Guillermo Gómez Muñoz
Sábado, 25 de enero 2025, 00:00
«En un lugar de la Mancha de que su nombre no puedo acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un viejo hidalgo...». De haberla escrito hoy, al manco ilustre quizás se le hubiera atragantado el inicio de su obra magna. Y es que precisamente ... no ha mucho tiempo que la editorial Contraseña publicaba en redes sociales la esquela de «cuyo»: «Hijo de Cayo Cuius y de Lucrecia Cuia, viudo de la coma vocativa, hermano del signo de apertura de interrogación (fallecido)…». A la sátira fúnebre no le falta razón: en la lengua oral, ni está ni se le espera, y en la escrita, «cuyo» vive un declive próximo al KO técnico. Al finado lo han sustituido el determinante lácteo 'que su' o un parco 'que', como en ese anuncio radiofónico que reza «esa compañía de seguros que el logotipo es un koala».
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El origen del difunto es el genitivo de los relativos «qui, quae, quod». La evolución no ha sido compasiva con sus formas, que convergieron hacia el todopoderoso 'que', como si del Anillo Único se tratara. Supervivientes del fratricidio son el latinismo 'quorum' o las formas 'como' (de 'quo modo') o 'quien' (del interrogativo 'quem'). «Cuyo» sobrevivía entre ellas como un don Tancredo fosilizado. Pero el fósil ya lo perciben como excesivamente formal o carca los más jóvenes. Quizás sea el momento de darle la puntilla. Requiescat in pace, «cuyo». ¿Salve, «que su»?
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