Dostoyevski, el escritor del subsuelo
Aniversario ·
Se cumplen 200 años del nacimiento del novelista que mejor ha buceado en la miseria y cómo esta humilla al ser humanoSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
Aniversario ·
Se cumplen 200 años del nacimiento del novelista que mejor ha buceado en la miseria y cómo esta humilla al ser humanoSe ha dicho de Fiódor Dostoyevski que inventó el género de la 'novela social' en 1846 con la primera de sus obras, 'Pobres gentes'. Pero ese título se lo ha disputado Charles Dickens con 'Oliver Twist', publicada una década antes. La cuestión pierde relevancia si ... valoramos al gran escritor ruso, de cuyo nacimiento ahora se cumplen dos siglos, más por su capacidad de penetrar en los vericuetos psicológicos y morales del ser humano individualmente que por reflejar sus sórdidas condiciones de vida y por retratarlo en grupo. La importancia y la grandeza literarias de Dostoyevski no residen en la miseria que describe, y que tendría un signo colectivo, sino en el modo en el que narra cómo vive interiormente la humillación de esa miseria el individuo, el hombre concreto. Miseria que, por otra parte, puede ser física, pero es también, y sobre todo, miseria moral, espiritual, sentimental, psicológica… La gran novela en la que esa pobreza interior del sujeto queda retratada de una manera gráfica, y con un depurado realismo que llega a rozar el esperpento es 'Memorias del subsuelo', publicada en 1864.
Se trata de un texto que ronda las doscientas páginas, en las cuales se dirige al lector, en un directo tono de confesión, un ser lamentable, un tipo que ronda los cuarenta años y que ha pedido recientemente la excedencia de su modesto trabajo de funcionario gracias a una inesperada y pequeña herencia. Lo que ese pobre diablo expresa, desde la primera hasta la última línea, es su fealdad tanto externa como interna: «Soy un hombre enfermo… Un hombre malo. No soy agradable. Creo que padezco del hígado». Dicho personaje recuerda cómo se sintió social e íntimamente humillado en la despedida de Zvierkov, un antiguo compañero de escuela, para pasar luego a relatar cómo él mismo humilló a su vez a Liza, una desasistida y solícita prostituta. Es ese subsuelo, que en esa obra concreta se presenta en estado puro, la revolucionaria, la original e impagable aportación dostoyeskiana a la literatura. Y es el que otorga una singularidad a todo el resto de su obra, en la que la 'subterraneidad' comparece arropada con otros ingredientes.
En realidad, toda la obra de Dostoyevski oscila entre las dos propuestas que nos hacen esas dos novelas citadas; entre las 'Pobres gentes' y las 'Memorias del subsuelo', que es tanto como decir entre el exterior infierno físico de la penuria económica y la interior sordidez ética de los personajes que la padecen con esa plástica y subterránea teatralidad, en la cual radica el genio dostoyevskiano. En el juego narrativo entre esos dos polos, el colectivo y el individual, se mueven las obras más conocidas, fundamentales y referenciales de este insustituible novelista: desde 'Humillados y ofendidos' (1861) hasta 'Los hermanos Karamázov' (1880) pasando por 'Recuerdos de la casa de los muertos' (1862), 'Crimen y castigo' (1866), 'El jugador' (1866), 'El idiota' (1869), 'Los endemoniados' (1871) o 'El adolescente' (1875).
Si la obra del gran escritor ruso se mueve y dirime entre la pobreza exterior y la interior, hay otra dicotomía que expresó él mismo en una famosa frase y que nos revela otra dimensión del legado dostoyevskiano: «Dios y el demonio están luchando y el campo de batalla es el corazón del hombre». Esa sentencia que resume muy gráficamente toda una poética narrativa, lleva a menudo a sus personajes a seguir un proceso argumental similar al de la tragedia griega, y llama la atención sobre otro aspecto del legado dostoyevskiano: el sueño de la bondad, la generosidad, la santidad o la ingenuidad, como es el caso del príncipe Myshkin que protagoniza 'El idiota', y que se expresa como un niño, especialmente cuando habla del horror que le inspira la pena de muerte. Y es que no todos los personajes de Dostoyevski son malvados o viciosos. También los hay virtuosos, como hay un tercer grupo formado por los que son ambas cosas a la vez. Esa ambivalencia es lo que más predomina en sus libros. Y se plasma de una manera a menudo histriónica, entre iras y lágrimas, entre risas y gritos, entre el odio y la culpa, entre la codicia y la generosidad, entre el resentimiento y el remordimiento, entre la envidia y la compasión, así como en quienes de la ofensa proferida pasan a la súplica del perdón.
