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En la dedicatoria de mi libro 'Unamuno a la intemperie', llamo a Ángel María Ortiz Alfau, ciudadano bilbaino, «hombre y libro», para destacar con dos insignias la función de este amigo de la palabra, que ahora cumpliría un siglo. Su imagen, su memoria y su ... tránsito por este mundo se resume en esos dos vocablos, que explican a la vez su humanidad, generosidad y actitud abierta con sus semejantes y la insignia de la cultura, que determinó su vida y sus relaciones en un tiempo convulso de la vida del País Vasco.
Genuina y auténticamente liberal, de un liberalismo social y solidario, Ortiz Alfau era hijo de una familia de perdedores, en la que las ideas de progreso y beneficio cultural estaban muy arraigadas. Su hermano Gerardo era periodista y poeta, y su hermano Luis, un ciudadano que, siendo centenario, acudía al Banco de Alimentos de Bizkaia todos los días para extender la solidaridad aprendida en la familia. Gerardo y Luis defendieron la causa de la República en la Guerra Civil. Sobre Luis ha escrito un excelente libro memorial Ander Izagirre, en el que se resume y explica la historia del siglo XX, con sus progresos y regresos, en toda Europa.
Ángel, dedicado a actividades económicas, llegó a la cultura a través de la lectura de libros que le proporcionaban sus hermanos. Era un ciudadano que trataba a los libros no como objetos, sino como sujetos animados por la idea y la memoria. Esa devoción por los libros se extendía a los escritores, a quienes trató con afecto y ayudó y promocionó en muchos casos de manera discreta.
Su devoción por los autores comienza en Unamuno, a quien dedicó un libro que ahora se reedita por El Gallo de Oro, 'Bilbao en la obra de Unamuno'. Lo mismo con Baroja, a quien visitó en ocasiones. A todos los escritores y escritoras de Bilbao (Angela Figuera Aymerich y Gabriel Aresti, por sólo citar a dos, fueron amigos de verdad de Ortiz Alfau), y a todos los autores de aquí y de allá a quienes acogió en las páginas literarias del periódico 'Hierro', únicas entonces en España, en las páginas literarias de 'La Gaceta del Norte', en el suplemento de cultura del periódico 'Bilbao', que fundó y dirigió de por vida. Su ilusión era cantar la obra de los demás. También, en la editorial El Tilo.
Bilbao le ha dedicado una calle y el alcalde Azkuna dijo que si no existiera Ortiz Alfau habría que inventarlo, justa correspondencia al amor casi enfermizo que él sentía por su ciudad. El amor que su memoria merece.
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