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Todos los actores llevan dentro un espectador exigente y curioso, que sabe que la obra empieza mucho antes de que se levante el telón. Por eso resulta natural improvisar una ovación ante el escenario vacío del Arriaga, un lugar sagrado para tantos teatreros. Un aplauso por los pioneros que montaban espectáculos en la calle a falta de salas, siempre dispuestos a cargar la furgoneta; por las compañías veteranas como Markeliñe, que cumple cuarenta años, y las que se han quedado por el camino; por los que ganan premios y los que no. Por los autores. Por el público. Por esos instantes de plenitud al final de algunas funciones que emocionan tanto como las mejores escenas de amor.
Territorios ha reunido a ocho profesionales de distintas generaciones, desde el autodidacta Ramón Barea hasta Arnatz Puertas, graduado en Dantzerti, para hablar de la tramoya que hay detrás de esa magia. En otros tiempos, Barea, María Goiricelaya, Iñaki Rikarte, Agurtzane Intxaurraga, Olatz Ganboa, Miren Gaztañaga, Jon Kepa Zumalde y Puertas podrían formar una compañía (y de las buenas). Ahora serían tres o cuatro, porque cada vez son más pequeñas. «Es un sector atomizado desde la crisis de 2008», afirma Intxaurraga. Ella es ahora la única socia de Hika Teatroa, que fue creada por nueve personas en 1989. «Me costó mucho decir: soy empresaria. Me inicié como creadora y lo otro vino por obligación. Y ahí seguimos, como un caracol llevando la casa a cuestas».
Autora, directora y productora, su diagnóstico es claro. «No es que no existan creadores, sino que falta estructura, músculo. Y es urgente un relevo generacional. No se puede vivir solo de las funciones. Necesitamos ayudas públicas y la Administración va por detrás del sector, aunque se han hecho muchísimas cosas». Esta evolución se refleja en el documental sobre los 35 años de Hika Teatroa y en el Archivo de las Artes Escénicas Vascas, que se ha puesto en marcha con el legado del inolvidable Álex Angulo. «Cuando entras a Pabellón hay un Álex en taquilla y un Álex ahí arriba, desde que se fundó», señala Ramón Barea. «Las nuevas generaciones preguntan: ¿ese del bigote quién es? Y dices: qué pena, joder. En Wikipedia da la sensación de que nace ya sabido y haciendo 'El día de la bestia', es muy triste. Cuando llevas cincuenta años en esto y han pasado muchas cosas, es historia».
De aquella primera etapa, «cuando la Administración eran unos señores muy mayores que veían a unos chavales haciendo el idiota», quedan pocas imágenes. «En los años setenta no había vídeo, no estábamos todos retratados. Hay veinticuatro fotos míticas, nada más. Irene (Bau) está trabajando en un documental sobre Cómicos de la Legua», que puso los cimientos del teatro vasco independiente junto con Karraka, ambas fundadas por Barea. Casi todo pasaba en la calle. «El teatro era una forma de expresarse, de protestar, y había que conseguirlo con pocos medios», cuenta Jon Kepa Zumalde, que se unió a Markeliñe en 1989.
Teatro
Ramón Barea Actor, director y autor
Premio Nacional de Teatro (2013) y con más de 40 años de trayectoria en el cine, también ha dejado huella con Pabellón 6.
Olatz Ganboa Actriz
Formada en teatro y danza, ha recibido premios por '¡Ay, Carmela!' y 'Festen'. Ha creado su propia compañía, Mapatxa, con otros actores.
Miren Gaztañaga Actriz
Ha interpretado clásicos en euskera y castellano y ha creado piezas como 'Stereo'. Acaba de ganar el premio Zinemastea por 'Los últimos románticos'.
María Goiricelaya Dramaturga y directora
Ganó un Max con 'Yerma' y ha sido autora residente en el Centro Dramático Nacional. Dirige el Festival de Olite con Ane Pikaza.
Trabajaba con niños y dando clases, pero acabó eligiendo el teatro. Actor, autor, escenógrafo, técnico... casi nadie en este oficio hace una única cosa, por vocación y «por necesidad. Muchas compañías no han aguantado el tirón, se han ido reduciendo a productoras, a unipersonales, o han desaparecido. Nosotros hemos tenido suerte, hemos salido mucho fuera de Euskadi y en giras internacionales», destaca Zumalde. «Siempre hay compañías de Euskadi en cualquier festival de calle», una de las categorías más reconocidas en los premios. «No hacemos pasacalles, tratamos todo tipo de temas. Llevamos esa carga, igual demasiado pesada, de querer contar muchas cosas y concienciar».
