Espíritus de una tierra vibrante
Cosmogonía ·
Madera, hierro y piedra sirvieron a Néstor Basterretxea para traer a la modernidad el sustrato visual de un puebloCosmogonía ·
Madera, hierro y piedra sirvieron a Néstor Basterretxea para traer a la modernidad el sustrato visual de un puebloBegoña Gómez Moral
Sábado, 4 de mayo 2024, 00:12
Jose Miguel de Barandiaran fue uno de los primeros en certificar por escrito que una mujer sabia y poderosa, conocida por varios nombres pero sobre todo por el de Mari, es la principal deidad entre las entidades de valor simbólico que se han abierto camino ... hasta hoy desde la prehistoria vasca. También dejó constancia de cómo algunos pastores de Urkiola señalaban desde Zabalaundi hacia una zona indeterminada cerca de la cima imponente del Anboto y afirmaban: «Ara or Marijen kobie» (Ahí está la cueva de Mari). El 'Diccionario de Mitología Vasca' que el incansable sacerdote antropólogo publicó en 1960 fue la inspiración para la búsqueda llevada a cabo por Néstor Basterretxea, que tomó sobre sus hombros la tarea de dotar de imágenes el pasado remoto de Euskadi preguntándose cuál era el aspecto de Mari, de Intxitxu, de Tartalo, si era posible describirlos más allá de las palabras y dotarlos de formas y volumen bajo el prisma de la modernidad.
Publicidad
La carrera del artista había comenzado apenas rebasados los veinte años y en un primer momento, incluso antes de regresar de Argentina, transitaba con paso decidido por la pintura. Varios estudios afirman que esa experiencia inicial como pintor, alimentada por un expresionismo tenebrista y por el contacto con los muralistas del otro lado del Atlántico, sería la que lo impulsase en el futuro; la que propiciaría que su obra se proyectase desde la bidimensionalidad hacia facetas tan diversas como el diseño, el cine y la arquitectura y que, en suma, llegase a la escultura a través de la indagación en la geometría y la relación eternamente cambiante entre volumen, forma, materia y espacio.
Por una senda u otra, hacia 1960 Basterretxea experimentaba ya con la tercera dimensión a través de relieves y bajorrelieves en materiales dispares como mármol, hierro o pizarra. En ese momento, las formas de disco -que conectan con las hilarriak o estelas funerarias- facilitaban un diálogo a varias voces entre los distintos intereses que espoleaban su creatividad. La curiosidad del artista también se alimentaba con el fruto de las investigaciones de las vanguardias y con el eco de referencias a la prehistoria de otras culturas, como las precolombinas, que había conocido en los años de exilio. En la siguiente década, realizaría las primeras esculturas exentas, libres de la referencia directa al plano. 'Bizkaia', 'Gipuzkoa' y 'Araba' datan de 1962. Aun así, los 'Meridianos' (1960), 'Gaua' (1960), 'Toro' (1961) y 'Signo' (1962) son piezas en hierro que no pierden por ello la apariencia de ligereza y que en ocasiones dejan adivinar la gestualidad de la mano del artista inclinado sobre el tablero de dibujo. 1960 es un año crucial en su desarrollo como escultor, dado que es en ese momento cuando realiza el salto mágico -fascinante siempre que es posible rastrearlo en la evolución de un artista- del plano al espacio; de las dos a las tres dimensiones. Son precisamente estas obras las que servirán al autor como carta de presentación ante el público como escultor junto a Oteiza en la madrileña sala Neblí.
Buena parte de su incesante actividad se volcará en los próximos años en las tareas al frente de la tienda Espiral y -como creativo, primero, y como socio después- de la fábrica de muebles Biok, en Irún. También es la época del grupo Gaur, la gran iniciativa -de corta duración e influencia proteica- encaminada a rastrear coincidencias y aunar esfuerzos con los principales artistas vascos del momento.
Publicidad
Basterretxea es uno de esos creadores cuya obra recorre el arte de un siglo sin perder frescura y plena de vigencia. A la investigación formal de sus primeras series escultóricas, sucede a partir de mayo de 1972 un formalismo expresivo que hunde con decisión las raíces en la intención discursiva y se prolonga hasta 1975. La finalidad era clara: como él mismo expresó en más de una ocasión, la 'Serie cosmogónica vasca' se proponía dotar de apariencia tangible al universo primigenio y sagrado del pueblo vasco desde el prisma de la creación contemporánea.
