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Facundo de Zuviría capta los detalles íntimos y a menudo ocultos de Buenos AiresBegoña Rodríguez
Sábado, 24 de junio 2023, 00:14
Muy pocos artistas logran producir miradas originales y emblemáticas sobre las grandes ciudades. Facundo de Zuviría (Buenos Aires, 1954) es uno de ellos. Para él, fotografiar su ciudad natal es una forma de fotografiar el mundo. Cuando decidió dedicarse a este medio en 1983, una ... de sus primeras intenciones, surgida de su participación en un programa cultural en los barrios de la ciudad, fue la de crear un archivo visual de la capital argentina. Aquel proyecto no llegó a realizarse, pero desde entonces Zuviría no ha dejado de fotografiar sus calles, fachadas, patios interiores, escaparates, semáforos, carteles, rótulos promocionales y peatones; todos los múltiples elementos que, en su conjunto, conforman la fisonomía de la ciudad. De este modo, y a lo largo de los últimos cuarenta años, Zuviría -de quien en este semestre se ha visto una exposición en la Fundación Mapfre, en Madrid- ha construido una imagen paralela de la ciudad, su propia imagen de ella, basada en una mirada aparentemente desapasionada pero evocadora y nostálgica.
Efectivamente, Zuviría es esencialmente un observador de la ciudad. Su visión reproduce dos temas difíciles de conciliar en una sola imagen urbana: ser representativo y desestabilizador de forma que condensa los aspectos esenciales y da cuenta de las facetas menos predecibles de la cultura urbana. En sus obras, la honestidad y la frontalidad son dos aspectos esenciales en la composición de la imagen final. Produciendo y reproduciendo dignidad y elegancia a través de los objetos retratados, captura una simetría apropiada con sobriedad y un alejamiento formal del elemento documental de la fotografía. Desde sus tempranas 'Estampas Porteñas' (1982) hasta sus reconocidas series 'Siesta Argentina' (2001-03) o 'Paraná ra'ngá' (2010-13), el artista lleva adelante un registro propio de una crónica personal de viajes y recorridos que van de la periferia y costanera de Buenos Aires a orillas del río Paraná, registrando los detalles cual meticuloso purista de la fotografía directa, rechazando la manipulación de las imágenes, buscando dar con la trama, la geometría, las formas y la abstracción inherentes al escenario fotografiado.
Son obras en las que Zuviría logra profundizar en las complejidades de una realidad urbana donde la modernidad choca con la belleza involuntaria y anacrónica de un mundo tan silencioso como agitado y violento, poniendo el foco en destacar aquellas pequeñas huellas imperceptibles que concentran la esencia, la energía vital adormecida del paisaje.
«Las imágenes introspectivas e itinerantes de Facundo de Zuviría operan en diálogo con la obra de las artistas norteamericanas Martha Rosler y Zoe Leonard», dice Rangel, conservador jefe de la Sociedad de las Américas y director de Artes Visuales. Son elegantes, melancólicas y casi reverentes. Y, en efecto, «cada uno de ellos construyó importantes archivos forenses de espacios perdidos para el desarrollo urbano». De hecho, aunque cada una representa un proyecto distinto, las obras de Zuviría, Rosler y Leonard comparten un marco de archivo como exploraciones sobre los rápidos cambios y transiciones que transforman las ciudades de todo el mundo. Además, al enfocar su práctica en la ciudad, de Zuviría también se basa en una rica tradición local e internacional de fotógrafos modernistas como Horacio Coppola (considerado el padre de la fotografía argentina moderna) y Walker Evans. Su obra presenta, así mismo, influencias del arte visual, incluido el Pop Art americano y el británico y Edward Hopper.
«Según Facundo de Zuviría, sus viajes fotográficos por Buenos Aires nacieron de sus obsesiones», señala Alexis Fabry, comisaria de una de sus anteriores exposiciones. En lugar de una mera casualidad, sus imágenes se derivan de un esfuerzo para reconstruir la ciudad «desde sus restos frágiles, sus diferencias modestas», para decirlo con las palabras de Borges, otro incansable flâneur de Buenos Aires y su escritor favorito.
De una Buenos Aires en crisis, Zuviría extrae la más fascinante narración. Sus porteños semejan los personajes desaparecidos de una novela negra de antaño: el torso desnudo de un joven, con un puñal en el cinturón, cuyos músculos se confunden con los pliegues del papel; sombreros en el escaparate de una modista cuyo nombre, Elvira, pintado en el cristal, proyecta su sombra en una cortina cerrada; el rostro de Eva Perón sobre un fondo de carteles lacerados…Cada imagen es consustancial a la ciudad y sin embargo es separada de su entorno, a menudo se mezcla con otros elementos gráficos, grafitis, signos diversos de la cultura popular y se entrevera con «una melodía urbana contemporánea y a la vez anacrónica».
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