![Fortuna y penalidades de un punto de color](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/02/17/ter-fortuna-penalidades1-kA8E-U21015380056931c-1200x860@El%20Correo.jpg)
Fortuna y penalidades de un punto de color
Apuesta extrema ·
Martin Panchaud sorprende con un relato que renuncia a buena parte del acervo expresivo del cómicSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
Apuesta extrema ·
Martin Panchaud sorprende con un relato que renuncia a buena parte del acervo expresivo del cómicJuan Manuel Díaz de Guereñu
Sábado, 17 de febrero 2024, 00:02
Es claro que Martin Panchaud (Ginebra, 1982) no se conforma con ser un historietista más. Se propone realizar una obra que desbarate los procedimientos expresivos habituales en el medio y que sobresalga entre las demás. Así lo proclama el primer cómic que firma, 'El color ... de las cosas', que edita en castellano Reservoir Books.
La obra, publicada originalmente en alemán en 2020, tuvo unos comienzos difíciles hasta que logró edición en francés y se vio reconocida con premios del festival de Angoulême y de la crítica gala. No sorprende que le costara abrirse camino, pues 'El color de las cosas' quiebra las expectativas del lector y se perfila como una apuesta extrema, quizá no tanto por renovar el lenguaje de la historieta como por ensayar alternativas radicales a sus usos.
Su protagonista es Simon Hope, un adolescente de 14 años que vive con sus padres en un extrarradio inglés. Torpe y gordito, sufre agresiones de los chavales de su edad y se refugia en sus fantaseos. Quizá por eso cree a pies juntillas las predicciones de una pitonisa que le anuncia el caballo ganador en la carrera de Ascot. Apuesta los ahorros de la familia y gana dieciséis millones de libras. Pero, siendo menor de edad, solo podrá cobrar dicho dinero con la autorización de un adulto que lo tutele. Cuando corre a casa para anunciar su buena fortuna, se entera de que su madre ha recibido una brutal paliza que la ha dejado en coma y su padre ha desaparecido.
Simon emprende una agitada aventura que tiene mucho de viaje iniciático. Lo guía la esperanza de recuperar al menos a uno de sus progenitores, pero descubre verdades inesperadas acerca de su familia, afronta el asedio de timadores disfrazados de amigos y ha de reconocer ingenuidades que lo aquejan en su paso de la niñez a la edad adulta.
Martin Panchaud no escatima incidencias en el retrato entre cómico y desolado de su protagonista y del mundo en el que vive. Se suceden huidas, engaños, amenazas más o menos explícitas y la posibilidad reiterada de la violencia. Una ballena desempeña un papel inesperado en el desenlace, que culmina las ambivalencias que acumula la trama.
Pero no es la nómina de acontecimientos lo que define la singularidad de 'El color de las cosas', sino las formas de que se ha servido el autor para narrarlos. Panchaud ha reducido la representación de sus personajes a puntos de color que habitan las viñetas. Retrata a cada individuo mediante una combinación de dos colores. Uno circunda al otro formando un círculo invariable que es su identidad. Simon Hope consiste en un círculo naranja y ocre.
Este retrato tan esquemático trae consigo que la representación de los escenarios de la acción deba adecuarse. Todo, salvo algunos objetos concretos, está mostrado en vertical, en un continuo enfoque cenital. La realidad consiste en planos, mapas o diagramas poblados de objetos, muebles y vehículos entre los que actúan los puntos de color.
Mostrar el movimiento requiere repetir un plano variando la posición de los personajes, de los puntos. La repetición es uno de los recursos narrativos principales de Panchaud. Y, con ella, la composición de la página. Las viñetas, netamente delimitadas por marcos cuyo trazo destaca por su grosor, se encadenan en vistosos diseños, con los diálogos pulcramente rotulados fuera de la imagen. El autor compone planchas variadas que dejan una impresión de esforzada nitidez, cuando no de resolución elegante.
Martin Panchaud consigue desplegar su relato obedeciendo a los límites que él mismo ha impuesto a la figuración. Dado que no emplea voz narrativa, salvo cuando debe introducir a la ballena como futuro participante del drama, la mayor parte de la información la aportan los diálogos, que resultan fluidos y creíbles. Pero es paradójico que una obra tan volcada en una resolución inusitada de su materia visual solo sea comprensible gracias a los discursos hablados de los personajes.
El autor prescinde de la representación física de su elenco, así como de la de sus actos y gestos, es decir, de todos los signos externos de emociones y estados de ánimo. Tampoco emplea los recursos convencionales que el lenguaje del cómic ha desarrollado para reforzar los retratos y para integrar el movimiento y los ruidos en la acción. Las onomatopeyas y las líneas cinéticas escasean.
Tan denodado sacrificio de posibilidades expresivas conduce la obra al llamativo pero frágil estatuto del objeto curioso. Reclaman la atención su atrevimiento y su ejecución nítida, pero, pasada la sorpresa inicial, apenas proporciona al lector materia humana con la que identificarse para sentir la historia narrada como peripecia vivida, como algo más que ingeniosas manipulaciones de simples puntos de color. Porque también en 'El color de las cosas' lo que importa es el color de los personajes, cómo viven lo que viven.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.