Intxixu, Gaueko, Idittu, Mairuak, Mari, Torto, Majue, Amalau Zanko, Akelarre, Eiztaria, Argizaiola, Argizaiola Zuta, Triku Harri, Eate, Ortzadar, Aker Beltz, Illargi, Amandre y Bost Aireak son las 18 piezas que llegaría a desarrollar a una escala ligeramente superior a la humana con la colaboración de Luis Salmerón y el recientemente fallecido Nino Barriuso, ambos escultores que habían trabajado también con Oteiza. Algunas hacen referencia a elementos de la naturaleza u objetos tradicionales; otras responden a la particular interpretación de los personajes, nociones y fuerzas que pueblan el universo ancestral vasco, basados a veces en referencias mucho más amplias (la madre tierra, el cíclope, los espíritus nocturnos,…) y filtrados a través de siglos de permanencia.
Publicidad
En la presentación pública de la serie, en mayo de 1973, Basterretxea aludía a un camino recorrido durante siglos donde había ido encontrando los nombres destilados por el tiempo y las generaciones para los «genios y divinidades que fueron símbolos, creencias, amenazas, dolor y esperanza». Para recorrer ese camino, estudió textos y registros antropológicos. Fue también etnógrafo fascinado por los útiles de madera, hierro y piedra, materiales que forman parte de la tradición popular. Sus hallazgos se vierten en esculturas que miran hacia los orígenes desde la vanguardia plástica.
Ese gran arco temporal entre plástica contemporánea y pasado remoto será ya un rasgo permanente en su escultura. Al año siguiente de la Cosmogonía inicia una serie de estelas discoideas, a partir de las hilarriak o piedras de difuntos pertenecientes al rico patrimonio diseminado por Euskadi en necrópolis como la de Argiñeta. En 1977 concibe un conjunto de siete máscaras con su correspondiente reflejo en collage y en 'Eguzki lore' rememora cultos solares primitivos a través de las flores mágicas y protectoras que la cultura popular disponía en el umbral de los hogares vascos.
Publicidad
Los cuatro metros y medio de hierro pintado de amarillo para el 'Homenaje al coreógrafo Iztueta' (1967), las cuatro toneladas de acero corten recubierto de poliéster blanco en la 'Paloma de la paz' (1988) o la combinación de diez metros de acero y hormigón para la 'Ola de hierro' (1988-89) en la rotonda de Artaza son solo datos técnicos que nada tienen que ver con los significados que transmiten. El equilibrio entre abstracción y figuración que Basterretxea buscó para sus proyectos de grandes dimensiones da testimonio de su preocupación por hacer su obra accesible a la mayoría; igual sucede con el gran árbol rojo -'Monumento al pastor vasco'- de genealogía inacabada, que representa la gran familia a ambos lados del Atlántico de quienes emigraron a América formando allí un extensa colectividad.
Una particularidad del arte público es que solo hay que darle tiempo para que forme parte del día a día de quienes viven, conducen, trabajan o simplemente pasean por sus inmediaciones. En el caso de Néstor Basterretxea ese fenómeno se da incluso en puntos tan alejados de Euskadi como Reno (Nevada, EEUU) donde su escultura 'Bakardade' (Soledad) rinde tributo desde hace 35 años a la vida de horizonte inmenso de aquellos pastores que emigraron al oeste americano. También quienes pasean por el entorno del embalse de Arriaran encuentran familiares los monumentales paneles asimétricos de 24 metros que Basterretxea denominó 'Urbidea' (1994) y que fueron, en su momento, la obra escultórica en hormigón de mayor tamaño jamás registrada.
Publicidad
Pero si hay una obra de arte público que nos acerca a Basterretxea es 'Izaro', la gigantesca abstracción de un árbol que preside la Cámara Parlamentaria Vasca desde 1983. La escultura evoca la tradición de acordar y legislar bajo el auspicio de los árboles, por lo general un gran roble que adornaba y protegía cada anteiglesia. Se ejecutó en apenas dos meses en una serrería de Hondarribia a partir de un tronco de roble procedente de la localidad francesa de Le Mans. Algunos fragmentos del viejo árbol de Gernika están incrustados en su estructura. Con más de media tonelada de peso, su instalación en el salón de sesiones se llevó a cabo en enero de aquel año bajo la atenta supervisión de su autor, que ya había indagado con anterioridad en la poderosa simbología sobre el consenso y el diálogo que es el árbol de Gernika.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.