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ITXASO ELORDUY
Sábado, 7 de abril 2018
Un reloj, encargado por Napoleón III a los Zuloaga, está entre las joyas del museo, donde pueden contemplarse obras del artista, como el retrato familiar, uno de los mejores en su género en la historia del arte contemporáneo, junto a bodegones flamencos del S. XVII, ... un Cristo de El Greco y un cuadro de Goya que retrata a la condesa de Baena». Enrique Laborde Suárez, biznieto del pintor, muestra con orgullo la colección familiar, abierta al público, que encierra el Castillo de Pedraza. «Ignacio nace en un ambiente de maestros artesanos y en casa querían que fuera ingeniero, pero él declinó la idea y huyó con una esmeralda, que llegó a empeñar tres veces y que aún conservamos». «Los Zuloaga eran armeros reales, como muchas otras familias de la zona de Placencia de las Armas. Fabricaban armas para la corte y Plácido Zuloaga, padre del bisabuelo Ignacio, trajo el damasquinado de Oriente y lo desarrolló». Esta técnica, que recuerda a los tatuajes, adornaba ciertas partes de las armas. Grababan sobre las plantillas, para después, con lupa, hacer una incisión en el metal. «En el taller de Éibar llegaron a tener quince empleados y luego se trasladaron a Toledo». Los retazos actuales del desarrollo de esta técnica siguen activos en Toledo.
En el castillo, Ignacio Zuloaga, tras arreglar una de sus torres, montó su taller y más tarde sus herederos, que gestionan el patrimonio familiar, rehabilitaron una segunda torre, instalando en ella el Museo Zuloaga. «Su tío Daniel, el ceramista, le decía, 'acércate a Aranda de Duero, te recojo y nos vamos a recorrer Valladolid, Fuendetodos y acabamos en Pedraza, por los caminos, a la aventura total'». «De Zumaia a Pedraza tardaban tres días y tenían ocho pinchazos». A Fuendetodos, un humilde pueblo donde nació su admirado Goya, trasladó el cuerpo del pintor aragonés, enterrado en Burdeos durante más de treinta y cinco años.
«Ignacio Zuloaga, Vasco Universal, eibarrés y atípico, como toda la familia», añade su nieta y directora del museo de Pedraza, María Rosa Suárez Zuloaga. «Escribía, pintaba, era un hombre polifacético, que adoraba a los suyos y vivió para el arte», aunque no solo para él. El toreo fue otra de sus pasiones, pero quizás debido a su gran talla, una altura fuera de lo normal para un hombre de su generación, el ruedo le quedó excesivamente grande. Un cartel de la época, expuesto en el Castillo de Pedraza, da fe del fugaz paso de 'Zuloaga, el pintor', por el ruedo de Sevilla. Tuvo un vínculo muy grande, en cualquier caso, con el mundo del toro y la figura de su retratado, Belmonte, da fe de ello. Un personaje muy interesante, al que la generación del 98 arropó e integró en las tertulias, aunque procediera de una familia humilde.
Llevó a Belmonte a Zumaia, donde organizaron dos capeas y sufrió dos cogidas y el dinero que recaudaron fue a parar al hospital que estaban levantando en el pueblo guipuzcoano. «Zuloaga tuvo estudio en Zumaia, París, Sevilla y Madrid, en las Vistillas, donde falleció», añade Laborde. En 1926 expone en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y en 1928 adquiere el Castillo de Pedraza, donde se instalaría para pintar y pasar largas temporadas. «Pedraza es una bomba, porque en ese interés general de Zuloaga, que no paraba un minuto, descubrió Castilla, donde se quedaba sobre todo en primavera y otoño, fascinado por la plenitud de los ocres». «Es un pueblo curioso, de los primeros declarados monumento histórico artístico, lo que ha facilitado su íntegra conservación».
Dibujar y luego desdibujar, emoción por encima de todo, carácter y dibujo, hacer mucho para luego no hacer encima. Pintar para sí mismo y nunca para los demás». El arte para Zuloaga es «simplificación y atreverse con emoción». «Dibujo, dibujo y dibujo, jugar con dos tonos. Sacrificar mucho y resaltar lo principal». «Claro-oscuro, tono frío y caliente». Escribía de puño y letra en uno de sus lienzos con el fin de interiorizar los conceptos básicos de su pintura. Su capacidad de extraer las particularidades psicológicas de aquel que pasaba por la sombra de su pincel, le granjearía el éxito de su generación, la del 98.
Enrique Laborde destaca el trabajo que hizo la generación de Zuloaga, poniendo en valor el carácter y la esencia de Castilla, con todo lo que ello significaba. 'La víctima de la fiesta', que estaba en la Hispanic Society de Nueva York, representa el sentido del carácter castellano. Es un picador que ha sobrevivido a la corrida de milagro, el caballo está escuálido, con restos de sangre y tiene una gran fuerza dramática.
La España negra y París
El pintor, que vivió a caballo entre la España negra y el París de la Belle Epoqué, vio una Castilla terrosa, de cielos cristalinos y rapaces al acecho, donde encontró la inspiración que no alcanzaba en otros lugares. En opinión de Laborde «todos los miembros de la Generación del 98 tenían el mismo pensamiento, desde Unamuno, hasta Valle Inclán, Falla, Pío Baroja o Belmonte, que visitaron Pedraza y también Zumaia, porque tenían la buena costumbre de organizar tertulias, a diferencia de lo que sucede hoy en día, que las conversaciones no se profundizan y quedan en el limbo». «Ese es el objetivo de las exposiciones que tenemos en marcha, recuperar esas buenas costumbres».
«Añoro y persigo lo potente, lo recio, lo áspero y hasta lo agrio. Castilla me ha dado la plenitud de sus deslumbramientos y penumbras, sus oposiciones vigorosas de azules, granas y amarillos, y esos grises incomparables de sus lejanías caliginosas, los elementos cardinales de los fondos culminantes y de los únicos paisajes integrales que ha perpetuado mi paleta», se sinceraba el hombre artista, que llegó a pintar alrededor de un millar de óleos.
Todo viene de París, de la Belle Epoqué, donde Zuloaga se convirtió en el retratista de moda y empezó a vender cuadros en toda Europa. En Montmartre estaban Degas, Gaughin, Rodin, Monet, Manet, Toulousse-Lautrec, Picasso... fue un momento de plena creación, al final del impresionismo. Máxime Dethomas, íntimo de Ignacio Zuloaga y director de la ópera de París, fue a Burdeos, donde Zuloaga echó el ojo a su hermana, se enamoró y casó con Valentine, lo que facilitaría su entrada en el círculo artístico parisino. Desde París tuvo una gran proyección internacional y su obra está desperdigada por Cuba, Chile o Argentina.
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