El encanto de la magia

Desde estos planteamientos, Gustavo Martín Garzo y Aixa de la Cruz tratarán de brujas, hechiceras y magas; Pablo d'Ors y Andrés Ibáñez dialogarán acerca de lo que es magia o milagro; Imanol Ituiño y Raquel Sastre (con Lola Barroso al piano), comentarán secuencias de George Méliès, un pionero de la magia del cine y de la imaginación plasmada en lo fantástico; será entrevistado el famoso ilusionista Jorge Blass y tendremos una actuación del mago Tor; por asociación poética con la magia (que buenos somos los del festival para las asociaciones de ideas imaginativas y para encontrar humor en el fondo de un pozo seco), Milena Busquets y Manuel Jabois hablarán de los hechizos necesarios para las variadas formas de la seducción; y seguro que en la entrevista a la Premio Nobel Olga Tokarczuk, la gran escritora polaca hablará de su personal sentido del realismo mágico, presente por ejemplo en su novela 'Un lugar llamado Antaño'.

Recordemos algunas obras cinematográficas y literarias que han contado con la magia de magas y magos, con brujas o brujos, y con ilusionistas. El primer mago que me viene a la memoria es Merlín, del Mito Artúrico. En una de las versiones de la leyenda, un fantasma de oro copula en sueños con la madre de Merlín y es el auténtico padre del mago. En el cine ha sido un simpático cascarrabias de luenga barba en la película de dibujos animados de Walt Disney y Nicol Williamson con un sorprendente casquete de plata en 'Excalibur', de John Boorman. Por fortuna, la carga carnal de Helen Mirren como la hechicera Morgana compensaba lo 'kitsch' con creces.

En 'El Señor de los Anillos' de Tolkien es importante el poderoso mago Gandalf el Gris. En la descomunal versión para el cine de Peter Jackson lo encarnaba, con una estética próxima al Merlín de Disney, el siempre excelente Ian McKellen. Sin olvidar a Saruman el Blanco, el mago antagonista de Gandalf, que era Christopher Lee. En la celebrada serie de HBO 'Juego de tronos', basada en las novelas de George R.R. Martin, hay una malvadísima a medio camino entre maga y bruja. Se trata de Melisandre, la mujer roja, sacerdotisa de un dios raro, que es descrita por Martin como una mujer muy bella de larga melena cobriza y ojos de color escarlata, a juego con su vestimenta. Luego se ve que su atractivo físico no es como parece. En la serie le daba vida Carice van Houten, que tiene unos hermosos ojos azules y, eso sí, cierto aire luciferino. Una novela con mago nigromante y alquimista, que me gustó y que se aleja del universo habitual de H.P. Lovecraft de abominaciones indescriptibles y dioses sin cara, es 'El caso de Charles Dexter Ward'; el pérfido oficiante de magia negra se llamaba Joseph Curwen. Y supongo que se puede considerar una maga a Mary Poppins, la bondadosa institutriz con poderes de la famosa película, basada en los libros de P.L. Travers, y que tenía el dulce rostro de Julie Andrews. Confieso que no he leído la reputada novela de John Fowles 'El Mago', en la que ese enigmático mago y psiquiatra que vive apartado en una remota isla griega se llama Conchis.

Brujas con peso dramático y fuste las tres de 'Macbeth', que anuncian a este y a su amigo Banquo el inesperado destino que les aguarda o que al enunciarlo forjan. En cine, me quedo con las entrevistas entre la bruma escocesa en lo alto de una roca, en un encuadre expresionista, y que hablan con voces de cascajo en la versión de Orson Welles; aunque tampoco estaban nada mal las de la película de Polanski. Era muy siniestro cuando enterraban en la arena de la playa una mano cercenada con una daga en el puño. Sin dejar a Polanski, me encanta la pareja de brujos satánicos, en pleno siglo XX, de esa obra maestra del terror que es 'La semilla del diablo'. Basada en la novela de Ira Levin 'El bebé de Rosemary', dirige la operación de facilitar a Satán que engendre un hijo en el vientre de la pobre Rosemary (perfecta para el personaje Mia Farrow), la vieja bruja cotilla interpretada por Ruth Gordon. Estupendo el congreso de brujas camufladas de la novela juvenil 'Las brujas', de Roald Dahl. En la versión de Nicolas Roeg la Gran Bruja que dirige el cotarro es una estilosa Anjelica Huston, hasta que se quita la careta. Kim Novak era una seductora hechicera con gato en 'Me enamoré de una bruja', de Richard Quine. Es muy conocida la obra de teatro de Arthur Miller 'Las brujas de Salem' sobre los juicios de 1692. Aquel fanatismo puritano sirve a Miller de alegoría de la caza de brujas política de McCarthy. Mi querido amigo Pedro Olea trató también de la tortura y muerte de mujeres inocentes acusadas de brujería, así mismo en el siglo XVII, en su película 'Akelarre'. Y en 'El mago de Oz' hay cuatro brujas. Son buenas la del norte y la del sur, y malas la del este y la del oeste.

Para terminar, citaré solo dos títulos sobre ilusionistas. El propio Orson Welles haciéndole un juego de manos con una moneda a un niño al comienzo de 'Fraude', su última película, semidocumental, y toda ella un ejercicio de prestidigitación en torno al arte y su autenticidad o falsificación. Y es apreciable 'El truco final (El prestigio)', de Christopher Nolan, que cuenta la rivalidad hasta el odio y el afán de destrucción entre dos espectaculares ilusionistas.