Las dos orillas de Roque e Isidora: la historia de amor descrita por Ramiro Pinilla
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La gran historia de amor de 'Verdes valles, colinas rojas' es un abrazo entre el mundo rural y la industriaBeatriz Murua
Martes, 13 de febrero 2024, 19:10
Entre la margen izquierda y derecha de la ría de Bilbao, en el momento álgido de la Revolución Industrial, un aldeano se enamora de una muchacha de La Arboleda a la que no entiende y con la que tendrá una hija. «Es la hija de ... la Huelga», dicen los mineros cuando nace en plena manifestación. «Es la hija de Roque Altube, del caserío Altubena, de Getxo», protesta él, que sólo ve molestias en las huelgas. «Esta gente no es nada sin el rebaño». Los amantes pertenecen a dos mundos opuestos: él es un 'borono', así lo llaman los amigos de Isidora, un aldeano; ella procede de la zona minera y comparte con Dolores Ibárruri, la Pasionaria, su verdadero nombre (Isidora), el carácter indómito y unas dotes innatas para la oratoria. Será un amor imposible.
Roque ve a Isidora por primera vez a la salida de la fábrica de Altos Hornos, está con dos amigos repartiendo pasquines. «No siente vergüenza cuando se mete entre los hombres a largarles sus papeles». Se queda prendado de ella. Al día siguiente, la ve subida a una caja de jabón arengando a los obreros. «¿Cómo se llamará esta pequeña fiera?». «Dice cosas que yo nunca había oído». La sigue a todas partes. Y ese amor, presidido por manifestaciones y Primeros de mayo, alentado por huelgas y reivindicaciones, sobrevivirá en los años de mayor explotación obrera, cuando surgen las grandes fortunas de Bizkaia y crece con prisa la riqueza en Euskadi.
«El agua de la mar entra conmigo en el cuerpo de Isidora», dice Roque cuando por fin consigue llevarla a su playa, Arrigunaga. El primer regalo de Roque a Isidora había sido un papelito de los que ella repartía. En la reunión de La Arboleda, todos se ríen de la ocurrencia del borono (¡como te gustan tanto!). Roque vive entre los mineros, los oye hablar, los acompaña en las manifestaciones, pero solo ve a Isidora, nada más que a Isidora.
«Faltan dos semanas para que dé a luz y nosotros sin casarnos», se desespera. «A ver quién se lo dice al padre», se lamenta su madre. «Se tirará Galea abajo. ¿Por qué te mandaríamos a la fábrica?» Su hijo se ha enamorado de una maketa, la ha dejado preñada y ella ni quiere casarse ni está dispuesta a vivir en Getxo.
Preocupado por el embarazo de su amada, Roque sigue de cerca a Isidora con una silla. Es como si ella no se acordara de que tiene que parar, que parir. Pero él se ocupa: contrata a una partera para que vaya a su lado en las manifestaciones. «Tranquila, tranquila», le repite como un mantra. Su hija nacerá en la gran huelga de los mineros. Roque tendrá diez hijos de tres mujeres distintas. Pero sólo tendrá un gran amor: Isidora. De ella se acuerda en el momento de su muerte. Mira obsesivamente una silla vacía. Si alguien la ocupa, cierra los ojos. No quiere ver a nadie, solo recordar.
El amor de Roque es incondicional y romántico. Los lectores se preguntan si Isidora es capaz de amar algo que no sea su Revolución. Quizás ella se enamora de cómo la ama ese hombre, pero ninguno de los dos cede. A Roque no le dejan abandonar el caserío, la tierra; Isidora se niega a dejar las minas. Él regresa a la casa del padre, ella desaparece de la novela dejándolo solo para siempre. Años después, cuando Isidora muere, Roque funda un sindicato en Getxo, venera los Primeros de mayo y hasta empieza a entender las reivindicaciones de justicia social que ella le había enseñado. La separación lleva la desgracia a sus vidas. A ninguno le han bastado su fe -a ella, la del socialismo; a él, la del caserío-. Solo entonces empiezan a comprender que quizás no eran tan importantes.
La trilogía 'Verdes valles, colinas rojas' es el 'Novecento' vasco y contiene otras historias de amor. La unión libre de Roque y Fabi concebirá también una hija, Flora, y un nieto, Oceáno (Kresa), que cometerá el primer asesinato etarra. Los Altube y los Baskardo son nuestros Capuleto y Montesco. Pero ningún amor seduce como la historia imposible que abraza las dos orillas de la ría, la margen izquierda y derecha, las colinas de la industria con los valles del mundo rural. Ese amor profundo refleja la pasión por Euskadi del gran creador de 'Verdes valles, colinas rojas', Ramiro Pinilla.
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