«Mi escritura es política al cien por cien»
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El autor uruguayo, que ha estado en la Feria de Bilbao y visita hoy mismo el festival Bruma Negra de Plentzia, revisa en 'La invención de la muerte' crímenes de la dictaduraA ella no le gusta que despache algunas cosas», confiesa riendo el escritor Rafael Massa cuando se le pregunta por lo que su esposa, la actriz, directora, docente, fundadora y directora del Instituto de actuación de Montevideo piensa de sus novelas; la pregunta no es ... una tontería, porque Gabriela Iribarren, aparte de todo lo anterior, lleva mucho tiempo metida en política y dirige desde el año pasado el área de Cultura del Frente Amplio, el movimiento de izquierdas cuya cabeza más conocida por aquí fue el presidente José Mujica. Y eso de que las ficciones, muy realistas, que escribe Massa «despachen» vínculos entre los políticos de hoy y los milicos de ayer, viejos acuerdos que echaron tierra sobre algunos crímenes y demás miserias del sistema... Le dice que podría ahorrarse algunas cosas. Las que no se guarda en 'La invención de la muerte' (Tusquets Uruguay), la novela con la que ha pasado por la Feria de Libro de Bilbao y llega a Bruma Negra, en Plentzia, hoy mismo. El libro no se ha editado en España, pero está disponible en eBook, se consuela el autor.
- No lo pone usted fácil.
- Está enredado, sí. Pero es que la escritura es un ejercicio de libertad y yo soy libre cuando escribo. Hay que fijarse bien, en las fechas, en los personajes.
- Lo dice ya por boca de uno de ellos: a usted no le interesan los asesinos de quiosco, de manual, los 'dealers', los camellitos. Apunta a los únicos 'serial killers' de su país, los de la dictadura.
- Es mi intención. Mi escritura es política al cien por cien. Yo soy un bicho político, esté donde esté leo todos los periódicos, me interesa mucho la política de mi país y la de otros. Particularmente la española, visitamos mucho España con mi esposa, sobre todo ella por su trabajo. Y estos personajes...
- Son los días perfectos para ustedes, entonces.
- Uf, el domingo electoral nos fuimos a ver lo que sucedía a partir de las seis de la tarde.
- «El país está en otra cosa», se dice en su novela sobre Uruguay y podría decirse de tantos otros. ¿No interesa la dictadura, el pasado?
- El Uruguay vivió una dictadura de 12 años, que no son 40 pero son muchos. Fue muy dura, las latinoamericanas lo fueron. Yo nací en el 62 y aquello me tocó en la adolescencia y primera juventud. Terminó en el año 85, ahora en 2023 se conmemoran los 50 del golpe de Estado, y ya hay dos generaciones que no tienen la menor idea de lo que fue. Sus preocupaciones están muy alejadas de aquello. Pasa en otros países. No calibran la verdadera dimensión del asunto.
- En sus novelas va desvelando algunas de aquellas historias. ¿Cómo fue?
- La dictadura chilena mató a la gente, la argentina la desapareció, la uruguaya la encarceló masivamente. El porcentaje más alto de ciudadanos encarcelados, de 20.000 a 30.000 en un país de tres millones. Nadie estuvo ajeno. Y sigue habiendo 197 ciudadanos desaparecidos y un movimiento que se reúne cada 20 de mayo en una manifestación en la que participan cerca de cien mil personas para reivindicar la memoria. Pero en términos generales, no pasa así. Hubo una suerte de ley de amnistía para los militares que se plebiscitó y ratificó dos veces. No recuerdan, quieren dejar atrás.
- Su personaje periodista, José Vittadini, y sus colegas debaten mucho sobre esto, sobre el silencio, el olvido y la falta de justicia.
- Sí, absolutamente. Yo nunca me propuse hacer novela negra, pero es una herramienta para hablar de la justicia y la legalidad, de si lo legal es justo o cómo de ilegal puede llegar a ser la justicia. Son conversaciones que mantenemos mis amigos y yo, quienes nacimos en esa época y hemos visto la deriva del país. Tras 15 años de gobiernos progresistas y algunas conquistas sociales, vuelve a dirigir la derecha y a nadie le importa un carajo. Y de eso hablan los personajes. La novela pone en cuestión, a partir de un asesino, la insatisfacción ante un sistema legal que deja impunes a los grandes delincuentes. ¿Y si alguien se toma la justicia por su mano? No es una opción que yo reivindique, pero es una pregunta que me hice mucho. Alguien que tiene enfrente a quien secuestró y mató a su abuelo, ¿no va y le pega un tiro en la cabeza? ¿Por qué no? Ese fue el germen.
- ¿Ficción literaria para comprender 50 años de historia de un país?
- Sí. Estoy convencido de que la ficción, lo narrativo, construye relato y colabora con la verdad histórica. Aprendes más que en un libro de Historia. Claro que es la visión del narrador. Y yo me propuse hacer eso. Colaboré mucho como periodista y ahí uno tiene muchas limitaciones (las pruebas), pero en la ficción puedes despotricar sobre lo que quieras y contraponer ideas. Me interesa mucho ese pasado reciente y sus consecuencias en el hoy. Todas mis novelas traen al hoy episodios de hace 50 años. Todavía hay muchos personajes vivos. Para un uruguayo, cualquiera de los tres asesinados en estas novelas es perfectamente identificable. Los apellidos están levemente cambiados.
- El pasado está vivísimo y lo que se pactó siempre pasa factura...
- Toda la cúpula de la guerrilla en ese momento hizo pactos. Todo el mundo sabe que existen pero nadie puede demostrarlos. Y decirlo me ha traído cuestionamientos políticos. Pero las cosas hay que decirlas. Y uno es libre. La literatura es un ejercicio de libertad. Ahí está todo lo que pienso.
- Este Vittadini, ¿siempre está en horas bajas?
- Es un desencantado. Medio marginal. Es un periodista porque la novela negra en Latinoamérica tiene un problema en su germen: es tan imposible imaginar un inspector honesto, todos están bajo sospecha por lo que hicieron antes o por lo que hacen ahora, el nivel de corrupción es tal... Yo aquí pongo uno y le va muy mal precisamente por serlo.
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