la circulación.

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