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Abraham de Amézaga
Sábado, 5 de octubre 2024, 00:02
Como Balenciaga, murió de un infarto y aquel día se depositaron al pie del Arco del Triunfo cientos de ramos de flores y coronas en su recuerdo, mientras las empleadas de su atelier lloraban compungidas y su amigo Jean Cocteau pronunció la frase que sonaba ... a epitafio: que Dior fue «la contracción de dieu (dios) y or (oro)». Todo esto ocurrió en 1957, cuando si a un taxista de Nueva York se le preguntaba qué nombres conocía de Francia, además del de su presidente De Gaulle mencionaba el apellido del modisto. Allí, en Estados Unidos, fue donde el padre del New Look, término acuñado por una americana y que quedaría unido a él para siempre, lanzó su primera licencia, unas medias que causarían sensación y proporcionarían jugosos beneficios, en este caso a la maison.
Aunque alcanzó el estrellato en París, nunca se olvidó de sus orígenes, su apacible Normandía, y en particular de su localidad de Granville, en la que vino al mundo en 1905. Allí se alza, frente al mar, la Villa Les Rhumbs, la casa de su familia y de su infancia, que es desde hace varias décadas el museo Christian Dior, el primero que se le dedicó a un costurero. Cada año se organiza allí una gran exposición, como la que ahora se puede visitar hasta el 3 de noviembre: 'Christian Dior, couturier visionnaire' (costurero visionario), que propone una selección de las colecciones del museo, la mayoría ordenadas de manera cronológica.
Tres son los apartados en los que se divide la muestra: desde su etapa de juventud, que se desvela en la planta baja del museo, hasta su éxito internacional, gracias a su talento para la moda y los negocios, un campo en el que fue precursor. Entre ambas brilla su revolucionario New Look, cuya presencia era más que obligada en el recorrido.
Su madre le contagió una embriagadora pasión: la de las flores. «Esta inspiración floral alimentó la primera colección de alta costura de Dior en 1947 y la silueta Corolle fue el primer homenaje implícito al jardín de la infancia del modisto. Continuó a lo largo de la década 1947-1957 e impregnó las creaciones de los sucesores de Christian Dior», recuerda Brigitte Richart, conservadora del museo y comisaria de la muestra.
El lirio de los valles, flor de la suerte por excelencia, aparece en diversos modelos y accesorios. Es la flor que se regala cada primero de mayo en Francia, con el deseo de aportar buena ventura a quien la recibe. Fiel a ella y a los signos, así como a todo lo relacionado con el mundo de la superstición, Dior hizo de la estrella de cinco puntas su amuleto, un símbolo presente todavía hoy en la maison.
Además de fotografías y por supuesto vestidos, el visitante descubre bocetos, algunos realizados antes de 1947. Algo muy común para él, por aquello de que solía garabatear «en todas partes, en la cama, en el baño, en la mesa, en el coche, de pie, al sol, bajo la lámpara, de día, de noche», como escribió en su libro 'Christian Dior et moi' (1956). Podemos apreciar modelos de alta costura, prêt-a-porter, departamento que se integra un año antes de la publicación de la citada obra; accesorios, y por supuesto perfumes; los creados por aquel hombre que con sensibilidad, genialidad y algunos de los mejores tejidos puso en pie colecciones espectaculares y permitió que las mujeres volvieran a soñar y a vestirse ilusionadas tras la Segunda Guerra Mundial. Lo que ahora se expone en su casa-museo procede mayoritariamente de sus fondos. El resto son piezas aportadas por el museo de arte e historia de Granville, de la firma Dior, así como préstamos particulares.
Llegar hasta la localidad en la que se encuentra el museo desde la capital francesa no es tarea fácil. Más de cuatro horas de viaje por carretera y sin tren de alta velocidad que cubra este trayecto. Si bien Granville lo vio nacer, la que lo lanzó al mundo fue la Ciudad de la Luz. Desde hace dos años existe por tanto allí la Galerie Dior, más que una antena del museo un moderno espacio expositivo adosado a su boutique más emblemática e histórica; una experiencia sensorial de alto nivel que acoge muestras temporales. La última de ellas, un diálogo entre Dior y las mujeres.
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