La escritura
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Los kankas de la isla de Java no conocieron la lengua escrita hasta la llegada de los holandeses. Para los kankas, la palabra no es un marbete que se les coloca a las cosas, no un socorrido letrero que, en los anaqueles superpuestos de la ... memoria, nos permite distinguir el antílope de la cierva, el color verde del violeta, el demonio del meridiano del que se presenta a medianoche. Los kankas veían como una muestra obvia del poder de las palabras, que están hechas de aire, el que al pronunciar el nombre de la mujer amada el adolescente se ablandara de deseo, o que ese mismo demonio del mediodía, del que acabamos de hablar, abandonara el cuerpo del poseso ante las órdenes que el chamán le gritaba. Las palabras eran acontecimientos que tenían lugar durante el lapso en que la voz las transportaba y luego se perdían en el vacío: una irrupción repentina, impredecible, fugaz, como el latigazo del trueno o los aullidos de las hienas al atardecer.
Y luego llegaron los misioneros con sus extrañas reatas de signos y les revelaron que todo era de otro modo. Solo con mucho esfuerzo lograron los kankas habituarse a un punto de vista distinto: que las palabras, en vez de cosas vivas que aletean, que van y vienen sin prevenirnos, consisten en realidad en la entonación de una partitura previa que ya figura en el papel. Llenos de pasmo y tal vez de congoja, los kankas entendieron que las frases que pronunciaban a la hora de declarar su amor o su odio, la nostalgia del poblado, la gratitud ante la cercanía del amanecer, eran solo simulacros de algo que estaba en otra parte, de frases previas y verdaderas a las que imitaban del modo burdo a como el hijo imita al padre, el dibujo al cuerpo del langur, el hombre hecho de fango al dios inmortal.
Según los antropólogos, este fue el motivo real de la desaparición de la tribu. Si todo estaba ya dicho, almacenado en un lugar remoto sin su participación, no había más decisiones de las que preocuparse. Se resignaron a los que les trajo el libro donde el mundo está ya escrito: más holandeses, máquinas con ruedas de caucho, enfermedades del pulmón, chimeneas, alquitrán, edificios que suplantarían los cocoteros, una fuente espantosa en el centro del poblado, o lo que quedaba de él, donde lavarse los pies antes de ser recibidos por el capataz.
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