La fiereza escultórica
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Las esculturas de Matisse nos descubren otra faceta de uno de los genios de la plástica contemporánea, infatigable explorador del cuerpo humanoHay otro Henri Matisse. No se trata del creador de escenas fluidas, formas planas y colores brillantes, sino del escultor no menos seductor y vanguardista. La Fundación Canal ha dedicado una exposición al artista en disciplinas diferentes a la pintura. Además del pintor, en ella ... nos encontramos al grabador, el dibujante y aquel que modelaba pequeñas obras. La muestra ha reunido treinta y tres de las ochenta y cuatro piezas que se han conservado y que corresponden al periodo comprendido entre 1894 y 1951. Su importancia merece un capítulo aparte en el estudio de uno de los grandes del siglo XX.
La exploración del cuerpo humano es la obsesión que movía al autor francés. Ese afán se despliega por todas sus vertientes creativas y se enmarca en un tiempo en el que los estudios al respecto desdeñan la precisión física, propia del academicismo decimonónico, en pos de la expresividad. La anatomía también puede ser un receptáculo para emociones.
El trabajo tridimensional de Matisse no sigue, aparentemente, unas pautas evolutivas, no se constata una progresión, sino un retorno continuo. La escultura es un lugar al que vuelve sin una frecuencia determinada, como si se tratara de un deseo incumplido y la insatisfacción no permitiera cerrar etapas definitivamente. También se advierte cierta dualidad estética con la pintura. El intenso cromatismo de los lienzos deja paso a elementos desprovistos de color, que destilan un intenso dramatismo.
Algunos parámetros de la escultura nos recuerdan el contexto creativo de la época. La influencia del arte africano es una característica común a los autores surgidos en el primer tercio del pasado siglo. Los rasgos esquemáticos y sugerencia expresionista de máscaras y tallas inspiran a Pablo Picasso, Constantin Brancusi o el propio Matisse, que muestra esa influencia en sus modelados, a caballo entre la figuración y la abstracción. La estatuaria arcaica griega, el arte egipcio e, incluso, el bagaje del academicismo también son mencionadas entre sus hipotéticas referencias.
Las obras de Matisse respiran una evidente estilización, el eco de la distorsión o la ruptura de cánones. El artista deja literalmente su impronta, las huellas de sus manos y las herramientas empleadas, y esas texturas invitan a hacerse con ella y gozar de una experiencia táctil. Las piezas nos muestran figuras agachadas, dando cuenta de tensiones internas, tumbadas, desplegando sensualidad, o con los brazos levantados, desplegando toda su voluptuosidad. Unas y otras destacan por sus perfiles angulosos, las mórbidas curvas y los bruscos claroscuros.
El otro Matisse ha permanecido en un segundo plano, prácticamente ignorado. Algunos dicen que por su propia voluntad, otros por la potencia de su pintura. Hay quien ha interpretado la faceta escultórica como un trabajo preparatorio, sin entidad por sí misma, cuando, sin duda, posee el mismo aliento 'fauve' de sus lienzos, esa característica fiereza de uno de los renovadores del arte contemporáneo.
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