Ser o no ser: lo que diga el Partido Comunista
El verano cultural en... Shanghái ·
La censura y un mercantilismo excesivo lastran la escena cultural de la ciudad más poblada de China. Pero sobreviven algunos destellosSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
El verano cultural en... Shanghái ·
La censura y un mercantilismo excesivo lastran la escena cultural de la ciudad más poblada de China. Pero sobreviven algunos destellosShanghái es un monstruo de asfalto que da cobijo a 25 millones de personas. Es la mitad de la población de España concentrada en una superficie similar a la de La Rioja, pero con acceso a un mar herido por la industria e inservible como ... refugio veraniego. Es una megalópolis que refleja lo que China quiere ser. La ciudad a la que a chinos y extranjeros les gustaría mudarse, anonadados por su poderío económico, sus gigantes de acero y cristal en contraste con pequeños rincones del pasado que aún resisten el envite del futuro que todo arrasa, y un estilo de vida tan vanguardista como frenético. Es una de esas ciudades que se pueden vanagloriar de no dormir nunca.
Shanghái es también un páramo cultural con una oferta incapaz de hacer sombra a la de una ciudad de tamaño minúsculo como Bilbao. «Hasta en el arte Shanghái es muy comercial y está enfocada al negocio y la inversión», reconoce una galerista de Moganshan 50 (M50), una zona en la que, a imagen y semejanza del exitoso distrito 798 de Pekín, se concentran estudios, talleres y galerías de arte. «Por un lado, la gente está más interesada en otras cosas; por otro, la censura es un problema, porque lastra actividades culturales que en Europa son comunes, como los teatros de calle», argumenta.
Todo tiene que estar controlado por el Partido Comunista, así que no hay espacio ni para el activismo ni para la improvisación. Buen ejemplo de ello es que, a pesar de que M50 es uno de los pocos lugares en los que el grafiti está permitido, ninguno es reivindicativo. Todo tiene que responder a la ideología del Partido Comunista. Y eso provoca situaciones especialmente extrañas.
Por ejemplo, la que impidió que los diez famosos retratos que Andy Warhol hizo de Mao Zedong se mostrasen en la exposición itinerante que llegó a la ciudad hace una década. O que en conciertos de primeras figuras los cantantes tengan que modificar las canciones que van a tocar porque los censores no dan el visto bueno a las letras que previamente han tenido que remitir. Les ha sucedido incluso a Bob Dylan o a los Rolling Stones, algo que también resta atractivo para los propios artistas.
Las autoridades llevan años tratando de remediar esta carencia, conscientes de que también hay que darle de comer al espíritu, pero se centran en grandes eventos -como la Bienal de Arte y la Shanghai Art Week- más que en iniciativas que pueden activar los barrios -del tamaño de cualquier ciudad europea- donde la principal actividad cultural es el baile comunitario en plazas y parques cuando cae el sol.
A pesar de todo, no faltan museos y lugares interesantes para ocupar algunos días del caluroso verano shanghainés, en el que los termómetros pueden acercarse a los 40 grados y el higrómetro marcar una humedad del 95%. Son un refugio climático y cultural, así como un oasis de tranquilidad.
Para acercarse a la cultura china, tanto el Museo de Shanghái, situado en el centro neurálgico de la ciudad, como el Museo de Arte de China, que ocupa el espectacular edificio que albergó el pabellón del gigante asiático en la Exposición Universal de 2010, son buenas opciones para darse un baño en la tinta china de los bucólicos paisajes de otras épocas. Y, como contraste, los museos de arte moderno situados a lo largo del río: el Power Station of Art, una antigua central térmica reconvertida en gigantesca galería, y el Museo del West Bund, cuya arquitectura industrial hace también las delicias de los 'influencers' que posan entre columnas de hormigón desnudo.
Pero quizá una de las exposiciones más interesantes para el viajero occidental sea la del Museo de la Propaganda, escondido en una anodina urbanización en la esquina de la avenida Yan'an y la calle Jiangsu. Porque facilita viajar atrás en el tiempo hasta la China en la que gobernó Mao. Aquella del Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural, dos trágicas etapas del país que aquí se muestran en una realidad paralela de orgullo patrio, revolución proletaria y prosperidad comunista.
Más atrás todavía se puede viajar con otra de las muestras de artes tradicionales que no pueden faltar: la ópera de Shanghái, un espectacular teatro de máscaras y maquillajes excesivos que ha evolucionado para fusionar la China milenaria con obras occidentales del mismo tiempo. Por ejemplo, el 'Hamlet' de Shakespeare.
Afortunadamente, después del atracón de propaganda e historia uno puede redimirse con una dosis de vanguardia 'underground' en uno de los pocos lugares macarras que sobreviven a la escena 'mainstream': el Yuyintang, un bar cutre que se convierte a la noche en búnker de lo alternativo. Aquí se dan cita roqueros trasnochados y bandas 'indie' que disfrutan de cerveza 'Tsingtao' a precio de ganga y cantan lo que les da la gana. Total, no se les entiende nada.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.