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luisa idoate
Viernes, 22 de enero 2021, 22:42
Nace siendo farragosa, elitista y al alcance de pocos. Joseph Nicéphore Niépce hace en 1827 la fotografía más antigua que se conserva: una imagen desde su ventana de su casa, hoy en poder de la Universidad de Texas en Austin. El revelado es largo ... y tedioso, pero el resultado merece la pena: capta la realidad. La novedosa técnica se pone de moda entre las clases adineradas del siglo XIX. Refleja celebraciones, actos sociales, momentos familiares, es ideal como vehículo de propaganda política… La ciencia la incorpora al vuelo para testar teorías, experimentos, investigaciones, artilugios e inventos. Lo esencial de la foto es el contenido. Lo que cuenta, documenta, representa e inmortaliza. Hacerla requiere talento y técnica, habilidad y oficio.
«Usted le da al botón y nosotros hacemos el resto». Con ese eslogan, Eastman lanza al mercado en 1888 la máquina Kodak automática y revoluciona la imagen. Todo el mundo puede ser fotógrafo, ofrece. Pero requiere reflexión; uno piensa antes de disparar y elige la imágen, porque el positivado sigue siendo lento y caro. La foto adquiere un carácter ritual, amistoso y doméstico: cumpleaños, comuniones, bodas, bautizos, festividades, viajes… Arrastra la liturgia de reunirse en veladas para verlas y recordar con parientes, amigos y colegas.
Pero la fotografía quiere más terreno, y lucha por él. Lo hacen creadores como el modernista Karl Blossfeldt (1865-1932), integrante de la Nueva Objetividad, que la convierte en arte. Es un apasionado del mundo vegetal. Durante treinta años, capta flores y plantas con las cámaras que diseña y consigue imágenes con treinta aumentos. Son contundentes y emocionales. Las publica en 'Urformen der Kunst' (1928), un referente del arte de principios del siglo XX que inspira a la Bauhaus, un herbario donde aflora su formación de escultor.
A mediados del siglo pasado, los fotografos de la agencia Magnum informan visualmente de lo que ocurre en el mundo. Nace el fotoperiodismo. Despuntan nombres como Cartier Bresson y Frank Kapa. Uno diseña la foto al milímetro y el otro capta el momento irrepetible. Pero ambos sopesan el disparo antes de hacerlo, porque el rollo y el tiempo son finitos, y el revelado supone tiempo y dinero. Se seleccionan las imágenes por la calidad y oportunidad de lo que cuentan; de modo directo e indirecto, por presencia, ausencia, alusión… Al testimoniar los conflictos mundiales en primera línea, los reporteros de Magnum bordan la fotografía y conquistan su lugar en los museos. A modo de justicia poética, medio siglo después, millones de personas disparan las cámaras de sus móviles e interactúan con el arte en todo el mundo.
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