Portada para BN de Manuela Ballester y 'La llamada', Remedios Varo.
Artes plásticas

Las que faltaban

Biografía, exilio femenino y procesos de creación artística en la diáspora republicana. Un viaje de ida y vuelta desde lo particular a lo general

BEGOÑA GÓMEZ MORAL

Viernes, 20 de septiembre 2019

En Viveiro, el pueblo de Lugo donde nació Maruja Mallo, conviven la costa espectacular, el vigor de centenares de hortensias y los atardeceres color porcelana con el recuerdo de un naufragio célebre y nocturno: el de la fragata 'Magdalena', que durante la noche del 2 ... de noviembre de 1810 sucumbió con toda la tripulación y 500 soldados a bordo cuando estaba a punto de alcanzar la seguridad del puerto. Un siglo más tarde, cuando Maruja vino al mundo, un bosque de cruces en la playa todavía recordaba que el mar, después de hacer pedazos el barco, había mecido hasta la orilla la mayoría de los cuerpos con la marea del amanecer. Ese paisaje luminoso y sombrío era metáfora antepuesta de una generación trastocada por la guerra de un modo difícil de prever cuando, con 20 años, Maruja llegó a Madrid e ingresó en la Real Academia de San Fernando junto a su hermano Cristino. Ambos usaban ya como nombre artístico el segundo apellido paterno, Mallo. Atrás dejaban el Gómez González de la partida de bautismo. En el ambiente de la prestigiosa escuela de arte y de la 'Resi' Maruja frecuentó a García Lorca, Concha Méndez, Gregorio Prieto, Margarita Manso, Luis Buñuel, María Zambrano,... Con Rafael Alberti formó pareja durante algún tiempo y Salvador Dalí, que, obligado a repetir curso, coincidió con ella en las clases de primero, acuño más tarde la definición más certera y surrealista de Maruja: «Mitad ángel, mitad marisco».

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De esa etapa data la serie 'Cloacas y Campanarios', cercana a los planteamientos de la Escuela de Vallecas. A lo largo de la década de los veinte compaginó la pintura con el trabajo para varias publicaciones literarias y portadas de libros. En la sede de la 'Revista de Occidente' se celebró una sola exposición y fue suya, tal era la admiración de Ortega por su obra. Por las mismas fechas de esa primera individual también formó parte del grupo denominado 'las sinsombrero', un desafío indefinible, cambiante y algo más que simbólico a las normas de la época. En París, adonde viajó en 1932 con una beca, obtuvo cierto realce internacional. Allí conoció a los grandes del momento y, el viernes 20 de mayo, André Breton le compró una de las pinturas expuestas en la galería Pierre (Loeb), el altar iniciático del movimiento surrealista. Por entonces el Surrealismo era expresión genuina del intento por canalizar el inconsciente a través del arte, manejaba un código visual concebido a partir del deseo por delimitar y transgredir la realidad; realidad que en Europa significaba el recuerdo de la gran guerra del 14. Mientras tanto, sobre España ya se cernía la del 36, que sorprendió a Maruja Mallo en Galicia. De allí pasó a Portugal, donde embarcó rumbo a América.

Carmen Gaitán publica 'Las artistas de exilio republicano español', fruto de su tesis doctoral

Hay diferencias entre las que huyen con una formación artística y las que, siendo más jóvenes, la consiguen fuera

Es en ese punto de su biografía donde se centra el interés de Carmen Gaitán Salinas. Un nuevo libro, fruto de su tesis doctoral y editado por Cátedra, recoge las vicisitudes del 'refugio latinoamericano' donde fueron llegando 'Las artistas del exilio republicano español'. Ninguna coincide con el perfil de Maruja Mallo. Cada una es única a su manera. Lucinda Urrusti, por ejemplo, en lugar de dirigirse a Buenos Aires, llegó a Veracruz a bordo del 'Sinaia', que –junto al 'Mexique', el 'Orinoco' o el 'Ipanema'– fue uno de los buques conocidos como 'barcos de la libertad'. En lugar de ser ya una artista reconocida, al llegar contaba solo con 10 años y, en lugar de regresar a España como Maruja Mallo, que volvió para hacerse imprescindible en la 'movida' de los primeros años democráticos, Lucinda Urrusti ha desarrollado su carrera de retratista en México.

'Perfil de mujer', Maruja Mallo y retrato de la autora.

Identidad

La autora empieza por el principio: la indagación sobre la identidad artística en esos años y, dentro de ella, la compleja matización de la autoría femenina: desde artistas que no llegan a firmar casi ninguna de sus obras hasta las que tratan de ser artífices de su propia figura y se representan a sí mismas pintando, como hace Remedios Varo, que también desarrollará su universo visual en México, donde llega con 33 años con experiencia no solo pictórica, sino también como ilustradora y publicitaria.

El libro rastrea el impacto de la modernidad en la educación de la mujer y detalla las diferencias entre centros públicos y privados sobre el telón de fondo de los «vertiginosos años treinta», un periodo de paz y de guerra que fue también escenario de la pugna por conquistar el espacio público interpretando un papel nuevo para las mujeres: el de protagonista de la escena artística.

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Hay diferencias entre quienes huyen de España con una formación artística completa –Varo, Mallo, etc.– y las que lo hacen a una corta edad y se forman al otro lado del mar, como Urrusti, Paloma Altolaguirre, Julia Jiménez Cacho, María Teresa Toral o Montserrat Aleix. Geográficamente, se perfilan tres grandes focos de acogida: el porteño, donde recaban Victorina Durán y Maruja Mallo; el de Chile, que acoge a Magdalena Lozano, Amparo Martínez y Roser Bru; y el de México, país que entre 1939 y 1942 recibió más de 20.000 españoles exiliados. Allí se unió la nostalgia con el «deseo por el gran formato», la experimentación en el 'Muralismo' en plena efervescencia y en su lugar de origen desarrollada por Manuela Ballester, Elvira Gascón, Mary Martin o Marta Palau. El libro recobra nombres y producciones de artistas reconocidas y de otras casi olvidadas. Reivindica los logros de todas ellas. Entre sus páginas crece un relato necesario que las incluye en la historia del arte y en la narración sobre el exilio.

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