Tras el brutal amago de ejecución que sufrió de joven y su condena en Siberia, Dostoyevski abandonó el nihilismo que le había seducido para tomar una íntima y paradójica decisión: ser revolucionario, no en la política sino en la literatura. Y es que, por encima de su conservadurismo ideológico y religioso, donde supo dar un subversivo salto hacia delante es en el arte de novelar, plasmando las contradicciones del corazón humano y la capacidad que tenemos para traer el cielo o el infierno a este mundo.
Los personajes novelescos de Dostoyevski, como la propia personalidad de este, son tan ricos y profundos que han sido una valiosa fuente de inspiración para ensayistas. Ya en 1928, Sigmund Freud publica su célebre artículo 'Dostoyevski y el parricidio', en el que explica la epilepsia del escritor como una consecuencia del sentimiento de culpa que le causó haber deseado en muchas ocasiones la muerte de su padre. Lo que hace el padre del psicoanálisis es servirse de este caso para avalar su célebre tesis del complejo de Edipo y de la necesidad inconsciente de matar al progenitor de un modo simbólico, que en Dostoyevski, al tomar una forma consciente, se traduce en una culpabilidad psicosomática, y literariamente en el deseo parricida de Dimitri Karamazov. Pese a que Freud no le dio un gran valor a este estudio, lo cierto es que se trata de una lúcida disección de algunas de las obras del autor ruso, y de su propia personalidad, en la que distingue cuatro irrefutables facetas: el poeta, el neurótico, el moralista y el pecador.
Respecto al poeta, Freud sitúa a Dostoyevski a pocos pasos por detrás de Shakespeare. Respecto a su neurosis, ve en ella la raíz inductora de esa epilepsia que sería de naturaleza histérica. Respecto al moralista, lo sitúa en contradicción con el pecador. Dostoyevski busca, paradójicamente, la redención en la caída. La figura de 'El jugador', y la traslación que esta tuvo en Dostoyevski a la experiencia autobiográfica, se explicarían por una búsqueda de autocastigo para saldar la culpa edípica.
Noticia Relacionada
Otro ejemplo de inspiración ensayística lo encontramos en 'Mentira romántica y verdad novelesca', un célebre ensayo que el antropólogo francés René Girard publicó en 1961 y que recurre a tramas o personajes de la literatura para ilustrar su tesis del deseo mimético, según la cual nuestros afanes no son autónomos sino que deseamos aquello que desea 'el otro', al que Girard llama en ese sentido 'mediador'. En ese ensayo es una referencia recurrente el Dostoyevski de 'Los endemoniados', el de las 'Memorias del subsuelo' y el de 'El adolescente'. De esta última novela escoge una escena patética en la que el cornudo Pavel Pavlovich «se dirige una vez más a casa del amante de su primera esposa; le pide que lo ayude a elegir un regalo para la nueva prometida; le ruega que lo acompañe a su casa» incluso hasta que Veltchaninov, después de resistirse, termina cediendo finalmente y Pavel Pavlovich «acaba por salirse con la suya». Según Girard, en Pavel Pavlovich no habría solo una voluntad bochornosa de autohumillación sino la necesidad de que un mediador prestigioso deseara a su nueva pareja para así incentivar su propio deseo.
Cabe, en esta breve galería de ensayos, citar finalmente 'Dostoyevski en Manhattan', el ensayo que el filósofo francés André Glucksmann publicó en 2002, y en el que sostenía la tesis de que en los yihadistas que habían perpetrado el atentado contra las Torres Gemelas el 11-S de 2001 no solo había fanatismo religioso, sino también un componente laico de nihilismo semejante al que reflejaba Dostoyevski en 'Los endemoniados', y que impulsaba una acción revolucionaria de caóticas consecuencias en una ciudad a mediados del siglo XIX. Dicha doctrina de la negación de los valores comparecía en el texto fuertemente ligada al sentimiento de la envidia hacia Occidente.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.