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Esta historia se puede explicar desde el final, a partir del colofón de una entrevista llena de referencias al cine experimental, de múltiples lecturas y ... sugerencias vinculadas a imágenes, a personajes singulares y escenarios diversos, siempre en torno a los difusos límites de la percepción humana. «Ser mujer y crear en el cine tiene mucho que ver, a mi juicio, con la fenomenología feminista», aduce Laida Lertxundi. «Cuando te encuentras fuera del foco, puedes hacer más cosas, experimentar, porque no estás». No obstante, ella sí que es protagonista. La artista bilbaína, galardonada con el Premio Gure Artea 2020, ha presentado 'Inner Outer Space' en La Taller.
Esta historia también se aborda desde planteamientos más concretos. La interconexión entre el sujeto y el paisaje constituye la base del trabajo de la autora, aunque la relación no es la habitual, aquella que nos llega desde la producción comercial. «Hay un contraste entre el entorno natural y acciones que no le pertenecen, como ficciones o performances», señala y explica que pretende activar el espacio con personas, hablar de la imagen como mediación y situar el hacer como el objetivo.
Esta historia ni siquiera es una historia. «Va de emociones e ideas, entiende el cine como poesía, frente a la ficción que es narrativa», indica. El cine de Laida Lertxundi sigue la tradición del cine experimental en Estados Unidos, allí donde se formó, residió y ha desarrollado buena parte de su trayectoria, y menciona un complejo entramado de referencias en el que aparecen Jonas Mekas y el 'new american cinema', el arte conceptual de John Baldessari o el apropiacionismo warholiano.
Esta historia, que no es una historia y destila un extraño lirismo, tiene mucho ver que la danza, con cierto movimiento asociado a una partitura desconocida. «Me gusta trabajar con cuerpos», confiesa la creadora, que estudió con Simone Forti y Anna Halprin, dos referencias del ballet contemporáneo. «Pienso en dirigir como si se tratara de una coreografía desconocida que vincula a cámara y cuerpos. No hay equipo ni actores profesionales, yo llevo a cabo todos los procesos y creo que eso se manifiesta en esa textura particular».
Esta exposición, que carece de una vertiente narrativa pero que cuenta mucho de las vanguardias del séptimo arte, se expresa a través de una producción cinematográfica, grabados y una cámara de luz que parece ser el nexo entre el audiovisual y la plástica convencional, como si se tratara de una muestra de cine atrapado y convertido en fotogramas aislados.
Esta exposición habla de aliteraciones, de espacios que tenemos que rellenar, de nuestro deseo y la imposibilidad de alcanzarlo, según una interpretación muy personal. Porque el trabajo de Lertxundi se mueve por las intersecciones entre lo real y virtual, del deseo proyectado en la naturaleza, de la influencia de la psicogeografía situacionista, de la irreverencia de Fluxus y de la ironía, del humor como instrumento feminista. Pero, sobre todo, habla de cine, sin aditamentos. «Proporciona ilusiones, pero yo entiendo que la fantasía te debe dar placer y cuestionarte, obligar al espectador a interrogarse, a buscar su lugar en él».
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