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La fábrica donde moldeó su sueño
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En los hornos de Patricio Echeverría las obras de Chillida alcanzaron unas escalas que el escultor no conseguía con sus propias manosItziar Altuna
Domingo, 7 de enero 2024, 00:07
Cuando Eduardo Chillida entró por primera vez en la fábrica de Patricio Echeverría en Legazpi vio cómo una grúa levantaba 25 toneladas de hierro al ... rojo vivo y cómo los trabajadores retorcían hierros inmensos en un martillo gigante. Entonces se dio cuenta de que ahí podría cumplir su sueño: El Peine del Viento. El empresario legazpiarra había conocido al escultor de forma casual en Arantzazu, cuando este trabajaba en la colocación de las puertas del santuario. Con la ayuda de un mazo, Chillida las golpeaba una y otra vez, pero no conseguía que se cerraran. Patricio Echeverría lo vio, cogió el mazo, asestó un golpe a la puerta y esta reaccionó. La tensó, aunque no quedó perfecta, por eso le ofreció llevárselas a su fábrica para perfeccionarlas. Tal y como reconocía el artista, a partir de ese momento las máquinas de la gran forja de Echeverría se convirtieron en la prolongación de sus brazos, y los obreros en sus más estrechos colaboradores. Ninguno lo conocía entonces, y muchos, ya jubilados, lo recuerdan como «un hombre sencillo», que «nos volvía locos para hacer casi lo que no se podía hacer».
Una de esas 'locuras' fue el 'Peine del Viento' (1977). Para su ejecución, Patricio Echeverría ordenó habilitar un pabellón donde pudiera realizar la escultura y le regaló 25 toneladas de acero. Sin embargo, en un primer intento, el artista no consiguió materializar su idea, tal y como recuerdan los obreros que compartieron horas de trabajo con él. «Él quería hacer un árbol del que salieran cuatro ramas», explican Agustín Beloki e Iñaki Azarola, quienes trabajaban en la manipuladora. «Y conseguimos cortar dos, pero al llevarlas a la fundición e intentar torcerlas, se rompían». Entonces alguien del taller planteó hacerla en partes diferentes que después serían unidas. «Él no quería que se vieran los tornillos y estuvo forjando para que no se notaran», desvela Agustín Beloki. Ambos le recuerdan como un hombre «muy amable, siempre venía con su mujer y solía preguntarnos por nuestras familias».
«Era un hombre sencillo que nos volvía locos para hacer casi lo que no se podía hacer», recuerdan los obreros
Llegaron a fabricar un acero exclusivo, el Reco (resistente a la corrosión)
David Abel y Restituto Arrieta también trabajaron en la construcción del 'Peine del Viento'. Ellos fueron los encargados de «curvar» las piezas con las poleas que manejaban. Ahora las miran «con mucho orgullo» cada vez que van a Donostia y no dudan en contarles a sus familiares que ellos colaboraron en la ejecución de esta gran obra, que en ningún momento imaginaron que sería «tan famosa». Eso sí, como todos sus compañeros de taller, aseguran que la obra está «muy desgastada», pero «eso era lo que él buscaba», aclara Restituto Arrieta. En la gran forja de Echeverría se llegó a fabricar un acero exclusivo para realizar la escultura de Chillida, que recibió el nombre de Reco (resistente a la corrosión).
En la fábrica de Legazpi se forjaron muchas de las obras que hoy se exponen por todo el mundo. «Nos traía una maqueta que pesaba unos seis kilos que había hecho en su forja para que viéramos lo que quería hacer», cuentan Ángel Alonso y Abel Araguzo, «aunque nosotros no veíamos nada ahí». No ocultan que resultaba «terrible» dominar la pieza porque había que «mantener el calor a mil grados». Por sus manos pasaron gran parte de las obras que salieron de la fundición, «muchas las reconocemos sin ninguna duda», aseguran.
Fundidores, horneros, forjadores y sopletistas trabajaron codo con codo con Chillida. «El día que venía él no se hacía otra cosa», subraya Daniel González, quien dominaba la prensa grande. Al igual que José María Mendiola, aún recuerda una gran pieza que apenas entraba en la máquina: «Nos dio mucho trabajo». Años después la vieron expuesta en Chillida Leku, algo que les «emocionó mucho».
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