El escritor peruano Jaime Bayly cuenta ahora en una novela, 'Los genios', la historia de una amistad rota, que se tornó en discordia entre dos genios de la literatura de nuestro tiempo, García Márquez y Vargas Llosa. La ruptura de aquella relación quedó sellada con ... un puñetazo que el segundo propicio al primero en su ojo izquierdo, causándole algún derrame, que el colombiano inmortalizó con una fotografía y una sonrisa. Vargas Llosa ha declarado recientemente que aquella ruptura se debió a «asunto de mujeres». Quienes los trataron de cerca afirman que la distancia entre ambos hubiera venido en todo caso muy pronto, con la conversión ideológica del peruano y la fidelidad de Gabo a su amigo Fidel Castro. La misma distancia ideológica que el propio Bayly confiesa tener con Vargas Llosa, de cuya cuadra de relaciones e influencia formó parte en el pasado.
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La novela del periodista Bayly da forma narrativa a una anécdota o incidente menor en la historia de la cultura y de la Humanidad, pero ha alcanzado un gran revuelo, pues Vargas Llosa es hoy más famoso en España por asuntos de mujeres que por su obra intelectual. Y la historia ya se sabía, pues la relató el periodista Xavi Ayén, en su libro 'Aquellos años del boom'. Pero el revuelo mediático invita a reflexionar sobre los distintos modos en que se conoce o considera y difunde la historia de otros puñetazos usados como 'argumentos'.
Si el puñetazo que le dio un Nobel de Literatura a otro fue por asuntos de mujeres, el puñetazo que le propinó Dámaso Alonso a Ángela Figuera Aymerich fue por culpa de Franco. Es decir, por un asunto grave. Lo contó en su libro 'Examen de ingenios' (2017) José Manuel Caballero Bonald. Alonso, director de la RAE y filólogo de prestigio, convocó en su casa a un grupo de intelectuales, entre los que estaban, «excombatientes franquistas y combatientes antifranquistas». El motivo era una recepción a Jorge Guillén, que había vuelto del exilio y pasaba por Madrid, en 1957. Se suscitó un debate sobre el franquismo. Figuera se atrevió a decirle a Alonso que era un «ejemplo de intelectual domesticado» por el franquismo. Alonso, herido por el descubierto, se abalanzó sobre Ángela y le propinó un puñetazo en la mandíbula, derribándola al suelo. ¿Se imagina alguien a Figuera en la comisaría franquista de Chamartín denunciando haber sido agredida por decirle a alguien que era un domesticado fiel del franquismo?
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