En algunas giras se han encontrado con Kulunka, que lleva su teatro de máscaras por treinta países. La ausencia de texto derriba fronteras y, como dice Iñaki Rikarte, «te obliga a buscar caminos alternativos» para contar una historia. «A veces te sorprendes a ti mismo. Los límites a la creación suelen ser acicates». Rikarte y María Goiricelaya han ganado premios importantes en las últimas ediciones de los Max, lo que da proyección a su trabajo y aporta prestigio al teatro vasco. Se reconoce el mérito de ahondar en temas poco explorados como la sexualidad de las personas con discapacidad ('Supernormales'), la sobreprotección en la familia ('Forever') y el dolor que provoca la infertilidad ('Yerma'). Pero la gala del año pasado, ese gran escaparate, se emitió por La 2... en diferido. ¿Alguien se lo imagina con los Goya?
Al teatro le falta reconocimiento social pero tiene un público fiel, como demostró durante la pandemia. «La gente estaba ahí cuando se reabrieron las salas, con el 50% de aforo y con mascarilla», incide Barea. «Yo defiendo a ese público que era capaz de decir: hay peligro, hay epidemia, hay no sé qué, hay que recuperar la vida normal y voy a ir al teatro. El espectador de cine ha sido más de: no voy por si acaso, ya lo veré en mi casa».
Para afianzar ese vínculo, todos coinciden en que hace falta más programación. No tanto abrir más centros como sacarles partido con mayor número de funciones. «Se piensa más en los teatros que en los artistas, hay algunos muy equipados que tienen cuatro o seis producciones al año», critica Zumalde. Goiricelaya, autora, directora y programadora, alerta de que se ha impuesto un ritmo demasiado acelerado. «Las compañías tienen que producir para recibir subvenciones y en el País Vasco no hay espacios de exhibición suficientes para todo lo que se genera. Están como un hámster en una rueda corriendo hacia el siguiente espectáculo y eso hace que no tengan el recorrido que merecen». «Ni la calidad», apostilla Iñaki Rikarte.
Ese vértigo lo comparten las actrices Olatz Ganboa y Miren Gaztañaga. Como ocurre en los mostradores de las librerías, «va todo a la novedad y hay poco recorrido con las funciones. Es muy difícil que esto suceda en buenas condiciones laborales», advierte esta última. En 25 años de trayectoria, siempre ha vivido del oficio «entre el teatro, el audiovisual, dar clases, hacer piezas, locuciones....» pero reconoce que «para ser actor hay que tener unos mínimos que te sostengan, un dinero que no siempre se tiene». Y recuerda que, «según el informe de Aisge, el 69% de los profesionales del sector en Euskadi están por debajo de la línea de la pobreza, y casi la mitad debe recurrir a un segundo trabajo para subsistir. Esa es la realidad que estamos viviendo en el oficio». «En once años no ha subido mi sueldo de ensayos», le comenta Olatz Ganboa.
Algunos programadores se rebelan contra esa «cultura del estreno». María Goiricelaya y Ane Pikaza (La Dramática Errante) prescinden de ellos en el Festival de Olite, que dirigen desde 2022. «No necesitamos colgarnos esa medalla, preferimos apostar por espectáculos que giran y están funcionando». También Pabellón 6 sabe dar vida a las obras y así se han forjado éxitos como 'Cabaret Chihuahua', que fue su primera producción en dar el salto a otros escenarios. «Se hicieron 200 y pico funciones y el público lo agradecía», recuerda Olatz Ganboa, que pudo dar recorrido a una gran '¡Ay, Carmela!' junto a Diego Pérez. El repertorio de Kulunka y algunos clásicos como 'La vuelta al mundo en 80 cajas' de Markeliñe -ganó el Max en 2000 y «nos lo siguen pidiendo»- logran marcar sus propios ritmos.
Esos fenómenos no evitan los parones entre uno y otro proyecto, la angustiosa espera de una llamada. Olatz Ganboa ha formado su propia compañía, Mapatxa Teatroa, junto a Getari Etxegarai, Mikel Losada, Diego Pérez y Unai Izquierdo, y preparan el estreno de 'El lenguaje de las flores'. «A veces te toca hacer trabajos que no te mueven mucho por dentro. Teníamos ganas de activarnos y contar cosas», explica.
