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El fotógrafo que se alejó de la estética oficial de la URSS
Boris Savelev ·
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Boris Savelev ·
El premio PhotoEspaña 2024 es para el autor de 'Secret City', el primer soviético que publicó su trabajo al otro lado del Telón de AceroItxaso Elorduy
Sábado, 22 de junio 2024, 00:17
Boris Savelev comienza la entrevista narrando su vida a través de las imágenes que componen la retrospectiva 'Viewfinder. Una forma de mirar', en Madrid (espacio cultural Serrería Belga) hasta el 14 de julio. «Nací en Chernivtsi, Ucrania, viajé a Moscú para estudiar y 50 años ... después regresé a mi país natal, donde conocí a Natalia, mi segunda mujer, también fotógrafa», que sigue nuestros pasos con su cámara. A sus 78 espléndidos años sorprende al contar que sufrió dos ataques al corazón y no menciona la guerra entre su país natal, Ucrania, y el que le adoptó durante durante treinta y cinco años, Rusia. Hoy vive tranquilo refugiado en Vigo, aunque dejó por unos días su residencia gallega para recibir en Madrid el premio grande de PhotoESpaña.
Las suyas son capturas realistas que destapan las sutilezas de la vida cotidiana y los dramáticos cambios en el panorama sociopolítico. «Esta foto de 'La casa de los artistas en Moscú' es atípica, porque la estética de los fotógrafos en el 85 era oficial y el único que trabajaba saliendo del molde, era yo», cuenta. «Al ver mi trabajo en 1988 'Times and Hudson' decidió publicarlo bajo el nombre de 'Secret City'». El objetivo era publicar una monografía de un fotógrafo independiente de la URSS y otra de un gran fotógrafo estadounidense. Los elegidos fueron Alex Webb y Boris Savelev. «Este libro fue importante para mí porque fui el primer fotógrafo elegido para publicar su obra fuera de la URSS».
Savelev es conocido por su estética constructivista centrada en la luz y la forma, un estilo marcado por su formación metódica y científica. Su obra forma parte de importantes colecciones internacionales, entre ellas el MoMA de Nueva York, la Staatsgalerie Stuttgart y el Museo de Bellas Artes de Santa Fe. Fue en su ciudad natal, Chernivtsí, donde cogió una cámara a los 15 años. «Sentí que era lo que tenía que hacer. Me pareció algo extraordinario, me divirtió muchísimo. Estuve tres años fotografiando en Ucrania, hasta que me trasladé a Moscú para estudiar ingeniería aeroespacial». Durante diez años dejó la fotografía e ingresó en un instituto secreto para diseñar naves aeroespaciales, pero aquello acabó por resultarle «sumamente aburrido» y volvió a coger la cámara. Como no tenía trabajo ni dinero empezó de cero, en un laboratorio como impresor.
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«Fue una gran experiencia. Aprendí muchísimo, mientras seguía haciendo fotografías e imprimiéndolas en mi propia casa». Empezó a imprimir a color manualmente, porque no le gustaba lo que se hacía a nivel mecánico. Controlaba y manipulaba el proceso que las impresoras hacían de manera automática. Modificaba el tiempo de exposición, la temperatura, intervenía en el proceso para conseguir el resultado que deseaba.
Las imágenes de Boris Savelev muestran detalles de la vida diaria de ciudades que han marcado su vida. Nueva York, Londres, Wuppertal, Bonn, Southampton y, por supuesto, Madrid y ahora Vigo. «Cada vez soy más exigente». Capta momentos decisivos, tal y como reflejaba Cartier-Bresson, tocados por la mano de un creador que manipula el proceso de impresión para conseguir un acabado cercano a la pintura. Habla de la importancia de «hacer, no sacar fotografías. Cuando empecé a utilizar el Kodachrome llegaron los americanos a retratar la sociedad soviética de la época, en el tiempo de la perestroika. Había un proyecto que se llamaba 'Un día en la URSS' y a cada fotógrafo que participaba le pagaban con 200 carretes de Kodachrome. Yo no entré, porque los americanos lo habían organizado con las dos agencias oficiales, TASS y APN. Era independiente, pero todos mis compañeros de Moscú me conocían. Ellos despreciaban los Kodachrome, que guardaban en la nevera, y les dije: seguid utilizando Echtachrome, que yo os compro los otros carretes. De esta manera me hice con unos 200 Kodachrome. Envié a un amigo que estaba en París, Gueorgui Pinkhassov, los carretes para que los revelara y en esta exposición hay muchas de esas fotos, con su característico rojo». Boris empieza a mostrar todas las imágenes tomadas con ellos en los 90, mientras celebra el aprendizaje del proceso al trabajar el negativo y el positivo. «Algo que me ayudó en la siguiente etapa, cuando colaboré con Adam y tuve que transferir pigmentos a las fotografías».