A sus 23 años, Arnatz Puertas también ha dado el paso de crear la compañía Ixo Teatroa junto a Luis Mitxelena. Se define como un artista «impaciente» que se presentó a la Compañía Joven de Pabellón 6 a los 18, al mismo tiempo que empezó sus estudios en Dantzerti. Le cogieron, claro. Y tras graduarse compagina la actuación con su propio proyecto, basado en «experimentar con el teatro físico, sin palabras». 'Eros' ya se ha representado en el Arriaga. «No nos ha ido mal, pero el tema de la exhibición es frustrante. Van a nombres consolidados y parece que a las compañías nuevas no quieren escucharnos. A veces no ven ni el vídeo que les mandas», lamenta.
Teatro
Jon Kepa Zumalde Miembro de Markeliñe
Actor, autor, técnico y escenógrafo, ha trabajado en 37 espectáculos. 'La vuelta al mundo en 80 cajas' ganó un Max.
Arnatz Puertas Actor
Mientras estudiaba en Dantzerti se unió a la Compañía Joven de Pabellón 6 y ha creado Ixo Teatroa.
Iñaki Rikarte Director, autor y actor
Ha ganado tres premios Max en dos años, por la dirección de 'Supernormales' y por la dirección y autoría (compartida) de 'Forever'.
Agurtzane Intxaurraga Dramaturga, directora y productora (Hika Teatroa)
Formada en arte dramático y danza, ha ganado entre otros premios a la dirección por 'Seda', 'Palabras' y 'La Tarara', y el Donostia con 'Zorretan'.
Lo que menos le inquieta, paradójicamente, es una de las grandes preocupaciones que se exponen en el coloquio. ¿Cómo atraer al público joven a un patio de butacas donde predominan las mujeres mayores de 50? María Goiricelaya lo ve muy difícil «cuando la mayoría de los espectáculos catalogados para ellos los hacen señoras y señoros de más de 40». Iñaki Rikarte desmonta mitos y dice que «tampoco hay público joven en los países del norte, igual lo idealizamos a veces. Salvo en China, donde lo que no hay es público mayor». Ramón Barea cree que «no solo es un problema de educación, sino incluso de diseño de la ciudad. En determinados barrios de Cataluña, hay una movida y dices: ¿esto cómo lo consiguen? Tienen un local, un salón de actos, un cine-forum... No son sujetos pasivos, sino que al lado de su casa tienen la oportunidad de hacer cosas».
«Pues yo creo que mis amigos y amigas irán al teatro, pero no es su momento ahora», interviene Arnatz Puertas. Para empezar, «no pueden permitirse pagar 17 euros de entrada». Pone sobre la mesa otro tema: echa en falta más presencia del euskera en los escenarios. En 'El zoo de cristal', la nueva producción del Arriaga, actuará en euskera y castellano junto a Miren Gaztañaga, que ha interpretado a Lady Macbeth, Ricardo III y Hedda Gabler, entre otros personajes, en ambos idiomas. Ella cree que «para fomentar un tejido cultural hay que poner tiempo y energía, y todos tenemos nuestra parte de responsabilidad: ciudadanos, artistas, programadores...» Agurtzane Intxaurraga, cuya compañía siempre crea en euskera y hace versiones en castellano, destaca «el esfuerzo económico que eso supone. Por desgracia, salvo en el teatro infantil, trabajar en euskera sigue siendo una elección política, militante, aunque el público responde. Aitziber Garmendia, que trabaja el 99% en euskera, es de las actrices que más llenan los teatros». Cree que se podrian utilizar sobretítulos, como en la ópera, para disfrutar de la versión original de estos espectáculos. «Cuando un actor se expresa en su lengua materna, hay una emoción extra, suena distinto».
Otra preocupación compartida es el clima de polarización e intolerancia. A Hika Teatroa le cancelaron «por motivos políticos» una función de 'La Tarara' en Moralzarzal. El estreno de 'Altsasu' en Madrid fue recibido con protestas en la calle, aunque el público del teatro aplaudió hasta ponerse en pie. Su autora, María Goiricelaya, sostiene que «los directores artísticos tienen que velar muy mucho por que exista libertad entre los creadores. Hay que hacer un ejercicio muy fuerte que a veces conlleva grandes disgustos, porque muchos programadores están supeditados a la política que rige el Ayuntamiento. Pero no preservar la libertad de creación puede llevarnos a tiempos oscuros a los que no deberíamos volver». Y existe otro riesgo menos visible, concluye Iñaki Rikarte. «Hay una censura que está muy clara y otra que nos autoimponemos. A mí me interesa mucho más la otra porque ya me ha pasado, cuando de repente me descubro teniendo miedo de opinar ciertas cosas».
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Fermín Apezteguia y Josemi Benítez (ilustraciones)
Iker Cortés | Madrid
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