Adam Lowe, comisario y fundador de Factum Arte, para la tecnologia digital en la conservación, creyó en el trabajo de Savelev desde el primer momento. «Todo depende de la luz, ese gran mago que en un segundo puede transformar lo trivial en extraordinario. Boris no busca imágenes sensacionales, sino momentos en los que detalles sutiles revelen la complejidad poética de la experiencia humana compartida», destacó Lowe durante la presentación de la retrospectiva, la más completa de este autor.
La monografía 'Secret city' se vendió en todo el mundo. Fue la primera visión independiente desde el otro lado del telón de acero y gracias a ello Savelev dio a conocer su obra. A partir de entonces los comisarios de Europa y América llamaron a su puerta y comenzó la colaboración con Adam Lowe. «Ya había una confianza mutua, lo que le impulsó a mudarse a Madrid, donde abrió Factum Arte», explica. «Empezamos a desarrollar juntos un proceso nuevo, con una impresora plana que Adam compró para que se adaptara a las necesidades de mi trabajo».
Durante la visita a la muestra Savelev habla de la archiconocida imagen de 'Las chicas de la Plaza Roja', que fue importante para su carrera. «Cuando vine a Madrid después de la guerra de Ucrania, preparé ocho portfolios, uno de ellos está dedicado al libro 'Secret City' y en él aparece esta foto. Otro está dedicado al Teatro Bolshoi. Todos ellos son una especie de radiografía fotográfica, mi biografía». Para el comisario de la muestra, «la obra de Boris es como mirar a través de ventanas sucias». Como decía Oscar Wilde, todos estamos en las alcantarillas, pero algunos miramos a las estrellas. Descubrió sus fotografías en Londres a mediados de los 90. Tenían un profundo aire de alma rusa, pero proyectaban una visión positiva de la vida», recuerdaa. «Al mirar las mismas imágenes en 2014, tras la invasión de Crimea y el regreso de Savelev a Chernivtsi, la esperanza y la fe en la humanidad adquiría un aire más incierto».
Nuria Medina, responsable de Factum Arte, que ejerce de traductora, añade que Savelev «tiene mentalidad de ingeniero y la etapa digital la ha interiorizado con una gran maestría. Esta exposición es una especie de máster class de la historia de la fotografía. Durante 30 años desarrolló una técnica inspirada en la pintura tradicional que se caracteriza por preparar capas de aluminio, cubriéndolas con gesso, una especie de escayola que se pule muchísimo. Es un trabajo físico muy fuerte; esa plancha pulida se imprime para conservar la profundidad de las sombras. Es un proceso muy lento, porque Boris está obsesionado con las sombras y los contrastes de luz. Después se encera la pieza y se pule, lo que produce el acabado de apariencia cerámica con los cantos pintados a mano».
Pese a su dominio de la técnica, él dice que la fotografía «no es algo que se prepara con demasiada premeditación, sino el resultado de algo que está acumulado en tu práctica y que sale en un momento determinado. He hecho muchas fotos y cada vez me cuesta más decidir cuál es la mejor, me gustan todas». Sigue buscando «el instante fotográfico, cuando se conjugan una serie de elementos que tienen que ver con la luz, el encuadre o el color y aquello que aparece en el encuadre es mágico. Simplemente puede ser una mirada a través de un cristal. Entre el blanco y negro y el color no hay mucha diferencia, por eso es muy importante cuidar el revelado para que los colores no se homogenicen». Ahora está recuperando el blanco y negro en su estudio en Galicia, abierto al público. «El tiempo se acorta. Los amigos fotógrafos de mi generación han muerto y siento que estoy en el final, pero vivo tranquilo en Galicia, junto a mi esposa, tomando fotos y disfrutando del albariño».
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